Desestimar la inteligencia
Autor: Jairo Alarcón Rodas
La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos sino el hecho de negarse a adquirirlos.
Karl Popper
La inteligencia es la capacidad de resolver problemas y qué son estos sino dificultades con las que tropieza la existencia humana que los enfrenta de la incertidumbre al éxito o al fracaso. De ahí que en la relación del yo con lo otro, la armonía y la concordancia no siempre están presentes, es preciso una acción por parte del sujeto que no solo le permita comprender su entorno sino superar cualquier dificultad que se le presente.
En tal caso, todo depende de la actitud del yo, pues si no existiera dificultad en comprender lo que es lo otro, en entenderlo correctamente, no sería necesaria ni la ciencia ni la filosofía afirmaría Karl Marx, por lo que es imperioso cultivar la mente, desarrollar sus potencialidades cognitivas, no quedarse pasivo dentro de un marasmo irreflexivo.
No obstante pensar eficientemente, conlleva del método correspondiente para que los resultados sean satisfactorios. No es simplemente elucubrar ideas, plantear ocurrencias, verter opiniones o suposiciones. La realidad, para los que la consideran independiente de la conciencia, requiere ser interpretada correctamente, es decir, objetivamente, al igual que la realidad social en la que se desenvuelven las personas.
De modo que la información que proveen los sentidos, que nutren al intelecto, debe ser interpretada correctamente, lo que hace necesaria la presencia de estructuras lógicas para establecer la relación idónea entre el pensamiento con la realidad, a través de un lenguaje apropiado y la forma de expresarlo a través de las palabras. Qué pasaría si cada uno interpretara la realidad a su conveniencia, al margen de criterios objetivos, no habría posibilidad de lograr entendimiento ni consensos para el desarrollo de proyectos.
Construir una imagen del mundo errónea, equivocada, sin duda trae consigo confusiones, errores que dan lugar no solo a malentendidos, sino a discordias que, si se agudizan, conducen al caos dentro de la sociedad. Pero cómo saber cuál es la lectura correcta sobre la realidad. Es claro que con criterios arbitrarios no se obtendrá, se hace necesaria la objetividad que brinda la racionalidad.
La cultura ha sentado las bases para la cohesión y comprensión entre los seres humanos basada en las costumbres, en las tradiciones, sin embargo, esta forma de resolver problemas no siempre ha sido la más idónea, originando conflictos e inconformidad, es por lo que surgió la ciencia y con esta el pensamiento crítico, para orientar el camino hacia una mejor convivencia. No obstante, persisten los criterios autoritarios, las imposiciones, se impone lo ideológico sobre lo crítico.
Hay criterios generalizados que se aceptan sin ser cuestionados, que germinan al interior de las familias, en la sociedad, derivados de saberes ancestrales o preceptos establecidos por la ciencia. Así, las personas saben, por ejemplo, que es un perro por sus características físicas, su forma de actuar, de manifestarse, no es necesario que sepan que es un mamífero carnívoro de la familia de los cánidos, que fueron domesticado hace más de 3 mil años ni que bajo determinadas circunstancias se corre un riesgo, de modo que no hay necesidad de precisar las causas que derivaron tal amenaza.
A pesar de ello, surgen aspectos en donde es difícil encontrar un acuerdo, sobre todo cuando tales criterios entran en contradicción con aspectos que se han asumido como válidos y constituyen un valor personal. La creencia en Dios puede ser un claro ejemplo ya que ni la experiencia ni la razón pueden dar cuenta fehaciente de su presencia y, sin embargo, constituye un valor fundamental en muchas culturas y sobre todo para las personas que creen en eso.
Los criterios sobre la realidad, algunos indiscutibles, aceptados por la generalidad, otros, pertenecientes al caudal subjetivo de las personas, corresponden a aspectos culturales, imposiciones ideológicas que marcan las diferencias entre los pueblos y entre los individuos. Pero, qué significa la expresión de Hegel, todo lo real es racional y todo lo racional es real, que nada escapa a la razón humana y lo que no es real, ergo, no es racional. A pesar de ello, muchos piensan que su criterio personal es válido y por lo tanto debe ser aceptado por los demás.
