De Syriza a Semilla: las lecciones para las izquierdas

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Marco Fonseca

En 2019, Slavoj Žižek publicó en The Independent un balance demoledor de la experiencia de Syriza en Grecia que hoy vale la pena reconsiderar para entender algunos procesos políticos complejos del presente.

Para Žižek, lo que ocurrió en Grecias con el caso de Syriza no fue simplemente una traición o un error táctico, sino la constatación de un límite histórico: una izquierda que llega al poder sin plan realmente enraizado en la ciudadanía para enfrentarse a la coerción estructural del capital y de las instituciones corruptas termina convertida en administradora de la austeridad y el efecto derrame. Esto es algo que hoy suena muy familiar en el contexto latinoamericano donde simplemente sacar un 5 o 10% de la población del rubro de la pobreza extrema a la pobreza (de US$1.25 a US$1.50 diarios), aunque las estructuras sigan siendo las mismas, ya en considerado y celebrado como “desarrollo sostenible”.

Reflexionar sobre la derrota histórica de Syriza nos ofrece hoy un espejo incómodo en el que también se reflejan Podemos en España, AMLO en México, Boric en Chile y, más recientemente, Semilla en Guatemala. Todos, en distintos grados, encarnaron un momento de potencia y esperanza plebeya que después se vio disciplinado, absorbido o desviado por los marcos institucionales heredados.

El “doble desastre” histórico de Syriza

Žižek señaló en 2019 que Syriza vivió un doble desastre. Por un lado, ejecutó el programa de austeridad que había prometido combatir. Y, segundo, al hacerlo, se volvió un partido como cualquier otro, desarticulando la base social que lo llevó al poder.

El punto de inflexión llegó después del referéndum del 5 de julio de 2015, cuando el 61% de la población votó “Oxi” contra las condiciones de la Troika. La misma noche, sin embargo, el gobierno reanudó negociaciones que terminaron en un acuerdo aún más duro y en una traición al voto popular de la ciudadanía. El populismo de izquierda se convirtió en mera administración de lo inevitable. Syriza simplemente dejó de ser un partido de izquierda y pasó a representar “los intereses de los ricos«.

Mientras tanto, Žižek advirtió también, los populismos de derecha experimentaban con medidas welfaristas y, con ello, ejecutaron un desplazamiento relativo de la agenda tradicional de las izquierdas y empezaron a construir consenso desde abajo. Táctica clave de los nuevos fascismos.

La enseñanza es clara: sin un plan para el “día después” – financiero, institucional y de poder constituyente y articulación democrática – la energía y la potencia plebeya se evapora.

La ola de esperanza: Podemos, AMLO, Boric

Podemos en España

Nacido del 15-M como producto de una articulación sin precedentes, Podemos prometió un “zarpazo” contra el bipartidismo. Pero al entrar en el gobierno, sin una arquitectura social ni financiera sólida, se vio atrapado en pactos y compromisos que diluyeron su agenda. Hoy, fragmentado en coaliciones como Sumar, es más un actor minoritario que una fuerza de ruptura. Íñigo Errejón, joven carismático, de palabra rápida y buen discípulo de Laclau y Mouffe que importó el populismo de izquierdas a España, no es menos responsable de toda esta debacle.

AMLO en México

La victoria de Andrés Manuel López Obrador en 2018 simbolizó la promesa de regeneración democrática y nacional. Pero el modelo extractivista se mantuvo: megaproyectos como el Tren Maya implicaron militarización de la obra pública, choques con comunidades indígenas y daños ambientales profundos e irreparables. AMLO llegó a acusar a estos movimientos de ser “eco de la derecha”, replicando la lógica que en su momento la izquierda criticaba.

Boric en Chile

Gabriel Boric encarnó la esperanza refundacional encabezando la más amplia anticulación política jamás ensamblada en Chile y dando impulso a un proceso constituyente y refundacional que sirvió de modelo para otros movimientos latinoamericanos. Sin embargo, tras la derrota, en lugar de profundizar la política de articulación democrática, recalibró hacia la estabilidad institucional. Aunque su gobierno mantiene cierto impulso reformista en asuntos puntuales —como el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas anunciado en 2025— el proyecto de articulación y refundación quedó atrás. Lo que queda es un progresismo de reformas parciales que no es mucho mejor de lo que hicieron Ricardo Lagos o Michelle Bachelet, quienes sentaron las bases para el desastre que fue Sebastián Piñera.

