En el día de los muertos

JAIROaLARCO

Autor: Jairo Alarcón Rodas

De lo que la muerte no podrá ser acusada nunca es de haber dejado a algún viejo indefinidamente olvidado en el mundo, sólo para que cada día sea más viejo, sin mérito que se conociese u otro motivo a la vista.

José Saramago.

Evocar la vida de los que se han ido para siempre, de aquellos que ya no están físicamente en este mundo, es devolver en instantes los momentos que se han compartido junto a ellos, los recuerdos vividos, las añoranzas y mutuos sentimientos. Ya que los muertos, cuando vivos, no han estado solos, han tejido historias junto a otras personas, aliado a seres con los que han vivido momentos, creado sentimientos, por lo que continúan viviendo en los recuerdos de los vivos, a pesar de su definitiva partida. Su presencia trasciende, incluso más allá de los límites de la muerte.

Por lo que compartir vivencias con alguien es hilar historias conjuntas, es dejar un legado a la posteridad y, no solo eso, es continuar viviendo en los recuerdos de los que se quedan después de la partida. Habrá personas que, en vez de dejar buenos recuerdos, lo que han logrado es marcar sus vidas con oscuras vivencias, ignominiosas quizás, para el olvido. De modo que los recuerdos se construyen con hechos, con experiencias, con sentimientos.

Los recuerdos pueden ser buenos y malos, de ahí que haya personas y momentos que no merezcan ser recordados. Sin embargo, muchas veces prevalecen tales recuerdos, se resisten a morir, es más, se insta a recordarlos para no olvidar los terribles momentos, las atrocidades que sucedieron, pues se espera que, al tenerlos presente, no se repetirán nunca más. Son esos recuerdos los que no valdría la pena rememorar. En igual forma, han existido seres tan despreciables en la historia, que deberían quedar para siempre en el olvido, no ser inmortalizados.

Pero, recordar a los seres queridos que han fallecido, aquellos que han dejado un vacío en nuestras vidas, es devolver el pasado que atesoramos, que hemos convertido en refugio para una existencia que por momentos se vuelve angustiante, con agotamiento vital, sin rumbo. Saber sobre los muertos que fueron parte de nuestras vidas, indagar en lo que fueron, es una motivación natural por conocer nuestro origen. Será que por la nostalgia que se siente, por el vacío que dejan en los que se quedan, se dice como el poeta Gustavo Adolfo Bécquer: ¡…qué solos se quedan los muertos!

Por eso me he preguntado, ¿quién fue mi bisabuelo? He tenido la inquietud de saberlo. No lo conocí, nadie me habló de él, no tengo noción de lo que fue ni puedo crear una imagen suya, pues carezco de información y de recuerdos. Sé que lo tuve, que fue el padre de mi abuelo, al que tampoco conocí y del que mi padre nunca me habló, por lo que no sé quién era ni quién fue. Lo único que sé es que desciendo de ellos, son parte de mi genoma existencial, lo demás es una incógnita para mí.

No obstante, lo que sí puedo decir es que su presencia en los recuerdos de los que los conocieron, terminó con la muerte de la última persona que compartió momentos con ellos, con las que, de alguna forma, construyeron mutuas historias. Y aunque pueda que todavía haya un breve registro de sus existencias, que sus nombres estén escritos en algún recorte de papel institucional, en un viejo obituario, las remembranzas de lo que fueron sus vidas finalizó con el deceso de los que compartieron recuerdos con ellos, durante su existencia.

Mis hijas no conocieron a mi papá, únicamente tienen una breve noción de lo que fue, pues solo pequeños recortes, destellos de su vida, de lo que fue junto a mí y de lo que viví con él, junto a nosotros, sus hijos, es lo que pude compartirles. Qué imagen podrán tener ellas de su abuelo si no tuvieron contacto directo con él, si no conocieron su rostro, su voz, si no les habló, si no estuvo presente para ellas, si no compartieron momentos. Para ellas, solo es el nombre de alguien que pudo ser importante para sus vidas y que tristemente no lo fue.

Por el contrario, mis hijas sí conocieron a mi madre, con ella lograron construir algunos momentos, tejer historias y, con seguridad, guardan recuerdos de ella. Y es que no se pueden crear recuerdos a partir de lo desconocido, la experiencia, los hechos vividos, son los que les dan vida a las historias, cuán importante es por lo tanto compartir bellos momentos para que los recuerdos se resalten.

 A pesar de la necesidad de compartir, para crear recuerdos, con breves relatos de una persona, con ínfimos detalles de lo que fue, de lo que mostró durante su vida, si hay algún interés en él, las personas pueden construir una idea de lo que fue su existencia, con la ayuda de la imaginación y de la fantasía.

No obstante, son las vivencias compartidas, los sentimientos vividos, los que le dan claridad a los recuerdos. La fantasía y la imaginación, a veces, sustituyen, en este caso, a la realidad de lo sucedido, es por loque a veces me pasa, lo confieso, que no estoy plenamente seguro de que los recuerdos que tengo de y con mi padre, sean los vividos o los que he creado en mi imaginación. Albert Einstein dijo alguna vez, los recuerdos son engañosos porque están coloreados con los eventos del presente.

De ahí que las personas trascienden, a partir de los recuerdos que han dejado, como resultado de los momentos compartidos, de la huella de jada, de sus obras que, como impronta, queda grabada en la memoria de los seres que se quedan, pero que lamentablemente terminan cuando estos se hacen viejos y mueren. Acertadamente Milan Kundera decía, los recuerdos también envejecen y mueren. 

Cada individuo tiene una historia personal, una data de vida que entreteje con otras personas con las que ha compartido su existencia, con las que ha dejado recuerdos, es lo que Bergson llama memoria, la que no es más que duración, ya que contiene en sí misma la persistencia del pasado en el presente, volcado a su vez hacia el futuro.

De modo que uno es lo que se construye con otros ineludiblemente. Un ser solitario, que ha dejado de frecuentar el calor humano, deja de construir historias, a pesar de tener memoria e imprimir sus recuerdos en ella. Las historias tienen la particularidad de que surgen a partir del encuentro con otros y se extienden a partir de las palabras, símbolos y recuerdos que se quedan. Sabiamente Fiodor Dostoievski escribió: Mañana vendré aquí sin falta, aquí mismo, a este mismo sitio, a esta misma hora, y seré feliz recordando el día de hoy. Este sitio ya me es querido¿Cuán felices pueden hacer los recuerdos?

Mientras más vivencias se tengan con los seres queridos, con las personas que se aprecian, mientras más recuerdos se construyen con los seres que se ama, mientras los sentimientos broten y se manifiesten en acciones que dejen huella, con todos aquellos con los que se han construido historias, momentos inolvidables seguirán presentes, de los que se han ido, en la memoria de los vivos. La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos, decía Cicerón.

Sé que un día ya no estaré presente, soy consciente que mi ausencia física será una realidad, en definitiva, que me convertiré en nada, por lo que lo único que espero es evocar en mis hijas buenos recuerdos, una sonrisa quizás, que lo que compartimos, sumado a sus memorias, les dé algunas alegría, como a mí me lo brinda, reiteradamente, los recuerdos de mi madre.

En el día de los muertos, los recuerdos de los seres queridos se hacen presente nuevamente, no es que solo en ese día se les recuerde, pues habitan en nosotros, están en nuestra memoria y no piden permiso para volver.

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