El deber ser del proceso de enseñanza-aprendizaje

JAIROaLARCO

Autor: Jairo Alarcón Rodas

El aprendizaje no es un mero proceso de acumulación de conocimientos, sino un proceso social y cultural.

Lev Vygotsky

El proceso de enseñanza aprendizaje en la educación superior, como todo vínculo humano que se realiza a través de la comunicación, en este caso entre un docente y los alumnos, tiene por objetivo que los estudiantes adquieran los conocimientos de la disciplina que se han asignado, que les permita no solo hacer, sino comprender el porqué del cómo se hacen las cosas y su incidencia dentro de un contexto social, es un aprendizaje que va más allá de una finalidad práctica inmediata, un aprendizaje reflexivo.

Pero, cuál es la función del docente dentro de ese proceso, cuál es el papel que deben desempeñar los alumnos, es más, cuál debería ser el objetivo esencial de la educación y en qué consiste un modelo educativo idóneo. Todas estas interrogantes, que llevan  a las preguntas ¿qué se espera del proceso de enseñanza-aprendizaje? ¿Qué es saber enseñar y cuáles son los requisitos para poder aprender? Será que toda persona puede enseñar y, en igual forma, cualquier individuo puede aprender o son necesarios ciertos conocimientos, destrezas, habilidades, disposiciones y requisitos que, en un escenario real, no son potestad de todos.

La función del docente, en el proceso de enseñanza, es brindar los conocimientos que él posee, en los que se ha formado y para el cual está calificado, posibilitando, a su vez, que los alumnos generen los propios para ampliar su dominio sobre la materia, con fines de una práctica más certera dentro de la sociedad, contemplando aspectos cognitivos y éticos.

De ahí que hay una diferencia entre el que enseña y el que aprende, pues si no la existiera, no tendría razón de ser la figura del profesor, ya que perdería importancia en dicho proceso. De modo que enseñar conocimientos no es únicamente la labor de un docente, va más allá de la transmisión de saberes, Herbert Spencer señalaba que el objeto de la educación es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos, y no para ser gobernados por los demás. En esa autonomía del pensamiento, la educación se convierte en una herramienta exitosa.

David Ausubel, por su parte, indica que en el proceso de enseñanza-aprendizaje es imprescindible las estructuras cognitivas del alumno y la motivación. Motivación que contempla el aspecto didáctico, pero que no debe limitarse al papel del docente sino, también, el entorno educativo y el deseo de aprender por parte del estudiante.

Actualmente se dice que el docente debe ser un facilitador de conocimiento, un guía para lograr que el alumno construya por sí mismo las ideas y pensamientos, que descubra, a partir del ejercicio racional y experimental, el saber de las cosas. Siendo, por lo tanto, el profesor solamente un guía para lograrlo, descartando con ello la idea del absolutismo que representa el docente en una educación tradicional. De ahí que se pretenda la democratización al interior del proceso de enseñanza-aprendizaje  que significa empoderar al estudiante para que participe activamente en dicho proceso.

No obstante, el proceso idóneo de enseñanza-aprendizaje requiere la combinación tanto de la calidad de conocimientos que exponga el docente como de la disposición activa y reflexiva de los alumnos. Lo cual no equivale a que el que enseña someta al que aprende dentro de una relación de subordinación impositiva. Es evidente, Señala Theodor Adorno, que el éxito como profesor universitario se obtiene gracias a la ausencia de todo cálculo respecto de la adquisición de influencia, gracias a la renuncia a persuadir. No se trata de imponer ideas y criterios sino de la búsqueda conjunta de criterios más elocuentes sobre las cosas.

Pero, quién es el que construye el saber, de qué forma el conocimiento sobre la realidad, sobre las cosas, fue gestado. Sin duda fueron las personas que se dedicaron a la reflexión racional, a la experimentación, las que, investigando sobre los secretos de la naturaleza, establecieron un modelo del universo y también de sus particularidades, tanto en el mundo físico como en el social, lo que hicieron a través del conocimiento y de la ciencia. Fue así que se estableció un compendio de conocimientos necesarios para el desarrollo de las ciencias aplicadas, que nutrieron a la técnica, necesarios para el bienestar de la humanidad.

