La disyuntiva: democracia o barbarie

Miguel Ángel Sandoval
Uno de los temas que hacen consenso en los días que corren, es el hecho que la democracia sin adjetivos, es aceptada por expresiones de la derecha histórica y de la izquierda igualmente histórica. Pero que se extiende a franjas importantes de la ciudadanía que ya no soporta la situación que malvivimos. No solo en el trámite de elecciones y cambio de autoridades del país, sino con el rescate de la idea de democracia, que tiene en la constitución política del país el planteamiento del bien común, del país plural, multicultural, de la democracia comunitaria, así como en los Acuerdos de Paz con toda una agenda que se mantiene engavetada.
Y ello es un asunto de interés fundamental en esta época que podemos denominar como posneoliberalismo, pues los rasgos más claros de esa filosofía del sálvese quien pueda en términos económicos, dio muestra de estar llegando a su término en medio de las más grandes contradicciones y enormes sobresaltos planetarios. Es tan grande su legado negativo, que hoy unos y otros ven que la opción pasa por un modelo alternativo al neoliberalismo y que podría caracterizarse por una renovada ola de luchadores por el bien común.
No es el socialismo de la vieja escuela, ni el estado de bienestar disminuido hasta su mínima expresión, sino de una manera nueva de vivir en donde la democracia, especialmente comunitaria tenga un rol central. Es por ello que se vuelven los ojos hacia la democracia inconclusa, desfigurada, o simplemente negada, por quienes deberían haber sido sus impulsores. El gobierno del pueblo, por y para el pueblo, ya no es más que una leve remembranza de los años idos. Ahora es el sálvese quien pueda, o sea la barbarie, convirtiendo el individualismo o la “libertad” de la entelequia del mercado, en la razón de ser de toda la actividad humana, lo cual como sabemos no es real ni aplicable a troche y moche.
Hace no muchos años, la realización de foros sociales de todos los continentes, se convirtieron en el articulador de miles de voluntades que buscaban Otro Mundo Posible. En esos esfuerzos, hubo foros de Brasil, India, otros países, con miles y miles de asistentes. Para la realización de esos foros, hubo mucha reflexión política, filosófica, practica, y en este proceso participaron muchos hombres de bien del mundo. Entre ellos, Boaventura de Souza, portugués, pero ciudadano del mundo. Boaventura se debe a algo sumamente importante y de necesaria recordación: hoy día la lucha por un mundo mejor pasa por la defensa de la democracia. Y este pensador decía que para los revolucionarios de mundo la defensa de la democracia era la tarea. Ello ante la remontada del neofascismo o del neoconservadurismo a nivel planetario.
De manera reciente, Jean Luc Melenchón líder de Francia Insumisa, en una entrevista concedida al programa la Base de España, decía, palabras más, palabras menos, que en el movimiento del cual es líder indiscutido, su planteamiento de Francia Insumisa, recoge de Latinoamérica una serie de experiencias, como la idea de la revolución ciudadana, de la radicalidad de la democracia, de la idea-consigna, “que se vayan todos”, que es parte de las ideas básicas que hoy se impulsan en Francia y en nuestros países; que para nuestro caso es que se vayan del gobierno y las instituciones, todos los del pacto de corruptos,
Tanto Boaventura de Souza, como Jean Luc Melenchón, o la predica de Lula, Mujica o Correa, Petro y ahora Claudia Sheinbaun, lo que hacen en la práctica es poner sobre el centro de la mesa la disyuntiva actual: democracia o barbarie. Unos desde las luchas sociales a nivel planetario, otros desde las iniciativas políticas como en Francia, reconocido por muchos, como el país de las libertades políticas y los derechos ciudadanos, heredados desde la revolución francesa en 1789. Y otros desde el gobierno como en Claudia Sheinbaun en México o Gustavo Petro en Colombia. Es en este contexto que se habla del impacto que tuvo en la visión de los europeos la consigna, “que se vayan todos” de Argentina 2001. Era una lucha democrática plena lo que se desarrollaba, así como en Ecuador la idea de la “revolución ciudadana”, con base en los más reconocidos principios democráticos invocados mundialmente, o lo que en nuestro vecino del norte son las 4T.
