Guatemala: Arévalo, sin primavera, sin «héroes mayas»
Ollantay Itzamná
El gobierno de Bernardo Arévalo en Guatemala enfrenta una creciente percepción de «soledad política» y un complejo distanciamiento de la base ciudadana y, particularmente, de los movimientos indígenas y campesinos que jugaron un papel crucial en la defensa de su victoria electoral en 2023. La retórica de la «segunda primavera» democrática se contrapone a una dura realidad marcada por la persistencia de la corrupción estructural y el crimen organizado, así como por las tensiones internas y externas que definen el escenario político guatemalteco en 2024.
El quiebre con el movimiento indígena: De aliados clave a voces críticas
La movilización masiva de autoridades y comunidades indígenas en 2023, particularmente en las protestas frente al Ministerio Público para asegurar la asunción de Arévalo, fue un bastión fundamental de la transición democrática. Sin embargo, su relación se ha tornado tensa. Reportes y críticas sugieren que, lejos de combatir la impunidad y el crimen organizado de manera efectiva, el gobierno ha permitido el encarcelamiento de líderes indígenas que protestaron, muchos de ellos financiados por entidades como la USAID. La alegación de que Arévalo ha «descabezado o cooptado» a algunas dirigencias con puestos insignificantes refleja la frustración por un supuesto incumplimiento de las expectativas de inclusión y justicia histórica.
Si bien el gobierno ha ratificado su compromiso con los derechos indígenas y ha establecido diálogos y agendas de trabajo conjunto con diversas autoridades y comunidades (buscando reducir brechas históricas y avanzar hacia un desarrollo diverso e integral), el desencanto de sectores clave de la base social que lo llevó al poder es un factor de desgaste crucial para su gobernabilidad.
La sombra de la inseguridad y el caso Jiménez
La promesa de una lucha frontal contra el crimen organizado se ve seriamente comprometida. El caso del exministro de Gobernación, Francisco Jiménez Irungaray, es una evidencia de la persistencia de estructuras criminales y su penetración estatal. Jiménez fue objeto de una orden de captura por su presunta responsabilidad en la fuga de 20 pandilleros de la Mara 18 de la cárcel Fraijanes 2 en octubre de 2025 (posteriormente se confirmó que abandonó el país). Este evento, sumado a las denuncias de sobornos y vínculos con el crimen organizado, plantea serias dudas sobre quién realmente ostenta el poder y la capacidad del gobierno de Arévalo para desmantelar el «Pacto de Corruptos».
Política exterior y dependencia geopolítica
La agenda internacional del gobierno de Arévalo ha sido criticada por su supuesta inclinación a convertir a Guatemala en un «dominio norteamericano» enfocado en la lucha contra la influencia de China y Rusia. Esta política exterior, que prioriza la alianza con Estados Unidos, ha sido vista como un pacto necesario por el propio Arévalo para conseguir el apoyo internacional que evitó el intento de golpe de Estado en su contra. No obstante, genera recelo en aquellos que perciben un alineamiento que podría sacrificar la soberanía o limitar las oportunidades del futuro del país.
La ‘soledad’ política y el ‘pacto de corruptos‘
En este panorama, la lucha política se interpreta como un enfrentamiento entre distintas facciones de poder, los denominados «Pacto de Corruptos A» (los atacantes) y «Pacto de Corruptos B» (el oficialismo). La debilidad del ex Movimiento Semilla en el Congreso y la disminución de la movilización ciudadana dejan a Arévalo sin el respaldo popular de 2023. Su necesidad de recurrir a la ayuda de EE. UU. y la OEA para defenderse de los ataques internos evidencia su fragilidad y soledad.
Este escenario es interpretado por algunos críticos como un «karma político» o consecuencia de sus propias alianzas y acciones, incluyendo el alejamiento de los movimientos sociales que lo apoyaron. La tensión entre el legado de su padre (la Revolución de 1944) y su actual pragmatismo político, visto por algunos como una capitulación ante intereses hegemónicos y estructuras de poder, subraya la profunda crisis de gobernabilidad y la frustración que embarga a muchos guatemaltecos que anhelaron una verdadera «primavera».
