Lo real, lo lógico y las actitudes humanas
Autor: Jairo Alarcón Rodas
Se puede ser totalmente racional con una maquina. Pero si usted trabaja con gente, a veces la lógica tiene que ir en el asiento trasero y dejar adelante a la comprensión.
Akio Morita
La lógica es la rama de la filosofía que trata con la correcta estructuración del pensamiento, es decir, que se encarga de estructurar las ideas de conformidad con los hechos que corresponden a la realidad. Pero ¿será que para los seres humanos es reductible todo lo real a lo lógico o habrá aspectos de la realidad que la lógica no puede captar ni mostrar en toda su plenitud?
Reducir todo a lo racional, entendiendo que lo racional se construye con un lenguaje lógico, limitaría la realidad a esquemas rígidos dado que lo real está en constante cambio. La famosa expresión de Hegel de que todo lo real es racional y lo racional real, expresa que todo lo que existe en la realidad tiene una lógica interna y puede ser comprendida por la razón, y, a su vez, que todo pensamiento racional tiene la posibilidad de manifestarse en la realidad.
Los seres humanos son parte de la realidad, resultado de un largo proceso evolutivo que consolidó su inteligencia, desarrolló su corteza cerebral, su razonamiento. Sin embargo, además de poseer su intelecto, las personas tienen emociones, pasiones y voliciones que la lógica apenas puede mostrar, es por lo que surge la psicología como ciencia que trata con el comportamiento humano y los procesos mentales tales como el pensamiento, las emociones y percepciones.
Muchas de las acciones humanas responden más a impulsos emotivos que a un pensamiento lógico-racional, es más, su pensamiento se elabora con diversos tipos de lenguaje, no exclusivamente con el lógico. De modo que decir que todo lo real es racional como lo real racional, simplemente es señalar que se puede abordar todo hecho que acontece en la realidad a través del pensamiento racional, pero no necesariamente que así sea.
Situarse en y para comprender el mundo requiere de las personas de su entendimiento, lo que precisa del campo de lo lógico racional, aunque no se den cuenta de ello. Pero, que eso sea así no equivale a que a eso se limite el potencial humano, de hecho, la irracionalidad está presente en muchas acciones humanas. Mucho de las acciones, que las personas realizan, son instintivas, son producto de impulsos caracterológicos, es decir, impulsos internos que motivan a una persona a actuar de manera automática y sin reflexión previa.
Reformular las leyes de un país, por ejemplo, requiere, para que ese proceso se efectúe racional y democráticamente, que todos los sectores de la sociedad estén representados pues, de no serlo, se correría el riesgo de que el marco legal sea sectario, arbitrario e intransigente.
A pesar de ello, decir que la poca participación y representatividad de las personas, en tal sustentación legal de la sociedad, da por resultado leyes negativas y de poca calidad es refutable, señalando que tal aseveración corresponde a una falacia de generalización apresurada o falacia de evidencia incompleta, ya que lógicamente se tendría que evidenciar la negatividad y la mala calidad de los resultados, en este caso de las leyes, y no argumentando negativamente por la cantidad de las personas que las han formulado.
En igual forma, argumentar que la formulación de leyes arrojó resultados positivos y satisfactorios para el país por la calidad de las personas que las promulgaron, constituye una falacia ad hominem circunstancial. Primero, quién determina la calidad de las personas y segundo, no por ello lo que promulguen necesariamente tiene que ser de calidad.
Lógicamente no se puede señalar que el resultado, en este caso las reformas a las leyes correspondientes a un Estado, sea malo por la poca o mucha participación de personas en su elaboración, pero sí se puede argumentar que no responde al espíritu democrático que debe estar presente en toda sociedad y que exige la representación de todos los sectores. Si se pretende que una sociedad se construya bajo principios democráticos, la representación de la mayor cantidad de sectores es importante.
El procedimiento lógico amerita que tales leyes elaboradas sean sometidas a un análisis profundo, que revele si el trabajo realizado, plasmado en éstas, corresponde a las necesidades de los habitantes del país, si recogen el espíritu democrático de justicia y de equidad que debe regir a toda sociedad, si no existe contradicción alguna, ambigüedades que den lugar a malentendidos, en fin, si las leyes pueden conducir al equívoco que dé lugar al caos social.