Estas son parte de las fuentes del planteamiento que en los últimos tiempos tratamos de impulsar con los llamados a la más amplia unidad, a la mayor convergencia de ideas, practicas, incluso ideologías, alrededor de una idea fuerza: la unidad, las alianzas, los acuerdos, para que un país como Guatemala, se pueda contar con un futuro en donde “democracia o barbarie” se resuelva con el fortalecimiento democrático. Ya no es posible el divorcio entre actores políticos y actores sociales, en donde la única línea que diferencia es la de poseer o no, un registro partidario en medio de un sistema de partidos que no se sostiene como tal.
En este aspecto, cuando se conocen las prácticas predominantes en el sistema de los mal llamados partidos políticos, es fácil concluir que con las mismas no se construye un partido político real, una corriente de pensamiento, una masa crítica que puede actuar al unísono en las luchas sociales o políticas, pues los cambios en las sociedades demandan de acciones en el nivel social, político y un asunto no menor, en el terreno cultural. Es la batalla de las ideas. Es la lucha por la hegemonía cultural planteada por un pensador italiano del siglo pasado.
No es posible pensar que el destino sea, en las elecciones de 2027, que de nuevo el voto nulo encabece las encuestas y los resultados, pues los partidos, hechos y pensados a la antigüita, no levantan expectativas. Es la ruleta de la suerte o el cartón de lotería, pero no es la lucha entre principios y valores diferentes, o convergentes, sino que no hay valores ni principios. Es la idea que cumpliendo con una ley antidemocrática se puede vivir a expensas de un registro partidario que no es el reflejo de una ideología, de un programa político, de una práctica social o parlamentaria que responda a esas ideas fundacionales. Es el caos y la nada, en un mismo paquete, con un mismo envoltorio, pero con resultados denigrantes.
Desde el año 2023 vivimos con una idea renovada de dar la lucha en contra de la corrupción, ampliando a nivel electoral las demandas sociales de 2015, por la renovada demanda de acabar con la corrupción, que, como cáncer, se incrustó en todas las instituciones del estado y la sociedad guatemaltecas. Y esa lucha con sus resultados es, o puede ser, el reencuentro de una democracia real. Mientras que acomodarse a la corrupción es sin dudas, vivir en el reino de la barbarie, con una democracia más que formal. No es un planteamiento retorico. Es el convencimiento que las instituciones deben funcionar para lo que fueron creadas.
No es casual que en estos días se pida de manera publica la renuncia del procurador de los derechos humanos por plegarse al pacto de corruptos, y avalar con su inacción, la violación de los derechos humanos en juicios amañados, en pruebas inexistentes, en el retorcimiento de las leyes y un sinnúmero de defectos más. Como se sabe la PDH tiene como tarea, defender al ciudadano de los abusos del estado. Esto es solo una muestra de la perversión que ocasiona aceptar la corrupción y la idea de convalidar el reino de la barbarie.
La barbarie tiene expresión en los bajos y malos salarios, en la falta de agua en las colonias, en la depredación ambiental con la basura y otros desechos, en la expulsión de migrantes por falta de oportunidades, por la falta de tierra para cultivar, o la falta de vivienda digna, en la negativa a mejorar el transporte urbano y excluir a los ancianos en los buses, o vivir dentro de los autos horas y horas que bien podrían ser utilizadas para el descanso o para el estudio, para la diversión con los hijos, para jugar dominó con los amigos o para ver una película. En otras palabras, merecemos vivir de otra manera, con alegría de vivir y no con la certeza que día con día, vamos para peor.
Estos son temas que no aparecen en discursos de los políticos de pacotilla. Que cierran los ojos al racismo rampante, o la agresión contra las mujeres, y de muchas expresiones más, como la violencia cotidiana que solo nos dicen que vivimos o estamos a punto de vivir en la barbarie. Y todo ello se puede resolver con un proceso democrático real, en donde la voluntad de la mayoría y los intereses de esta mayoría sean el norte de quienes dirijan el destino de nuestro país.
Como ciudadano me niego a leer todos los días en los medios escritos o escuchar en las emisiones de radio y televisión o su incontenible carnaval en redes sociales, sobre casos de funcionarios, diputados, jueces, abogados, fiscales, ciudadanos, en el negocio del narcotráfico, y la última de las penurias sociales de nuestro país, observar la mezcolanza entre políticos, maras, presos por narco, acusaciones de terrorismo para las pandillas, que son una expresión de la barbarie social a que las malas políticas de la oligarquía, nos han llevado, al olvidar las bondades de los sistemas democráticos. Es por ello que el dilema de democracia o barbarie, es actual y es la tabla de medida para los que queremos un cambio en nuestro país.