Marx se refería a la ideología como falsa conciencia y en su crítica al capitalismo planteó que el modelo económico en mención, para seguir vigente, requiere de un “brazo ideológico” que imponga su forma de pensar, que corresponda a los valores que sustenta ese sistema. De ahí que los valores que se reproducen son los que ese sistema estima que sean convenientes, exaltando el individualismo, la competitividad. Etc. Por lo que muchos, que no teniendo el capital ni los beneficios que este otorga, defiende ese tipo de relaciones económicas y el trabajo alienado que de ahí surge.
Es comprensible que dentro de ese sistema, a las personas se les haga creer que si son emprendedoras, si se esfuerzan y son competitivas, podrán salir de la pobreza, adquirir riqueza, subir de estatus, pero se les olvida decir que para eso necesitan oportunidades y esas no las hay para una gran mayoría, es más, si así fuera, la miseria ya no existiera en los países capitalistas, realmente sería el fin de la historia como lo señalara Francis Fukuyama, no obstante, la realidad no es así y la pobreza se multiplica por el mundo y no precisamente en los países socialistas.
Pretenden hacer creer que el pobre es pobre porque quiere y si padece hambre, desnutrición, marginalidad, es porque así lo ha querido, ya que no se esfuerza por cambiar su situación, no trabaja ni tienen aspiraciones de una vida mejor, es cerrar los ojos a una realidad lacerante que afecta a millones de personas que viven dentro del sistema que ha hecho más ricos a los ricos y miserables a los pobres.
Pero, para darse cuenta de tal situación se requiere que las persona posean criterio, que sepan discernir lo que es la realidad de la ficción, lo verdadero de lo falso, que cuestionen su situación, que puedan visualizar a sus enemigos y eso es precisamente lo que no les permite el sistema poder ver. Por lo que, con toda una maquinaria ideológica que aliena, distrae, divide, destruye toda inquietud de pensar más allá de lo establecido, desestima la inteligencia y, en vez de ello, programa, crea un mundo de mentiras y de engaños, robotiza.
Enfrentarse a un problema puede conducir al éxito o al fracaso, al acierto o al error, pero tales valores no pueden ser juzgados desde una perspectiva subjetiva pragmática, a pesar de ser los individuos los que directamente se ven afectados de una u otra forma con el resultado, este igualmente afecta a la sociedad.
En tal sentido, el acierto y el error de una persona debe estar enmarcado dentro de un ámbito social. De ahí que no es suficiente el empleo de la racionalidad instrumental para el logro de sus objetivos, es necesario contemplar la racionalidad normativa para tales fines, lo que obliga a seguir un comportamiento ético, en donde el fin no puede justificar los medios.
Decía Herbert Marcuse, la lucha por la verdad salva a la realidad de la destrucción, la verdad empeña y compromete la existencia humana. Es el proyecto esencialmente humano. Si el hombre ha aprendido a ver y saber lo que realmente es, actuará de acuerdo con la verdad. La epistemología es en sí misma ética y la ética es epistemología. Por esa razón, tanto la búsqueda de la verdad como la ética no pueden desligarse la una de la otra y, consecuentemente, el conocimiento no solo libera de la ignorancia sino, también, previene de comportamientos mezquinos y aberrantes.
Una persona que conoce no solo lo hace para desentrañar los secretos de la realidad sino esencialmente, el saber que otorga el conocimiento lo dota de habilidades cognitivas y prácticas que posibilita que su comportamiento sea el adecuado dentro de la sociedad. Conocer no significa simplemente acumular datos e información, el conocimiento, al liberar de la ignorancia permite, al que lo ejercita, ubicarse en el mundo, no solo con una visión práctica sino esencialmente humana.
Desestimar la inteligencia significa ausentarse del mundo estando en él, seguir patrones establecidos, guiones preestablecidos, no poder cuestionar la realidad fetichizada que crea el aparato ideológico del sistema y es que dice Byung-Chul Han, la ideología como explicación total del mundo elimina toda expectativa de la contingencia, toda incertidumbre y, con ello, sume a las personas en un marasmo intelectivo.
Desestimando la inteligencia, el capitalismo ha logrado individuos obedientes, personas que no alcanzan a visualizar a sus verdaderos enemigos y se enfrascan en conflictos personales, se sumen en fantasías religiosas y distractores alienantes que los enajenan de la realidad. Despertar de ese letargo, comienza al darse cuenta de las cadenas que los atrapan y continúa con el deseo y la voluntad de salir de la ignorancia.