Realizar una crítica, sin un análisis previo, representa simplemente una opinión, a la que toda persona tiene derecho producto de la libre expresión del pensamiento, pero con ello se corre el riesgo de ser cuestionada lógicamente, dada su falta de argumentación racional. Todos tienen derecho a emitir una opinión, pero pocos lo hacen con propiedad.
De ahí que toda acción humana, todo hecho que corresponde a la realidad, incluso al margen de ésta, es susceptible de análisis racional, pero ¿llegará a mostrar lo que es? Lo humano no se reduce a lo lógico racional, su accionar no se limita a la precisión que conlleva un lenguaje matemático. Y es que el ser humano no es una computadora, es más que eso, tiene impulsos de todo tipo, reacciones espontáneas, intuiciones, en donde lo lógico-racional apenas tiene cabida.
Una de las falacias más frecuentes que recoge la lógica, dentro del accionar humano, es la falacia Ad Hominem Circunstancial, que consiste en atacar la circunstancia que afecta a la persona en lugar de refutar el argumento que declara dicha persona. Es conocido el popular refrán que dice, “dime con quién andas y te diré quién eres”, es un ejemplo de lo que constituye dicha falacia. No necesariamente, si una persona se junta con fumadores es un fumador.
No obstante, qué se podrá pensar de un candidato a magistrado de justicia de un país que se reúne con hampones de la mafia, que frecuenta a pillos, que tiene amistades dentro del crimen organizado. ¿Será acaso muy probable que sea uno de ellos? ¿Se podrá sacar una conclusión valida con respecto a su integridad como persona?, lógicamente no.
Lo que se podría decirse, estrictamente en el campo de la lógica, es que esa persona frecuenta, circunstancialmente, ese tipo de personas, más allá de eso, su honorabilidad correspondería a otro tipo de análisis y, desde luego, más profundo. Pero las opiniones del común de las personas responden a impulsos emocionales que van más allá de lo estrictamente lógico y, para ellos, solo el hecho de frecuentarlos da lugar a especulaciones de todo tipo, que incluyen el desprestigio a su honorabilidad y, consecuentemente, de su idoneidad en aplicar la justicia. En el campo de la política, muchos han visto caer su imagen pública por opiniones de ese tipo.
Tal criterio corresponde más bien un juicio de valor que al de razón, en el que cobran relevancia otros componentes, propios de la naturaleza humana, que corresponden a las actitudes emocionales, inquietudes, es decir, los aspectos psicológicos. Pero, ¿qué tanto de valoración emotiva corresponde a las actitudes de las personas? De ahí que, reducir todo accionar humanos a lo lógico-racional, limita la descripción y proceder de estos.
El procedimiento lógico señalaría que no se puede extraer una conclusión convincente, sobre la honorabilidad de una persona, con tales proposiciones argumentativas, con dichos antecedentes y consecuentes, pero en el plano de las relaciones humanas, en donde el comportamiento humano no solo responde a los esquemas lógico-racionales, sino que también imprime a sus vidas juicios de valor, el criterio toma otro rumbo. De ahí que tomar en cuenta otros aspectos, en la evaluación de una persona, cobra importancia y relevancia para efectuar un juicio más preciso.
¿Podrá acaso la razón describir a plenitud qué es lo que motiva las preferencias de las personas? Existen zonas complejas de la realidad que requieren de un diálogo permanente entre lo racional y lo irracional, expresaría Edgar Morin. Para el filósofo francés, hay zonas de la realidad que no se pueden accesar a partir de lo racional y por lo tanto requieren de métodos más complejos.
Regularmente las personas emiten opiniones a través de juicios de valor, en donde están implícitos aspectos emocionales, afinidades, intereses, de ahí que, en el escenario de lo real, en lo fáctico, las opiniones de las personas distan mucho de lo que son los juicios racionales, en los que el pensamiento lógico está presente. Saber distinguir esos aspectos y sus limitaciones respectivas derivará en una mejor comprensión de la realidad y, desde luego, en el accionar.
