Curiosidades de la mente y sus claroscuros

Autor: Jairo Alarcón Rodas
La mente es su propio lugar y, en sí misma, puede hacer un cielo del infierno, un infierno del cielo.
John Milton.
La mente humana, con toda su complejidad en su mecanismo interno, la misma que sorprende, pero también aterrar, la que es capaz manifestar lo sublime pero igualmente lo grotesco e infame, la que oscila entre lo excelso y lo funesto, sin descartar lo ridículo o lo absurdo, la que dirige las acciones humanas, en continuas manifestaciones de sucesos, que fluctúan entre la virtuosidad y la perversión, es sorprendente.
Acciones perversas, producto de mentes retorcidas, son señal de que la humanidad poco ha avanzado en cuanto a su comportamiento social. Decía Aldous Huxley que quizás este mundo, la Tierra, sea el infierno de otro planeta, infierno que, sin duda, algunos seres humanos han sido artífices, a partir de mentes maléficas y enfermas.
Han pasado más de 1.5 millones de años, aproximadamente, desde que el Hombre de Java viviera en este planeta y del que surgieran los ancestros humanos, los que progresivamente se consolidaron como Homo Sapiens, tras un proceso evolutivo y de selección natural. Se esperaba que la mente de esta especie dirigiera su conducta, pero, al parecer, de sapiens tienen muy poco, sobre todo en cuanto al desarrollo de su comportamiento social. Con innovadoras variantes para este poderoso ser, continúa imperando la ley del más fuerte.
Como resultado, los seres humanos se vuelven depredadores de su misma especie, matan, mutilan, torturan, aniquilan a sus congéneres y lo hacen por intereses económicos, en nombre de nacionalismos, de creencias religiosas o, simplemente, por un placer enfermizo. Dentro de este escenario de infamia, hay algunos que mutilan, torturan, exterminan, bajo el pretexto de cumplir órdenes y, con ello, consideran que deben ser exculpados de sus crímenes.
En los seres humanos, su mente debería dirigir sus acciones, pues esta no solo le permite comprender lo otro sino, también, situarse en el mundo, ser reflexivos, ya que es eso lo que los distingue del el resto de los animales, cuyas acciones son más instintivas y, por ende, más consolidadas.
Hay actos involuntarios que se realizan sin previa reflexión, son operaciones en las que a la acción no le antecede una medición mental, son más bien movimientos instintivos, por lo que estos no pueden ser juzgados dentro del campo de la ética, incluso, dentro del derecho, son catalogadas como actos involuntarios. Por el contrario, son las acciones premeditadas las que, tras un proceso reflexivo, incurren en una acción punible, en un crimen, y por ello son las más enérgicamente sancionadas en sociedad.
Son los actos reflexivos que se cometen, los que se convierten en perversos, cundo causan daño y, asimismo, los que establecen la bajeza de quien los comete. Pero ¿qué es lo que determina que las mentes de esas personas piensen de esa forma? Siendo el pensamiento la capacidad que tienen las personas de formar ideas y representaciones de la realidad en su mente, relacionando unas con otras para un determinado fin.
Tal relación puede efectuarse correcta o inadecuadamente, lo que da por resultado el acierto o el error. Pero qué pasa con aquellos que sabiendo que sus acciones causaran daño a los demás, a los que no les importa el impacto negativo que provocarán sus actos, siempre y cuando estén garantizados sus beneficios personales, estas son las mentes siniestras, las que, desde luego, piensan y actúan mal.
A pesar de que la mente y lo que se genera de ella es un atributo humano, cada individuo puede ejercerlo con mayor y menor intensidad, con mayor o menor calidad, entendiendo, en este caso, calidad como la serie de reflexiones que interpretan de forma adecuada los fenómenos que acaecen en la realidad, tanto físicos como sociales. Surge, por lo tanto, la inteligencia, que resulta ser la capacidad para resolver problemas. Lo que, en el caso de los seres humanos, no se puede lograr sin tomar en cuenta la ineludible conducta social, el compromiso con la especie.
Analizando la mente de un Benjamín Netanyahu, de un Donald Trump, a través de sus acciones, puede decirse que son gobernantes para quienes decir la verdad les resulta irrelevante, que son individuos que desvalorizan la condición humana y anteponen intereses personales, ilegítimos, para lograr sus mezquinos intereses, en resumen, es notoria en ellos la deformación que hacen de la realidad, viven dentro de una mentira, justificando sus acciones de la manera más absurda y cínica.
Como esos gobernantes han existido otros a lo largo de la historia, por lo general tienen algo en común, son ególatras, se consideran superiores a los demás, piensan que tiene el poder legítimo para decir, hacer y decidir lo que les plazca y a no dar cuenta a nadie de sus actos.
Sin embargo, lo más preocupante, sobre las acciones que realizan este tipo de individuos, es que tienen seguidores, los que convencidos de que esa es la forma correcta de pensar y de gobernar, aplauden las acciones punibles de dichos personajes. Sin duda que ese tipo de personas coinciden en valores y en la forma de ajustar la realidad a sus intereses, siendo para ellos lo más valioso.
Pero la mente humana no es un mecanismo destinado para planear el mal, largos años de evolución no determinaron que esa fuera su función, ya que lo más valioso en ella es que puede pensar, crear, producir ideas maravillosas, con las que se pueden construir un sinfín de cosas, abrir mundos, trascender universos.
La imaginación, por ejemplo, es el resultado de las ideas que se producen en una mente desbordante, que trasciende los límites de lo posible. David Hume decía que las facultades del intelecto son las de unir, separar, disminuir, aumentar, transponer impresiones e ideas simples, de modo que toda creación humana es producto de una previa experiencia sensible o, lo que es lo mismo, el pensamiento no puede crear algo al margen de lo que ha visto. Más tarde filósofos del intelectualismo señalaron que el intelecto puede crear estructuras lógicas, independientes de una experiencia sensible.
Consecuentemente el desarrollo de las matemáticas no hubiese sido posible sin el poder de la imaginación, las matemáticas, aunque basadas en lógica y rigor, requieren de imaginación para crear conceptos, resolver problemas y descubrir nuevas verdades. Con seguridad que Lobachevski y Riemann no hubieran podido desarrollar sus cálculos matemáticos, dentro de sus postulados geométricos, más allá de lo expuesto siglos atrás por Euclides, limitados a tres dimensiones. Otro tanto ocurrió con los cálculos matemáticos de Einstein y su teoría de la relatividad.
Borges decía: Sea lo que fuere, la imaginación y las matemáticas no se contraponen; se complementan como la cerradura y la llave. Como la música, las matemáticas pueden prescindir del universo, cuyo ámbito comprenden y cuyas ocultas leyes exploran. Esa es la relación entre el universo de los números y la imaginación humana, la que se extiende hasta el infinito.
El poder de la mente es insospechado, puede crear fantasmas en donde no los hay, considerar que una mentira sea verdad, es más, creer que las mentiras son la verdad, no distinguiendo lo falso de lo verdadero. ¿Serán, acaso, fallas de ese mecanismo, en los seres humanos o una deformación de su desarrollo?
Es claro que debe existir una conexión de la mente humana con la realidad, que sea lo más fiel posible, pues sin ella los aciertos serían impensables y, desde el luego, el accionar de las personas, impreciso. Por lo que tal relación no puede ser el resultado de apreciaciones subjetivas, de construcciones arbitrarias, al margen de los hechos que suceden en la realidad. Así, mentes normales construyen, las anormales, en cambio, destruyen.
Lo fascinante de la mente humana es que guarda no solo la naturaleza particular de cada ser humano sino, también, custodia la grandeza del universo.
