Normas sociales o prejuicios humanos

JAIROaLARCO

Autor: Jairo Alarcón Rodas

Donde hay voluntad de condenar, las pruebas acaban apareciendo.

Mao Tse Tung

La sociedad impone reglas que deben cumplirse por todos aquellos que quieran formar parte de ella, lo que es comprensible, dado que para lograr y preservar la cohesión social, evitar la discordia entre individuos, mantener el orden, es imprescindible el establecimiento de normas, reglas y leyes que ordenen el actuar humano; de lo contrario, todo resultaría una anarquía, un total desorden sin la posibilidad de soluciones conjuntas a problemas comunes, se estaría en un virtual estado de guerra, como el planteado por Thomas Hobbes en el Leviatán, de ahí la necesidad del Estado y el ordenamiento jurídico.

Rousseau hablaba de un Contrato Social, de un convenio que, al suscribirse, posibilitaría gozar de los beneficios de vivir en sociedad pues, como declarara Platón, un solo hombre no se basta a sí mismo, pues requiere de otros para subsistir y gozar de una vida placentera. Es la ineludible condición social la que determina el establecimiento de un orden dentro de la sociedad, pues no se ha llegado a la autogestión racional de cada individuo, en la que no se requeriría de órganos represivos para que actúen correctamente.

Como consecuencia, las normas, reglas y leyes que regulan el comportamiento de las personas pueden inspirarse ya sea en la experiencia como en la razón. El primer caso da lugar a la aparición de leyes específicas que modelan los estilos de vida, que se practican en determinadas sociedades, que son el resultado del trajinar humano dentro de su particular circunstancia. Las otras, las más generales, son derivadas del ejercicio de la razón, atendiendo a la naturaleza humana, a su condición social, sus requerimientos y a los problemas que afrontan como especie, no solo para pervivir, sino para alcanzar su desarrollo y bienestar, por lo que tienen el carácter de ser más generales y atemporales.

Dentro del tejido social que se construye a partir del accionar humano y las relaciones que establecen, emergen en todo territorio, país o nación, diversas expresiones culturales, costumbres, tradiciones, rasgos específicos de sus habitantes que los tipifican. En tales condiciones, se establecen toda clase de relaciones interpersonales que engloban las manifestaciones del comportamiento humano.

De modo que no solo el establecimiento de un marco jurídico permite la cohesión de los miembros de una sociedad, también lo determina las costumbres, la idiosincrasia, las relaciones afectivas y contractuales de sus habitantes. Resumiendo, las relaciones interpersonales pueden basarse también en la confianza y en las relaciones de poder. De ahí que todo país tiene rasgos que lo caracterizan, derivados de las costumbres de sus habitantes, producto de las experiencias cotidianas de lo aprendido de sus ancestros.

Cabe recordar que no fue la razón la que en un principio determinó la cohesión de las personas en sociedad, quizás el gregarismo, propio de los homínidos y de otras especies superiores, fue lo que suscitó, en principio, el surgimiento y desarrollo, de vínculos afectivos más fuertes y, desde luego, el establecimiento de relaciones de poder, en donde los líderes, jefes, caciques y reyes, impusieron su criterio, fueron los que marcaron la ruta para el proceder de los habitantes en dichas culturas.

Las costumbres regularmente se fundamentan en comportamientos procedimentales con el objetivo de obtener resultados, acciones instrumentales que tiene el propósito de alcanzar un fin, siendo el mecanismo que le sirve a la sociedad para resolver sus problemas. Mucho del comportamiento humano tiene su raíz en tradiciones, en costumbres de viejo arraigo que, a su vez, se originan en concepciones cosmogónicas, en mitos y religión. Constituyendo prescripciones, producto de pensamientos mágico-religiosos, que son impuestas por sujetos de poder.

Así, por ejemplo, el patriarcado tuvo su origen en interpretaciones erróneas e interesadas de la existencia social. Consecuentemente, la costumbre de imponer la ley del más fuerte y de un criterio hegemónico invisibilizó a las mujeres, sometiéndolas a los designios del hombre. Constituyendo juicios de tipo emocional que se imponen a través de una ideología, de instrumentos de dominación como lo es la religión, convirtiéndose en costumbres, tradiciones que círculos familiares reproducen sin reparo alguno.

