La influencia de lo cultural y lo económico en una sociedad
 
                Autor: Jairo Alarcón Rodas
El objeto de un gobierno es proporcionar a los ciudadanos la mayor suma de bienes y ésta no puede obtenerse sin educación.
José María Luis Mora
Las sociedades son dinámicas, cambian, pero a pesar de eso, las condiciones económicas permanecen por más tiempo sin sufrir una sustancial transformación, a diferencia de lo que ocurre dentro de la esfera ideológica en donde los cambios son más acelerados e impredecibles. En su crítica al capitalismo, Karl Marx planteaba un determinismo económico en el comportamiento de las sociedades, lo que equivale a que las condiciones materiales de vida determinan la forma de pensar de los pueblos.
Con tal planteamiento, Marx sitúa a la base económica como el eje central y motor de los procesos sociales. Para los críticos de las ideas y del pensamiento del filósofo de Tréveris, lo planteado por este no es más que un reduccionismo económico, que deja en un segundo plano el dinamismo cultural, la forma de pensar y la idiosincrasia de los pueblos.
Según estos, la dinámica que se da dentro de la esfera cultural e ideológica de los pueblos responde también a otros aspectos para su desarrollo, independientes del factor económico. Pero, a qué responde, en última instancia, las idiosincrasias de las sociedades. No son, acaso las condiciones materiales en las que se encuentren las que influyen directamente sobre estas.
El pensamiento humano, de cara a la realidad, tuvo como factor inicial la sobrevivencia, de modo que las ideas y pensamientos se generaron en función de tal criterio. Cómo sobrevivir en un medio hostil fue el primer reto de la humanidad; a este le siguieron otros en el que las contradicciones sociales estuvieron presentes y las que continúan estando.
Las culturas se establecieron como una adaptación humana a su entorno, lo que trajo consigo la transmisión de conocimientos, creencias y prácticas a través de generaciones. Con ellas se desarrollaron toda una serie de particulares formas de ver el mundo, lo que determinó la cosmovisión cultural, la identidad de los pueblos, que no solo se limita a interpretar y resolver temas y aspectos de subsistencia sino, también, aspectos estéticos, éticos, espirituales, entre otros.
Sin embargo, a lo largo del siglo XXI, las comunicaciones se han desarrollado ampliamente, por lo que las transformaciones culturales han sufrido cambios acelerados. Lo que era tema de conversación hace tan solo 20 años, ahora ya no lo es, ha cambiado. A pesar de ello, las contradicciones antagónicas entre los grupos sociales se mantienen.
A pesar del desarrollo tecnológico y de las comunicaciones, que suscita nuevos escenario y formas de pensamiento, la acumulación excesiva de riqueza por unos continúa sumiendo en la miseria a una gran mayoría de personas. Marcuse decía: La Humanidad ha alcanzado un estadio histórico en el cual es técnicamente capaz de crear un mundo de paz, un mundo sin explotación, miseria ni miedo. Sería una civilización convertida en cultura. Lo que está lejos de ser una realidad.
De modo que el cambio de determinadas ideas y pensamientos, dentro del marco del desarrollo de las tecnologías y de la comunicación actual, no significa cambiar las condiciones materiales de vida, eliminar la brecha entre ricos y pobres, transformar positivamente al ser humano. Consecuentemente, cómo es que incide lo ideológico cultural, en los movimientos revolucionarios.
Cómo se inician los cambios sustanciales dentro de una sociedad, qué se requiere para llevarlos a cabo. Las sociedades cambian, pero no es lo mismo una transformación que deja intactas las estructuras económicas de aquellas que las aniquilan, originando un nuevo modo de producción. Las ideas de opresión del hombre por el hombre, por ejemplo, desde el esclavismo hasta el capitalismo, han permanecido intactas en cuanto a las relaciones de opresión, solo ha variado la forma de sofisticación de la explotación del opresor sobre el oprimido.
El amo y el esclavo, el señor feudal y el siervo gleba, el industrial y el obrero o trabajador asalariado, resultan ser las dos caras de una misma moneda, que el marxismo plantea como una lucha de clases o antagonismo de clase. Por lo que, en dónde se debe comenzar a gestar los cambios sustanciales de una sociedad, es en la forma de pensar de los pueblos o en su base económica.
Para lograr un cambio sustancial, hay que liberarse del yugo ideológico que mantiene el sistema sobre la población y no les permite visualizar a su verdadero enemigo, al que los mantiene oprimidos. De modo que, para lograrlo, se debe adquirir conciencia de la realidad en la que se vive, más allá del horizonte personal e inmediato. Pero ¿quiénes pueden hacerlo? Bien lo dijo Platón, salir de la caverna es un acto doloroso, ya que la mayoría está destinada a continuar viendo y valorando las sombras como su realidad.