Saberes que tienen grados de complejidad y de profundidad, que va de la simple apreciación y juicio cotidiano al conocimiento empírico, que dio vida al conocimiento técnico, al científico y al filosófico. De tal modo que los saberes, que forjaron, adquirieron y compartieron hombres y mujeres de ciencia, contrastan con los que pueda tener una persona común, que basa su visión y apreciación del mundo en la opinión. Consecuentemente, el saber hacer se distingue del saber las causas de ese saber hacer. En el primero, se aprende la técnica para ejercer una acción determinada, en el otro, se comprende cómo es que se posibilita tal acción.

Consecuentemente, para que una persona adquiera conocimiento sobre determinados aspectos de la realidad, debe ser instruida por aquellos que han demostrado que lo han adquirido, diferenciándose así, a los que desean aprender de los que pueden enseñar. Sin embargo, el poder enseñar requiere de técnicas, métodos y procedimientos que se convierten en auxiliares del contenido de enseñanza que no se puede pasar por alto. Aristóteles decía que la mejor forma de saber si una persona sabe, sobre un determinado tema es que sepa enseñarlo. Ya que saber sobre un tema, es más que contar con la información de ese tema.

Pese a ello, la pedagogía pone en tela de juicio tal aseveración aristotélica, al indicar que saber de un aspecto de la realidad, ser experto en una disciplina o ciencia, no necesariamente significa que pueda enseñarla. Cuando Aristóteles hace tal afirmación, la hace considerando que el conocimiento de algo va más allá del simple aprendizaje superficial, de modo que, al adquirirlo, se comprende los procesos que dieron lugar a dicho fenómeno del saber y, no solo eso, otorgan la posibilidad de utilizar las palabras precisas para su comprensión y entendimiento, de ahí que, dentro de esta perspectiva, saber sobre determinado aspecto de la realidad, también incluye el poder comunicarlo con propiedad.

Sin duda que en el proceso de enseñanza-aprendizaje existen otros factores que participan en su desarrollo, siendo estos externos como internos. Los recursos a emplear, la metodología, el contexto, el ambiente, el tiempo son aspectos que inciden y deben ser contemplados para el buen desarrollo y desempeño de la educación, pero, a pesar de ello, la relación entre el docente y el alumno, dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje, resulta ser lo más relevante para poder generar el pensamiento crítico.

Un excelente docente garantiza que el proceso de enseñanza se lleve a cabo con plenitud, no solo en contenido sino también en la forma. Empero, hay que recordar que, como bien lo señala Henry Giroux: La educación es un acto político fundamental en-sí mismo. Es una forma de luchar por una democracia en la que los derechos humanos, la justicia social y la igualdad de oportunidades sean una realidad para todos. Para que la educación sea un proceso de transformación humano, debe contar con elementos éticos y sociales que promuevan la justicia y la equidad. Ya que la ciencia también tiene una responsabilidad social.

En muchas ocasiones, existen modelos educativos en los que se resalta la labor pedagógica, es decir, se pone particular atención y énfasis en el cómo debe enseñarse, es decir, en modelos innovadores de educación, técnicas y recursos pedagógicos, aspectos que muchas veces caen en un paternalismo educativo, que rebajan la calidad del proceso y promueven el acomodamiento de los que están obligados a aprender. La excesiva mediación de textos representa uno de esos problemas.

Thomas Abraham señala que, para aprender hay que estudiar. Y estudiar duele. Y no será la primera vez que ciertos dolores son muy lindos, dan grandes recompensas, son esfuerzos alegres. De modo que los estudiantes deben ser responsables de su desempeño, comprender que si son alumnos es porque desean aprender. Pero muchas veces los estudiantes están en el lugar que no les corresponde y de ahí su falta de interés y compromiso en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por más ilustrativos y novedosos que se les presenten los conocimientos por aprender, pocos resultados podrán lograrse.

Justicia no solo es darle a cada quién lo que le corresponde sino, también, que cada persona esté en el lugar que le corresponde. En tal sentido, no se le puede exigir a un alumno que rinda en matemática sino es apto para ello, máxime si tiene poco interés en esa materia, si sus habilidades son otras.

En síntesis, el proceso de enseñanza-aprendizaje requiere de un compromiso por parte del docente como del alumno, que conlleva la responsabilidad en los papeles que desempeñan tanto el que enseñanza como en el aprende, con la finalidad de lograr un aprendizaje significativo, que redunde en beneficio del estudiante como de la sociedad.

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