Algunas anotaciones sobre las raíces del mal moral
 
                Autor: Jairo Alarcón Rodas
Una mala causa será defendida siempre con malos medios y por hombres malos.
Thomas Paine
Al escribir sobre el mal moral, no se puede dejar de mencionar las criminales acciones cometidas por el regimen de la Alemania nazi, de Adolfo Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, que han sido, dentro de los períodos más oscuros de la reciente historia de la humanidad, una de las más nefastas y significativas encarnaciones de mal, aunque cabe señalar, no ha sido la única.
Y así, por ejemplo, para el regimen nazi a través del manifiesto de la ideología política del Nacionalsocialismo, Mi lucha: Cualquiera que vea y pinte un cielo verde y campos azules debería ser esterilizado. O lo que es lo mismo, todos aquellos que no fueran como el modelo de la raza superior que, para ellos, está encarnado en cada uno de los individuos del pueblo teutón, debe ser eliminado, al igual que los que no piensen de la misma forma. Y así lo intentaron plasmar, como resultado, se escenificó uno de los hechos más abominables y vergonzosos perpetrados por la especie humana.
Examinando la historia, se encuentran momentos en donde la presencia del mal ha sido constante, el solo hecho de hacer esclavos, de no ver a otro ser humano como su semejante y, en consecuencia, asumir el derecho de tratarlo de forma despreciable, es sin temor a equivocación un ejemplo del mal. Curiosamente, en el Antiguo Testamento se encuentran pasajes en donde se justifica la esclavitud en el Génesis 24: 35 dice, “Dios bendijo a Abraham” al multiplicar sus esclavos. De modo que para Dios es una bendición tener esclavos.
Tanto Platón como Aristóteles, justificaban la esclavitud, a pesar de que el discípulo de Sócrates, fuera vendido por Dionisio como esclavo. Contrario a ello, los sofistas se constituyeron en firmes opositores. El que por naturaleza no se pertenece a sí mismo, sino a otro, es por naturaleza esclavo, señalaba el filósofo. Los persas fueron los primeros que se opusieron a la esclavitud ya por el año 550 a. n. e.
El daño que las personas le han infringido a otras desde escarnios, torturas, mutilaciones, asesinato, hasta construir un espectáculo a partir del sufrimiento de un ser humano, en el que presenciar el desmembramiento, el martirio, la agonía de una persona, se convierte en un mórbido gozo, es digno de exegesis profunda sobre la condición humana. Damnatio ad bestias consistía en un espectáculo que se desarrollaba el Coliseo romano, teniendo a los condenados a muerte como principales actores los cuales eran mutilados en la arena del circo o arrojados a una jaula de fieras, por lo general, leones.
Y qué decir de las terribles muertes que eran infringidas a todo crítico de la Iglesia católica, en la Edad Media, en donde el descuartizamiento, la muerte en la hoguera, en fin, la tortura, el martirio constituía el procedimiento a seguir y todo, como medida de infundir terror, para disuadir a los opositores o a los que se le considerara un criminal. En este caso, tener ideas diferentes, pensar de forma distinta, seguir un comportamiento contario al establecido por el clero, era causal de muerte. Constituyendo estas, encarnaciones del mal, surgidas en la propia iglesia cristiana.
Así, todo aquel que piense diferente o se oponga a determinada forma de pensamiento o aquellos que no sean similares morfológicamente son catalogados como extraños, bárbaros y, consecuentemente, inferiores, no humanos, merecedores de ser esclavizados, vejados, exterminados. El mal tiene raíces en la incomprensión interesada por unos para sacar provecho de otros.
Dentro de la acepción del mal moral, este tiene matices que van desde las más fútiles acciones hasta los terribles crímenes. El mal moral se define como un conjunto de acciones intencionales por medio de las cuales se lesiona la dignidad humana.Causar daño a otra persona constituye una acción que puede variar desde la calumnia, hasta el aniquilamiento.
El mal moral se desarrolla en sociedad, entiéndase que esta es una colectividad de individualidades que han decidido vivir juntos para lograr mejores perspectivas de vida, para alcanzar el bienestar, por lo que la existencia social obliga a un tácito contrato en donde se adquieren derechos, pero también se contraen obligaciones. Sin embargo, muchas veces no se comprende lo que significa la responsabilidad de compartir la existencia con otras personas y se acciona contrario a las normas de convivencia.
