La enseñanza de la economía se ha convertido en el Aeroflot de las ideas

Inteligencia-artificial

Ha-Joon Chang

Tras la mayor crisis financiera en tres generaciones acaecida en 2007, los estudiantes de economía del Reino Unido y otros países se rebelaron y exigieron una reforma fundamental de sus planes de estudios. Nunca nos habían enseñado historia económica ni que los mercados podían derrumbarse, decían. ¿Por qué nos cuentan un cuento de hadas? Dos décadas después, los retos a los que se enfrenta la humanidad se han multiplicado e intensificado: crisis ecológicas, conflictos geopolíticos, profundización de la desigualdad y movimientos antidemocráticos, por nombrar solo algunos. Pero, sorprendentemente, los planes de estudios que se ofrecen a los nuevos estudiantes de economía este otoño sigue siendo el mismo. Rethinking Economics [Repensar la Economía], un grupo de activistas que surgió de la rebelión estudiantil posterior a la crisis, ha valorado recientemente el estado de la enseñanza de la economía en las universidades del Reino Unido en su revisión de los planes de estudios. Las conclusiones son aleccionadoras. “La crisis climática y las cuestiones socioecológicas están prácticamente ausentes de los planes de estudios de Economía”, es su conclusión. El 75 % de las universidades “no imparte asignatura alguna de economía ecológica”.

El informe muestra cómo las universidades mejor clasificadas por la corriente general suelen ser las que peor preparan a los estudiantes para el mundo real. Estamos formando a futuros economistas para que vuelvan a fracasar. Las consecuencias de una mala enseñanza de la economía no se detienen en las puertas de la universidad. Se extienden al mundo exterior. Configuran nuestras políticas, nuestros salarios y nuestro clima. La economía, tal y como se ha practicado durante los últimos 40 años, ha resultado perjudicial para muchas personas. Y, sin embargo, nuestro mundo no solo se niega a aprender de este perjuicio, sino que parece decidido a repetirlo hasta llegar a la destrucción económica y medioambiental. El predominio de la economía neoclásica en nuestros planes de estudios universitarios ha creado un mundo en el que se nos dice que no hay alternativa, sólo ajustes técnicos en un sistema que es fundamentalmente justo, racional y eficiente. Pero esto es una ficción. La economía actual se asemeja a la teología católica de la Europa medieval: una doctrina rígida custodiada por un sacerdocio moderno que afirma poseer la única verdad. Se rechaza a los disidentes. A los no economistas se les dice que “piensen como economistas” o que no piensen en absoluto. Esto no es educación. Es adoctrinamiento. Cuando permitimos que sea sólo una escuela de pensamiento la que domine, sufrimos todos las consecuencias. Considero la teoría económica como un bufé, en lugar de un menú fijo, y creo que la fusión crea siempre mejor sabor que el monocultivo.

Ese monocultivo no siempre fue la norma. Hasta la década de 1980, la economía era un campo dinámico y pluralista, en el que convivían las escuelas marxista, keynesiana, austriaca, desarrollista e institucionalista. Desde entonces, esa diversidad se ha evaporado. La economía neoclásica se ha convertido en el Aeroflot de las ideas. Un amigo recuerda que, tras pedir una comida vegetariana en un vuelo de la aerolínea soviética en la década de 1980, le respondieron: “No, no puede ser. En Aeroflot somos todo iguales. Es una aerolínea socialista. No hay trato especial”. La misma lógica se aplica en los departamentos de economía actuales: eres libre de elegir, siempre y cuando sea pollo neoclásico. Pero la vida real no es igual para todos. Los complejos retos de nuestro tiempo requieren soluciones imaginativas, no variaciones infinitas sobre el tema fallido de los mercados eficientes. Nos hace falta un enfoque más matizado y entender la economía no sólo desde un punto de vista puramente económico, sino también desde perspectivas políticas, sociales y psicológicas. Reformar los planes de estudios de Economía no es una distracción académica, es una necesidad social.  Debemos impulsar una educación económica más pluralista, éticamente consciente, con base histórica y relevante para el mundo real.

Rethinking Economics es una de las organizaciones que lidera esta iniciativa. Ha formado a sucesivas generaciones para que planteen mejores preguntas y se ha aventurado más allá de la universidad para poner la ortodoxia en tela de juicio en el gobierno, los bancos y la imaginación pública. Aunque podemos esperar mayor rechazo por parte de los sumos sacerdotes de la disciplina, también sabemos que están a la defensiva. Están apareciendo grietas y sigue creciendo la exigencia de cambios. Tarde o temprano, hasta los defensores más acérrimos de la ortodoxia tendrán que prestar oídos. Sigo siendo optimista. Hace doscientos años, la compraventa de personas era legal en muchos países. Hace cien años, las mujeres eran encarceladas por exigir el derecho al voto. El progreso nunca es fácil. No se puede esperar simplemente que las sociedades evolucionen en la dirección correcta. Hay que luchar por cambiarlas. El movimiento en pro de reformar los planes de estudios de Economía, por muy esotérico que pueda parecer, forma parte de esa lucha.

Ha-Joon Chang

es profesor en la Universidad de Londres (SOAS). Formado en la Universidad de Cambridge, de la que fue profesor, entre sus libros más conocidos se cuentan “Retirar la escalera” (Los libros de la Catarata, 2009), “23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo” (Debate, 2012) y el último publicado, “Economía comestible. Un economista hambriento explica el mundo” (Debate, 2023). Fuente:

Financial Times

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