Ser conscientes de la opresión no hace el cambio, pero sí puede iniciarlo. En tal sentido, es cambiando las estructuras de base, el modelo económico vigente que provoca miseria, lo que transforma a una sociedad. Lo que teóricamente se logra a través de elecciones o por medio de una revolución. Alcanzar el poder resulta ser una labor ardua, para aquellos que pretenden impulsar modelos económicos democráticos, ecuánimes y justos ya que en sociedades en donde prevalecen los privilegios, los favorecidos no permitirán que eso cambie.
Pero, qué sucede en países multiculturales, en los que existen conflictos a nivel de entendimiento, que el nativismo y el etnocentrismo potencializan negativamente, creando una brecha que resulta difícil de salvar y no permite la cohesión e integración entre los pueblos, esencial para lograr el desarrollo mutuo. En ese caso, es imprescindible abordar la esfera ideológica, construir puentes comunicativos a partir del respeto identitario y el consenso, el cual se puede alcanzar a través de la argumentación racional.
Con relación al multiculturalismo, Charles Taylor plantea que la vía democrática significa respeto y apertura a todas las culturas, pero también desafía a todas las culturas a que abandonen aquellos valores intelectuales y morales que son incompatibles con los ideales de libertad, de igualdad y de una sostenida búsqueda cooperativa experimental de la verdad y el bienestar. La unificación de criterios, por lo tanto, debe ir en función de garantizar el desarrollo integral de todas las culturas y, desde luego, de cada una de las personas que forman parte de estas.
No obstante, para lograr consensos entre criterios diferentes, se hace necesaria la presencia de un ente regulador que sirva de árbitro ante posiciones que pueden resultar conflictivas y esa deberá ser la argumentación racional. Recordando que, antes de iniciar cualquier discusión, es fundamental establecer las reglas del juego para asegurar un diálogo respetuoso y productivo. De lo contrario, los consensos nunca llegarán a un buen término y todo será una pérdida de tiempo.
En esa búsqueda conjunta de la verdad, apareada con los ideales de libertad, igualdad, justicia y democracia, en esa unicidad esencialmente necesaria para el desarrollo, la esfera ideológica se convierte en un arma poderosa y revolucionaria, ya que adquiere el carácter reflexivo y crítico para el efectivo cambio; deja de ser falsa conciencia convirtiéndose en un factor liberador. En este caso, la verdad no se entiende como un constructo subjetivo propio de cada cultura, sino como un factor objetivo que permite enfrentar los problemas comunes y particulares con mayor juicio y decisión.
Hasta cuándo lo ideológico cultural debe ser fortalecido si muchas veces determinadas prácticas, ritos ancestrales vulneran la dignidad humana. En sociedades en las que se fomenta la ignorancia, ese tipo de rasgos culturales no enfrentan ningún obstáculo y se convierten, muchas veces, en instrumento de opresión de la población. La ablación, mutilación genital femenina, por ejemplo, es una práctica cultural en determinados países de África y Asia.
Según la organización mundial de la salud, OMS, más de 300 millones de mujeres y niñas vivas en la actualidad, han sufrido mutilación genital femenina en los 30 países de África, el Oriente Medio y Asia en los que se realiza esa práctica. Siendo prácticas culturales en las que se pretende reducir el deseo sexual y la preservación de la virginidad de las mujeres. Como esa, existen otras prácticas culturales que vulneran la dignidad y los derechos esenciales del ser humano, por lo que no se deberían fomentar, más bien, desterrar.
De ahí que, en el terreno del deber ser, cada pueblo tiene derecho a poseer una determinada cultura, pero cada individuo de esos pueblos tiene, al igual, el derecho de decidir, cuestionar los rasgos culturales con los que ha nacido y crecido y poder decidir con autonomía y responsabilidad, si continuar con esas prácticas o adoptar otras formas de comportamiento e identidad, siempre y cuando prevalezca en ellas el respeto a la dignidad humana, en función de la justicia y la equidad.
Criterios que lamentablemente no se pueden alcanzar en regímenes antidemocráticos, en donde continúa la explotación humana y la ignorancia se constituye en una herramienta del poder establecido para sojuzgar a la población. Las ideas inciden en las transformaciones de los modelos económicos, pero es el pueblo quien al final establece dichos cambios.
 

 
                     
                       
                       
                       
                       
                       
                       
                      