El no hacer aquello que no quieras que te hagan no es asumido por muchos y, por el contrario, sacar ventaja, aprovecharse, explotar, dañar a otros constituye el proceder conveniente para estos. Sin duda que tales acciones dependen de la personalidad de cada individuo de sus valores, del ambiente en donde se ha formado, de lo que ha aprendido.
Sistemas que exaltan la individualidad, forman personalidades egocéntricas, pero no necesariamente perversas. Sin embargo, los modelos económicos que dan mayor valor al tener que al ser constituyen un terreno proclive para acciones negativas germinen y se desarrollen, ya que, para estos, lo humano deja de tener valor, convirtiéndose simplemente en un medio para obtener ganancias.
El mal como un acto de voluntad de un comportamiento negativo, de modo que si alguna persona causa un perjuicio involuntario no puede ser catalogado por malo.
En la maldad debe haber intencionalidad, es decir, causar daño para obtener una satisfacción, un placer o un beneficio. De modo que el mal debe entenderse como toda acción despreciable, tendente a causar aflicción, sufrimiento, agravio, dolor a otro u otros.
Los políticos guatemaltecos, los diputados que han actuado en contra de los intereses de sus comunidades y solo han llegado a ejercer sus cargos con el objetivo de beneficiarse personalmente, de robar y llenar sus bolsillos de dinero, constituyen con sus actos, la personificación de la maldad. Lo mismo ocurre con los jueces y magistrados, con el agravante de ser estos, los guardianes de la justicia en el país.
De la misma forma actuaron los presidentes de Guatemala como, Otto Pérez Molina, Jimmy Morales y Alejandro Giammattei, todos con una personalidad disociadora, los que, sin ningún escrúpulo, perjudicaron a todo un país y cínicamente dicen ser fervientes “creyentes de Dios”, defensores de los valores tradicionales de la sociedad. El mal, por tanto, es causar daño a los demás, sin inmutarse el impacto negativo que esa acción produzca dentro de la sociedad.
Qué decir de las acciones que durante décadas ha emprendido Estados Unidos con todos aquellos países que no estén de acuerdo con su políticas hegemónicas, qué puede pensarse del brutal colonialismo europeo, de las acciones criminales del ejército israelí en contra de la población civil de Palestina, no son acaso personificaciones del mal.
Pero, cuál es su origen, cómo surgió, a qué se debe esa perniciosa actitud humana. La mayoría de las religiones está presente la lucha entre el bien y el mal, el maniqueísmo, religión fundada por Manes, por ejemplo, presenta la lucha entre dos fuerzas superiores, por lo que existe un eterno conflicto que involucra a dos fuerzas superiores en pos de la hegemonía.
El origen del mal en la religión judeocristiana, es debido a la desobediencia de luzbel a Dios, motivada por su ambición, pues quería ser como el sumo creador, según el relato bíblico. El ángel caído quiso ser como Dios, por lo que se puso rebeldía, cuestionó la autoridad del creador. En este caso, el mal es caracterizado por la oscuridad, las tinieblas, la rebeldía, por el contrario, el bien es la luz, la obediencia.
De ahí que, según tales creencias, se actúa mal cuando las personas se apartan de los preceptos divinos, primordialmente, ir en contra del Decálogo, es decir, no cumplirlo. Prescripciones, en el que amaras a Dios por sobre todas las cosas, constituye el primer mandamiento que se debe cumplir. Por aparte y siguiendo con esos preceptos religiosos, Adán y Eva hicieron mal, al probar del fruto prohibido, motivados por la tentación que les promovió Satanás.
De modo que su pecado fue la desobediencia a Dios. De ahí que únicamente entraran a su reino, los que cumplan sus mandamientos. No todos los que me dicen: ‘Señor, Señor’ entrarán en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos dijo Jesús. Se deja ver, unas prescripciones, correspondientes a la moral autoritaria, que no permite la autonomía en los seres humanos, o mejor dicho, si la ejercen caerán en pecado en desobediencia ante el creador.
