La farsa democrática
 
                Por Mario Rodríguez Acosta
Hay que ser realistas, el fraude en estas elecciones ya se consumó, ahora mismo, lo único que falta es confirmar al nuevo presidente y a los integrantes del nuevo Congreso. Y en esas están los diferentes grupos de derecha, extrema derecha y el fascismo criollo fielmente representados por los empresarios oligárquicos del G8, la cúpula militar contrainsurgente y el pacto de corruptos que incluye un variopinto de organizaciones del crimen organizado, narcotráfico y oportunistas de ocasión, todos luchando por mantener hegemonía, controlar y aprovecharse del presupuesto público, decidiendo el rumbo del país, mientras el cooptado aparato de justicia hacen el trabajo sucio para lograr la impunidad infinita y consolidar el poder.
Por lo que el llamado a votar este 25 de julio solo busca la legitimación del régimen neoliberal, la continuidad del modelo económico y los privilegios del capitalismo expoliador de la riqueza nacional. El esquema de cooptación está intacto, goza de buena salud y no requiere ninguna atención, dado que las elecciones no representan peligro para su continuidad.
Así que el fraude electoral se realizó desde el momento que los miembros del TSE fueron seleccionados y cada partido y facción del pacto de corruptos sentó en esos cargos a sus operadores políticos con el único objetivo de garantizar la continuidad del sistema político corrupto. Por eso, la inmensa mayoría de la población guatemalteca ve con indiferencia este proceso. La democracia liberal que se implantó después de los acuerdos de paz ha sido congelada en el cajón de los recuerdos y solo representa una de las tantas cosas en que la derecha oligárquica criolla ha triunfado.
No se puede explicar de otra manera que diputados y alcaldes con una actuación vergonzosa al frente de sus cargos puedan ser reelectos. Tampoco se puede explicar como alguien con impedimento constitucional pueda participar, a pesar del evidente rechazo que provoca en la ciudadanía. Ningún partido, con excepción del MLP, plantea algo distinto a las políticas económicas neoliberales. Por lo tanto, la mesa está servida. Lista para que sus comensales más corruptos lleguen muertos de hambre a saquear al estado y consoliden así, la cooptación infinita de la democracia liberal que ellos mismos impulsaron.
 

 
                     
                       
                       
                       
                       
                       
                       
                      