El Consenso de Washington, los tratados de libre comercio y la competencia

Mario

Por Mario Rodríguez Acosta

El primero de enero de 1994 se firmaba el primer tratado de libre comercio entre Canadá – Estados Unidos y México al que se le llamó TLCAN. Significó el inicio del proceso neoliberal basado en la competencia y el libre comercio. En la presidencia mexicana estaba Salinas de Gortari, el más neoliberal de los presidentes involucrados. Cuando se firmaba ese tratado, en Chiapas se daba el levantamiento zapatista. El resto es historia.   

Y esa historia reflejó con claridad el papel que jugaron los Tratados y Acuerdos de Libre Comercio como complemento y palanca en la aplicación de los programas de ajuste estructura que eufemísticamente se les llamó “Consenso de Washington”, que no fue más que la profundización del modelo neoliberal, el fin de la historia, como le llamo Fukuyama, y que posteriormente se conoce como la gobernanza basada en reglas que instauró Estados Unidos después de la implosión del socialismo real en la Unión Soviética.

Los lineamientos del Consenso de Washington se implementaron en todos los países con más carga ideológica y como parte de los programas de ajuste estructural que los organismos financieros internacionales impusieron. Las privatizaciones, la apertura comercial, la reducción del gasto social del Estado y la desregulación financiera, permitió modificar la economía real y controlar la estructura jurídica del Estado para garantizar continuidad y profundidad en las reformas.

Guatemala se subió a esa ola neoliberal por medio del Tratado de Libre Comercio con México, que se firmó en marzo del año 2000. Años antes, Álvaro Arzú de forma unilateral redujo los aranceles de bienes agrícolas, para según él, hacer más competitiva la producción local, mientras cerraba todos los programas de extensión agrícola que existían en el Ministerio de Agricultura. En paralelo se firmaba la Paz, ya cuando el rumbo neoliberal de la política pública estaba en marcha.

Después de 25 años el país continúa exportando los mismos bienes agrícolas primarios y su estructura productiva sigue siendo la misma, con un sector mono exportador basado en la expansión de la frontera agrícola y la sobre explotación del trabajo, otro sector de exportación llamado no tradicional que no logra despegar a pesar de la enorme inversión pública que lo sostiene, mientras el proceso de desindustrialización paulatina reacomoda los servicios como principal generador de empleo.

De hecho, los acuerdos de libre comercio permitieron una transición global a favor de los países más desarrollados, países que tienen una necesidad urgente de acceso a materias primas críticas. Los tratados abrieron la puerta para acceder a recursos naturales a través de desregular las inversiones, reducir las regulaciones ambientales y establecer vínculos con capitales locales para repartir riesgos y beneficios.

Las grandes transnacionales implantaron un sistema extractivo sobre la base del feudalismo tecnológico. Las utilidades iban al exterior, los costos ambiéntales y humanos se gestionan localmente, mientras se explotaban los minerales críticos que sostienen la producción tecnológica e industrial de los países desarrollados, aquí quedaba la pobreza y la destrucción de los recursos naturales.

El extractivismo tuvo un impacto significativo y negativo en las comunidades indígenas y en general en todo el país, generando contaminación ambiental, despojo de tierras y degradación social, pérdida de biodiversidad y despreció de los conocimientos ancestrales, provocando violencia y conflictos entre las empresas extractivas y las comunidades.

Una vez lograda la apertura comercial, los países ricos y más desarrollados buscaron maximizar sus ganancias a través de la explotación de los recursos naturales, con la destrucción del medio ambiente. La competencia de mercado también se convirtió en un instrumento clave para el neocolonialismo, utilizando la competencia de mercado para mantener su dominación sobre los países pobres y vulnerables, pero garantizando con los acuerdos y tratados la extracción de los minerales críticos.

La competitividad y la competencia fueron los mecanismos para sobre explotar el trabajo y los recursos naturales de los países pobres con la creación de relaciones de dependencia y subordinación, donde los países pobres son obligados a exportar materias primas y recibir productos manufacturados a cambio de nada.

Por eso resultada paradójico que 25 años después, los mismos sectores que apoyaron la implementación del libre comercio y el desarrollo del neoliberalismo, ahora son los que se oponen a una Ley de Competencia, que fue establecida dentro de los compromisos del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea.

La discusión sobre la conveniencia o no de la Ley de Competencia ha genera controversias sobre la orientación de la conducción neoliberal de la economía. La concepción del individualismo social ha chocado abiertamente con la tolerancia del poder económico para gestionar una normativa que podría cuestionar, pero nunca hacer peligrar, el poder económico que determinadas empresas tienen en diferentes mercados nacionales.

Es un choque sin víctimas y un debate sin posturas. Segovia le llamo el “gran fracaso” a la existencia de 150 años de capitalismo ineficiente en Centroamérica, que se ve reflejado en la incapacidad del Estado de Guatemala para cumplir mínimamente con los compromisos asumidos dentro de una agenda marcadamente neoliberal, mientras exige respeto y cumplimiento de las licencias de explotación minera recientemente suspendidas.

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