El difícil ejercicio del periodismo digno

JAIRO3

Autor: Jairo Alarcón Rodas

La fe en la posibilidad de que la verdad salga adelante y triunfe sobre la ignorancia y la propaganda no es una fe ciega.

Walter Lippmann

Estar informado es uno de los derechos fundamentales de las personas. Pero saber lo que sucede depende de la calidad de la información del informante. Informarse es estar al tanto de los hechos, lo que resulta importante pues de ello dependen, en cierta medida, los aciertos o errores que se puedan cometer. La información es poder, pero esta puede ser un claroscuro de verdad y engaño dado que, al ser un conocimiento por referencia, todo dependerá de la fiabilidad de la fuente.

Quién es el informante, cómo difunde el hecho noticioso y qué cualidades debe tener quien recibe la información para estar efectivamente informado, son interrogantes que deberán examinarse ya que, en ese proceso comunicativo, se da una relación en la que el informa debe declarar los hechos con la mayor objetividad posible y el que recibe la información, a su vez, decodificarla asertivamente. Estar bien informado es saber o tener el conocimiento sobre determinados aspectos de la realidad, que otorguen mayor control y propiedad en un accionar determinado, pero la información debe corresponder a los hechos, pues de lo contrario, se estaría desinformado.

Trasladar la información con objetividad no solo requiere de herramientas cognitivas que permitan al informante actuar con propiedad, sino el criterio de cómo, cuándo y por qué hacerlo. Es decir, no solo poseer instrumentos que permitan comunicar con veracidad, sino también ostentar una actitud integra y ética.

En los actuales momentos, en la era del Internet y de la comunicación, la información circula con mayor vigor y agilidad, los hechos que se desarrollan en cualquier parte del mundo son vistos con prontitud e inmediatez en países distantes. Decía Ignacio Ramonet: La sucesión rápida de noticias breves y fragmentadas produce un doble efecto negativo de sobreinformación y desinformación. Por lo que se debe tener cuidado, en ese tipo de información fragmentada y tendenciosa que inunda las redes sociales. Ahora, la información está al alcance de más personas, sin embargo, así como el flujo de la información se hace más constante y abundante, la credibilidad del material que circula es más incierto y engañoso.

Con relación a ello, Umberto Eco, en periódico turinés La Stampa, dijo: Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas. El acceso a un medio de comunicación no discrimina y tanto puede difundir verdades como mentiras, puede formar como alienar. La crítica de Eco está encaminada a la sarta de mensajes que poco o nada tienen de contenido formativo y a las mentiras que se difunden por ese medio.

Ahora, por ejemplo, el mundo se entera de las atrocidades que comete el ejército israelí en la franja de Gaza en contra de la población civil de Palestina, a pesar de que los grandes consorcios internacionales de la información pretenden ocultarlo. Así, lo que está sucediendo en Medio Oriente cuenta con evidencias suficientes de quién es el enemigo de la humanidad, pero la prensa internacional, los gobiernos de los países de occidente, ven con indiferencias tales crímenes, convirtiéndose en cómplices.

Ante el control de los medios de comunicación, cómo saber qué información es falsa y cuál es verdadera. Sin duda, le toca al informado distinguir la calidad de la información a través de un juicio crítico, pero ¿qué tan preparada está la sociedad para realizar ese proceso? Una sociedad ignorante no cuestiona, acepta; y es por lo que la educación crítica, transformadora, deja de tener importancia para las élites hegemónicas.

Dado que contar con información fidedigna otorga poder, pero, de la misma manera, puede servir para engañar, persuadir, dirigir, alienar a una población carente de una formación crítica. Consecuentemente, la información no necesariamente es apegada a los hechos, ya que los grupos de poder la utilizan para mantener el control de la población,  para imponer sus agendas políticas y económicas.

Decía Julian Assange: La pregunta es, ¿quién está promoviendo la ignorancia? Bueno, esas organizaciones que tratan de mantener las cosas en secreto, y esas organizaciones que distorsionan información verdadera para hacerla falsa o desvirtuada. En esta última categoría, está la mala prensa. La mala prensa la que se ciñe a los cánones del sistema, que se vende al mejor postor, a la que no le interesa que la sociedad esté bien informada.

Cuál es el papel de la prensa, cómo debería ser su desempeño dentro de la sociedad, sin duda que la prensa es esencial en todo país dada la importancia que tiene la información para sus habitantes, pero ¿cómo hacer de esta un ente digno si constituye, dentro de las economías de libre mercado, un negocio? Cómo hacer que el aspecto ético prevalezca en el traslado y difusión de la información. Para Luis García Montero, este equipaje ético resulta imprescindible porque se puede discutir sobre las distintas interpretaciones ideológicas de un dato o una situación, pero no deben confundirse estas interpretaciones con los falseamientos y la falta de rigor.

