Día Mundial de los Océanos: Estamos destruyendo lo que NO CONOCEMOS aún
Ollantay Itzamná
El 8 de junio, Día Mundial de los Océanos, volvemos nuestra mirada hacia la inmensa y vital extensión azul que predomina en la Madre Tierra. La Tierra, en su vasta sabiduría, es más océano que tierra firme, un espejo líquido que refleja la composición fundamental de nuestra propia existencia: al igual que nuestro planeta, somos más agua que materia sólida. Este día nos invita a reflexionar sobre nuestra profunda conexión con los mares y a reconocer la urgente necesidad de protegerlos.
Los océanos son el corazón de nuestro planeta, regulando el clima, generando la mayor parte del oxígeno que respiramos y albergando una asombrosa biodiversidad. Sin embargo, gran parte de este universo acuático permanece como un misterio, un vasto reino de ecosistemas y formas de vida que la ciencia apenas comienza a explorar. En sus profundidades abisales y en sus arrecifes vibrantes habitan especies que desafían nuestra imaginación, muchas de las cuales son aún desconocidas para la humanidad.
A pesar de su importancia crítica y su enigmática belleza, nuestros océanos enfrentan una amenaza sin precedentes. Cada día, la basura que generamos en nuestros hogares, industrias y comunidades fluye por ríos y desagües, emprendiendo un viaje fatal que culmina en el mar. Plásticos, residuos químicos y todo tipo de contaminantes se vierten indiscriminadamente, transformando vastas extensiones de este paraíso acuático en desiertos tóxicos.
Esta contaminación incesante es una sentencia de muerte para los ecosistemas marinos, tanto los que conocemos como los que aún no hemos tenido la oportunidad de descubrir. Al envenenar las aguas, no solo aniquilamos la vida marina visible —tortugas, ballenas, corales—, sino que también exterminamos especies y microorganismos que, aunque invisibles a nuestros ojos, son fundamentales para el equilibrio ecológico de la Madre Tierra. Estamos, en esencia, destruyendo un tesoro invaluable antes de comprender su verdadero valor.
La crisis de nuestros océanos es un reflejo de nuestra propia desconexión con nuestra Madre Tierra. Hemos tratado a este sistema vital como un vertedero infinito, ignorando las consecuencias que ahora se manifiestan en forma de zonas muertas, colapso de pesquerías y la alteración de patrones climáticos.
El tiempo de la indiferencia ha terminado. Es hora del re encantamiento con nuestra Madre Tierra para el cuidado y restauración de los océanos. Proteger nuestros océanos es protegernos a nosotros mismos y asegurar un futuro viable para las generaciones venideras. Hoy, y todos los días, asumamos el compromiso de ser los guardianes que los los ecosistemas y especies de vida que cohabitan en los mares.
Fuente https://ollantayitzamna.com
