Huelga magisterial
 
                Ollantay Itzamná
Si el STEG lograra ampliar sus demandas y acciones para exigir y promover cambios profundos y estructurales en la búsqueda de una Guatemala Plurinacional, su potencial sería inmenso. Dejaría de ser una fuerza cuestionada por sus intereses particulares para convertirse en una verdadera fuerza pedagógica y cohesionadora del campo popular y plurinacional de Guatemala.
Guatemala se enfrenta nuevamente a una huelga de maestros, liderada por el Sindicato de Trabajadores de Educación de Guatemala (STEG) y su veterano dirigente, Joviel Acevedo. Iniciada el 19 de mayo de 2025, esta medida de presión surge en respuesta al incremento salarial del 5% propuesto por el gobierno de Bernardo Arévalo, una cifra que Acevedo considera insuficiente, demandando un aumento del 15% y la firma del Pacto Colectivo con el Ejecutivo.
La presente huelga plantea un complejo debate en un país donde el 63% de la población vive en situación de empobrecimiento. La exigencia de un incremento salarial y la defensa de privilegios gremiales por parte de los seguidores de Acevedo es percibida por muchos como una medida egoísta. Esta perspectiva se acentúa al contrastarla con el vergonzoso ejemplo de la clase política guatemalteca, cuyos gobernantes y diputados se autoasignan salarios que oscilan entre 10 mil y 20 mil dólares mensuales, una realidad que alimenta la indignación popular y la percepción de inequidad.
El liderazgo de Joviel Acevedo y la trayectoria del STEG son objeto de un fuerte cuestionamiento. Su historial de apoyo a gobiernos anteriores, a menudo señalados por actos de corrupción, a cambio de beneficios personales y gremiales, deslegitima la actual huelga ante la opinión pública. Esta sombra de conveniencia política empaña la moral de sus demandas, haciendo que muchos ciudadanos duden de la pureza de sus intenciones y vean en la protesta una continuación de viejas prácticas.
Sin embargo, más allá de estar de acuerdo o no con los objetivos específicos del STEG, es crucial reconocer la legitimidad de la huelga como una forma de acción colectiva en un país sumido en la indiferencia y la anestesia ante la desigualdad, el empobrecimiento, la corrupción y el saqueo de bienes comunes. En un contexto de apatía generalizada, donde la ineptitud y la corrupción en el Estado actual parecen no generar una reacción contundente del campo popular, la acción del STEG, por sus propias vías, se erige como una de las pocas manifestaciones de resistencia organizada. Podría decirse que, en cierto sentido, lo que hace el STEG es precisamente lo que el campo popular guatemalteco, hoy adormecido, debería estar haciendo: ejercer presión y exigir cambios.
La verdadera transformación para el STEG y para el movimiento social guatemalteco radica en la posibilidad de transitar de una perspectiva gremial egoísta y salarial a una visión de país. Si el Sindicato lograra ampliar sus demandas y acciones para exigir y promover cambios profundos y estructurales en la búsqueda de una Guatemala Plurinacional, su potencial sería inmenso. Dejaría de ser una fuerza cuestionada por sus intereses particulares para convertirse en una verdadera fuerza pedagógica y cohesionadora del campo popular y plurinacional de Guatemala. Solo entonces el STEG podría catalizar la indignación latente en la sociedad guatemalteca hacia una acción colectiva significativa que trascienda los intereses gremiales y apunte a la construcción de un país más justo y equitativo.
¿Será capaz el STEG de dar este giro histórico y convertirse en un verdadero motor de cambio para Guatemala?

 
                     
                       
                       
                       
                       
                       
                       
                      