Resonancias en Guatemala: 2015 y 2023

El estallido social de 2015 en Guatemala fue parte de esa ola global de esperanza. La renuncia de Otto Pérez Molina, empujada por protestas masivas y por el trabajo de la CICIG, mostró la potencia de la ciudadanía movilizada.

En 2023, con la victoria electoral de Semilla y el gran paro nacional encabezado por autoridades indígenas (hoy criminalizadas por ello), la sociedad volvió a defender la democracia frente a maniobras judiciales y fiscales. Fue el momento refundacional más importante en décadas, aunque mucha gente protagonista no lo haya entendido así.

Pero la reacción fue inmediata. Desde el Congreso, las cortes y la fiscalía, el llamado “pacto de corruptos” ha bloqueado y cercado al gobierno de Bernardo Arévalo. El episodio de los CODEDES es un ejemplo claro: la aprobación del Decreto 7-2025 abrió la puerta a la ejecución de obras sin dictámenes técnicos, consolidando redes clientelares en nombre de la “descentralización”, pero con planes claros para la próxima elección general. El propio CACIF exigió el veto, mientras Segeplan calificó la norma de irresponsable. El dilema de Semilla se parece al de Syriza: ¿ceder a la gobernabilidad impuesta o enfrentar la coerción institucional? ¿Tiene Arévalo el carácter político para seguir luchando contra la coerción institucional?

Lecciones de Žižek para Guatemala

  1. Preparar el “día después”. No basta con ganar elecciones; se necesitan planes técnicos y financieros, democráticos y participativos, para sostener proyectos ante el sabotaje institucional tanto del capital como de la corrupción.
  2. No confundir gobernabilidad con sumisión. Pactar con élites es garantía de desmovilizar a la base y vaciar el proyecto. La relación de dependencia y sumisión hacia Estados Unidos, cuando ese país quiere deportar a la ciudadanía chapina que con sus remesas sostiene la economía popular del país, es también gran fuente de alienación.
  3. Poder constituyente permanente. La fuerza plebeya y democrática de 2015 y 2023 vino de pueblos indígenas y ciudadanía articulada (hasta cierto punto). Ampliar y profundizar esa energía, revitalizarla y reemsamblarla, es vital. Ese ha sido el error político e histórico más grave de un presidente débil que llegó al poder por puro accidente y errores garrafales de sus enemigos/as y no como producto de una articulación democrática.
  4. El ejemplo de la caja negra de los CODEDES. Sin controles técnicos y sobre todo comunitarios y democráticos, la descentralización se convierte en clientelismo y los CODEDES en alcancía de la corrupción. Se repite la historia. El veto es lo más elemental.
  5. Construir una alianza ecológica-popular. El futuro democrático de Guatemala pasa por evitar la trampa extractivista y el ensamblaje de una articulación ecológica-popular. Esto no está en la agenda de Arévalo, Semilla o Raíces. Pero esa debe ser la agenda de los/as de abajo.
  6. Blindaje frente al lawfare. Reformas procesales y acuerdos internacionales son necesarios para frenar la instrumentalización de la justicia. Esto es algo urgente y de corto plazo. Hasta hoy, debido a un institucionalismo disecado y pálido, el gobierno de Arévalo también ha fallado en esto.

¿Podemos concluir algo?

El fracaso de Syriza no fue solo el de un partido, sino el de una izquierda que creyó que bastaba con ocupar el gobierno. Žižek lo sintetizó muy bien en 2019: el capital y sus instituciones no se negocian en abstracto, se enfrentan con poder material y social. Hoy agregamos que deben enfrentarse con una articulación democrática destituyente.

Guatemala hoy se encuentra en un momento semejante: la esperanza abierta por 2015 y 2023 se ha disipado porque Semilla ha quedado atrapada en la lógica de la gobernabilidad disciplinaria. El reto de cualquier articulación democrática es, sin embargo, evitar repetir el destino de Syriza o la marginalidad de Podemos, sin caer en el extractivismo de AMLO ni en la mera administración institucional de Boric. Cada día parece que Arévalo está muy contento con haberse vuelto presidente y no quiere sacudir el barco.

La refundación democrática, en Guatemala, se juega en cada comunidad, en cada municipio, en cada movimiento, en cada tribunal y en cada partida presupuestaria. La gran lección es clara: sin plan para el día después, sin articulación democrática capaz de ganar la guerra de posiciones, la esperanza siempre se convierte en decepción.


Fuente Blog #RefundaciónYa

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