Mucho antes, cerca de 1500 años antes de la era cristiana, en el Libro de los muertos aparece un personaje con pretensiones de entrar al cielo y gozar de la la Vida eterna, presente ante la justicia suprema, Maat, confiesa que no ha hecho mal a los hombres, no empleó la violencia en contra de sus parientes, no reemplazó la injusticia por la justicia, no frecuentó a los malos, no cometió crímenes, no hizo trabajar para su beneficio con exceso, no intrigó por ambición, no dio malos tratos a sus servidores, no privó al pobre de sus alimentos, no mató ni ordenó matar, entre otras justificaciones.
De modo que no matar, no mentir, no robar, no actuar con violencia, no cometer fraude, no ir en contra de la justicia, son parte del comportamiento idóneo para poder alcanzar la vida eterna según el libro de los Muertos. Aspectos todos, que tienen que ver con una conducta social, de ahí que, crear discordia en la sociedad, motivar caos en la misma, constituye un mal moral que no necesariamente debería tener una solución divina, es decir, que se cumpla por un mandato de dios, más bien debería ser el resultado de un discernimiento humano.
Cómo saber qué es lo correcto de lo incorrecto si no a través de la recta razón, de procesos lógicos de entendimiento, del empleo de la racionalidad normativa que, desde luego, deben contemplar las emociones humanas, los deseos y aspiraciones genuinas de estos.
Razonar que, como dijo Platón, un solo ser humano no se vasta a sí mismo y por lo tanto es contraproducente crear o vivir en discordia, ya que la vida en sociedad, siguiendo con tal razonamiento, pretende mejores condiciones para todos, su bienestar y eso no se logra en discordia.
Por con siguiente, el mal es dañar o perjudicar a otros, siendo sus motivaciones de distintas índoles. Actuar correctamente, porque es lo correcto, para una existencia en sociedad, debería ser el ideal moral de todo individuo. Pero como señalaría Diderot, no basta con hacer el bien: hay que hacerlo bien. Distinguir el bien del mal no es suficiente cuando lo que se pretende es que las cosas cambien, por lo que es imprescindible que lo que se haga se logre correctamente.
El mal es un acto de emotividad primitiva, en el que se privilegian los beneficios personales, sin contemplar los medios y el impacto que pueda ocasionar a los demás, o bien, en el que se pretende una satisfacción personal, sin importar el daño que pueda causar en los demás. Una persona le puede caer mal a otra, por algunas razón irrelevante y ésta, sienta el deseo de dañarla, perjudicarla.
Por otra parte, es en la razón instrumental, en la que se siguen determinados procedimientos para alcanzar un objetivo, en donde las acciones erróneas tienen cabida y consecuentemente pueden causar un mal. Por lo que se prioriza el resultado que se pretende lograr, sin importar los medios para lograrlo ni las consecuencias que pueda causar en otros. Así dice Carl Jung, como el mal es una categoría del pensamiento y del discernimiento consciente, puede ser mal utilizado y, en manos de una persona relativamente inconsciente o sin escrúpulos, puede convertirse en la causa de problemas éticos. Al haber discernimiento, hay posibilidad de pensar lo contrario al buen actuar, pero pensarlo, no es el equivalente a actuar mal, son los que contemplan el mal y actúan mal los que lo hacen patente.
Puede una persona estar en una relación afectiva con otra y presuponerse que es fiel a esta, al vínculo que mantienen, sin embargo, aparece otra persona que le galantea, su pensamiento puede visualizar el escenario en el que se vea en una relación con esa persona y ser infiel o bien, valorar la relación la relación original y no traicionar la confianza. En este caso, el mal no está en pensar en la posibilidad sino en la acción, en caer en la tentación.
En este caso, el individuo como portador del mal, se hace patente a través de una acción voluntaria ya que pudo no cometer ese acto. Bajo el criterio de Nietzsche sería dejar pasar una oportunidad, pero trasladado a la convivencia en sociedad, es vulnerar la confianza y esta constituye un valor esencial para la cohesión y desarrollo de toda conducta social.
Agustín de Hipona decía que el mal es privación o ausencia del bien, como efecto de la perversión de la voluntad humana y en efecto, es en el primitivismo emocional, en donde la racionalidad se instrumentaliza y, con ello, ya no se considera el impacto que puedan causar las acciones en otros, no se contempla pues el objetivo es saciar un deseo personal. Si el ser humano es lo que se le enseña y aprende a ser sería en la educación y le fortalecimiento de valores sociales en donde las acciones perniciosas resultarían menos frecuentes y con ello, la patentización del mal.
 

 
                     
                       
                       
                       
                      