Muestra de ello se encuentra en la Biblia, en el libro de Efesios 5:22, el cual dice, las mujeres deben someterse a sus esposos al igual que se someten al Señor. En 1 de Corintios 11:3 se señala: Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre. Por aparte, en el Corán se lee: Los hombres tienen preeminencia sobre las mujeres, porque Dios ha favorecido a ellos con respecto a ellas… (Corán 92/4,34).

Las costumbres y los sentimientos que abrazan las personas, dentro de la sociedad, pesan mucho más que los criterios racionales y reflexivos. Como consecuencia, determinados comportamientos de las personas son mal vistos y otros se consideran normales, purgando así la conducta de las personas, dentro de lo que es bueno y malo para la sociedad, sin ningún criterio racional. Karl Popper decía: La sociedad abierta es una en la que los hombres han aprendido a ser hasta cierto punto críticos de los tabúes, y a basar las decisiones en la autoridad de su propia inteligencia. Según tal criterio, se vive dentro de una sociedad cerrada, similar al oscurantismo medieval, en el que se hacía lo que la religión decía.

Las falacias de inatingencia plantean cómo es que las personas unen determinados antecedentes con consecuentes, no a través de un razonamiento lógico sino atendiendo a las apreciaciones emocionales, a partir de las apariencias. Las mentes de las personas se han hecho perezosas y es común que emitan juicios apresurados, como la frase, dime con quién andas y te diré quién eres. Opiniones, muchas de ellas, que se sustentan a partir de apreciaciones sensibles, sin el sustento lógico necesario.    

La película Close, 2022, del director belga Lukas Dhont, muestra con claridad cómo los prejuicios sociales son capaces de destruir una relación de amistad entre dos amigos adolescentes. Acostumbrados a compartir espacios, a expresar libremente sus mutuos sentimientos, la cosa cambia cuando ingresan a la escuela, ya que sus demás compañeros ven la relación anormal, ven la cercanía de amistad entre los dos como un rasgo de homosexualidad, lo que termina con el alejamiento de uno de ellos y la destrucción de la amistad, las vidas de los protagonistas y la de sus familias.

Cuánto pesan los convencionalismos sociales que son capaces de destruir vidas, coartar libertades humanas, no por algo Rousseau propuso la idea del “buen salvaje”, destacando que los seres humanos nacen intrínsecamente buenos, pero la sociedad y la cultura los pervierte. Sin duda, que es a través del pensamiento crítico en donde los puntos de convergencia serán posibles y las diferencias que surjan, superadas.

La lucha por ser uno mismo cede su paso al deseo de pertenecer a un grupo y ser admitido, no ser excluido dentro de determinados círculos, es lo esencial. Por lo que se llega al extremo incluso de negar la realidad, de sucumbir al engaño para no ser rechazados. Los experimentos del psicólogo Solomon Ash demostraron, en su momento, lo que es capaz un individuo para no ser marginado de un grupo social.

Cómo lograr esa autenticidad, propia de la individualidad, sin llegar a ser alguien totalmente diverso, extraño, sin ser un paria; recordemos que, al pertenecer a una misma especie, los humanos tienen mucho más en común que lo que los puede diferenciar. Sin embargo, se viven tiempos en los que mostrar lo diferente que se es representa una virtud, a pesar de que siempre se busca un grupo al cual pertenecer y ser aceptado.  

Sentirse diferente, volverse diferente, mostrarse diferente para formar un grupo de diferentes es lo que promueve el momento actual. La segmentación de la población nuevamente favorece a los que ostentan el poder, pues mientras más divididos se encuentren los miembros de una sociedad menos acuerdos podrán alcanzar para canalizar sus demandas esenciales sobre aquellos que se las violentan.

Ninguna persona es igual a otra, pero ello no significa que un individuo no tenga más en común con otro que aquello que los diferencia. Especie humana solo hay una, las diferencias las hace los modelos culturales que practican, rasgos físicos que se poseen, las costumbres que se adoptan. Comprendiendo eso, se dará paso a la valorización de lo esencial humano sobre lo complementario que constituye lo privativo de cada uno.

Las normas, reglas y leyes de una sociedad deben propiciar el orden público, evitar conflictos, propiciar la concordia, ya que fueron creadas para el funcionamiento de la vida colectiva de los seres humanos con fines a su crecimiento y bienestar. Y a pesar de que, en muchas sociedades tales prácticas han servido de instrumento para legitimar el dominio de un sector sobre otro, son imprescindibles para el resguardo de la vida en colectividad.

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