Cómo saber si la información que circula es veraz y si los reporteros describen los hechos con objetividad y responsabilidad, cómo saber si el informante no está siendo engañado a través de una información tergiversada, tendenciosa. Por parte del que informa, eso puede ocurrir a inapropiadas herramientas necesarias en su labor periodística, falta de criterio, ignorancia.

En tal sentido, las personas que ejerzan el periodismo con dignidad deben contar con un componente teórico y práctico que les proporcione conocimientos sobre lingüística, redacción, géneros periodísticos, así como una formación social-humanística y, fundamentalmente, una cultura filosófica con la que puedan interpretar adecuadamente la realidad, los hechos que se suscitan y puedan convertirse en noticia . Conocimientos que deberán contar con la templanza de elementos éticos.

Por qué si la Escuela de Ciencias de la Comunicación, de la universidad de San Carlos, tiene, dentro de sus pensa de estudios, cursos que cumplen con una adecuada formación periodística, los resultados en la práctica dejan mucho que desear. El problema está en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Es decir, no se está enseñando adecuadamente y los estudiantes también no responden a las exigencias académicas que la carrera demanda. Una cosa es lo que está escrito en papel y otra, muy distinta, lo que se enseña efectivamente.

Por otra parte, dado que la prensa resulta ser un negocio, en donde se trafica información por un precio, los empleadores ocultarán, tergiversarán, mentirán sobre todo aquello que ponga en peligro la estabilidad de sus patrocinadores. Ante ello, qué puede hacer un trabajador, un periodista, un reportero. En ese caso, está en juego su integridad como profesional del periodismo, pero también su estabilidad como asalariado que tiene que comer y seguir existiendo.

El ejercicio de un periodismo digno, veraz, independiente, crítico, tiene un riesgo en países en donde el autoritarismo prevalece y las elites económicas no permiten crítica alguna que ponga en peligro el control que tienen sobre tales sociedades; en países en donde la democracia no es el mecanismo que regula el ejercicio del poder; en el que la justicia y la equidad lejos están de ser el fundamento que establece las normas que rigen el comportamiento de las personas.

Y así, en países que presumen ser democráticos, se persigue a aquellos que revelan hechos que la prensa tradicional mantiene ocultos o tergiversa. Ese es el caso de WikiLeaks, del periodista Julian Assange, quién ha sido perseguido por los aparatos de seguridad de los Estados Unidos por revelar información sobre los desmanes cometidos por el ejército estadounidense en Irak, Afganistán y la prisión de Guantánamo. Hechos noticiosos, que otros medios internacionales de occidente, no se atrevieron a publicar, convirtiéndose en cómplices de tales crímenes.

Así, en el diario digital madrileño, Público, se hace referencia que, el 5 de abril de 2010 WikiLeaks filtró el vídeo Collateral Murder. Era la narración visual completa de cómo los tripulantes de un helicóptero de combate Apache aniquilaban a 12 civiles iraquíes en un suburbio de Bagdad. Entre ellos estaba el fotógrafo de la agencia Reuters Namir Noor-Eldeen. Tres meses más tarde, en octubre, una filtración de otros 400.000 documentos destapaba las atrocidades ocultas en Irak, otro territorio en el que EE. UU. cometió –y escondió– crímenes contra civiles, al tiempo que consintió las ejecuciones sumarias perpetradas por las fuerzas aliadas iraquíes. En ellos se admitía que el 60% de las personas fallecidas en Irak entre 2003 y 2009 eran civiles. Información que otros medios ocultaron, en detrimento de la propia labor informativa.

Hasta cuándo seguiremos contando con un periodismo poco profesional y acrítico que responde a los intereses económicos de los medios y los grandes emporios internacionales, en vez de informar con veracidad. Qué se requiere para contar con reporteros acuciosos, que investiguen las fuentes de información, que procedan con objetividad, que preguntan con criterio, en vez de periodistas que, más que esclarecer la verdad, consideran que el periodismo significa confundir a la opinión pública con planteamientos contrarios, en donde se le da esencial cabida a la mentira y a la diatriba.

Y así, en programas de opinión, se presentan como analistas expertos y versados a exfuncionarios de gobiernos pasados, cuya virtud más grande es haber ejercido un cargo público. No importando si lo que dicen obedece a criterios tendenciosos, sectarios, juicios inatinentes, pues lo relevante es presentar dos puntos de opinión para que la población sea la que extraiga la conclusión, ya que, según ellos, en eso estriba la objetividad del periodismo.

A no dudar, el ejercicio del periodismo es fundamental en toda sociedad, pero la dignificación de esa profesión se logra con una formación ética y profesional por parte de aquellos que han escogido, por vocación, tan digna profesión.

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