Establecer consensos
 
                Autor: Jairo Alarcón Rodas
La idea de la verdad, que se mide por un consenso verdadero, implica la idea de la vida verdadera. Podemos también afirmar: incluye la idea de la emancipación.
Jürgen Habermas
Por qué es tan difícil lograr consensos, qué es lo que impide que las personas puedan entenderse y, con ello, armonizar su existencia en sociedad. Puntos de vista distintos sobre hechos que acontecen que, no obstante, son comunes y que influyen directamente dentro de la sociedad, para unos representan una cosa, mientras que otros opinan lo contrario. Lo cual no solo se da en el plano de lo superficial sino en lo profundo de las cosas.
Tales discrepancias podrían ser resueltas por la vía racional, pero al fundarse en creencias, suposiciones y en sentimientos particulares, la comunicación se dificulta, al grado de no entenderse e impedir lograr acuerdos. Pero, qué es lo que hace que tales construcciones sobre la realidad sean incomprensibles, no solo entre un individuo y otro sino, de igual forma, entre culturas. La especie humana no es tan distinta en necesidades y apetencias como para vivir en conflictos de entendimiento.
Al existir tantas versiones sobre la realidad, producto de la diversidad ideológica, correspondiente a la racionalidad subjetiva de las personas, la posibilidad de lograr acuerdos resulta improbable. Circunstancias distintas, culturas diferentes, opiniones particulares construyen modelos convencionales de la realidad basados en suposiciones, en costumbre, tradiciones y, desde luego, en relaciones de poder, es por lo que Max Horkheimer señala que los ritos mágicos sangrientos sirven en parte para iniciar a la juventud, y en parte para infundirle un enorme respeto ante el poder de los sacerdotes y de los viejos.
Imponer una forma de pensar ha estado presente a lo largo de la historia humana, es así como en los albores, a través de criterios personales, se fue bosquejando la idiosincrasia de los pueblos. De ahí que la opinión de una persona, que por medio de su fortaleza, sagacidad y capacidad se fue destacando como líder, fue seguido por el resto de los miembros de los incipientes núcleos sociales, en sus juicios, decisiones, incluso en su forma de actuar, a partir de lo que René Girard denominó mimesis, que no es más que imitar deseos, en función de los deseos de otros. Con ello no solo se establece un orden dentro del grupo, sino que también, se instaura una línea de mando y de control en las sociedades.
Con el surgimiento de las clases sociales, los sectores dominantes imponen su criterio a través de la superestructura, que define todos los órganos e instituciones de una sociedad que, con ciertas ideologías y políticas, marcan las ideas que sigue una sociedad, instaurando solo un criterio para mantener su vigencia. De tal forma que un determinado modelo económico de producción, que constituye la base económica o infraestructura, influye directamente en la forma de pensar de las personas en una sociedad, lo cual no significa que no pueda haber criterios que discrepen del modelo generalizado de pensamiento en determinada época y sociedad.
Actualmente, a pesar de los modelos generalizados de pensamiento sustentados sobre la base del capital y su correspondiente respaldo ideológico, hay personas con inquietudes racionalmente humanas, inspiradas en el espíritu de búsqueda, que se niegan aceptar los planteamientos dogmáticos, tradicionalmente impuestos. Surgen, así, los planteamientos subversores de los modelos de preestablecidos, mismos que limitan las inquietudes humanas por conocer, que solo les permite “orientarse en el mundo” y ponen en tela de juicio el ser artífices de su destino.
Ejerciendo la dialéctica del pensamiento sobre la dialéctica de la naturaleza, se apartan de los juicios de opinión, en el que las lecturas sobre la realidad se efectúan a través de suposiciones sensibles, creencias y la racionalidad subjetiva. Así, se constituyen en críticos del sistema, enemigos de las sombras y de las dictaduras del pensamiento.
Parménides, en su poema del Ser, señala que hay dos formas de juzgar las cosas, la vía de la verdad (alétheia), que se adquiere a través de la razón y se ocupa de lo que realmente es y, por ende, conduce al conocimiento verdadero. Y la vía de la opinión (dóxa), basada en las ilusiones generadas por los sentidos y las opiniones de los mortales, por lo que lleva a un conocimiento falso, engañoso y a la aceptación del no-ser. En tal sentido, hay sustancial diferencia entre una opinión y el conocimiento de la realidad.
Más tarde, Platón hacía referencia a la doxa y la episteme como criterios destinados a juzgar la realidad, en donde la opinión o doxa se basa en conjeturas establecidas por creencias sensibles, mientras que la episteme se refiere al conocimiento de las cosas, sustentada en la razón. De modo que hay una forma certera de tener una lectura sobre la realidad y otra errada.
No todos pueden tener la razón en las presunciones que realizan sobre las cosas, pues ello originaría un caos lógico de entendimiento. Tiene que haber una forma de distinguir las conjeturas erróneas de las certeras, que distinga la creencia del conocimiento, lo falso de lo verdadero, lo cual determina adquirir una lectura más precisa sobre la realidad.
Sin embargo, al persistir los vicios de apreciación, que van desde un acomodamiento mimético a un sesgo de confirmación a partir de intereses tendenciosos, consensuar no se presume posible. Desde la perspectiva pragmática, ceder en función de lograr algún beneficio común, incorpora elementos que desde la posición epistemológica tendrían que quedar al margen, como lo son los sentimientos y criterios valorativos. Tales consensos tienen la particularidad que se suscriben en aras de la concordia y no de un acuerdo pleno, en consecuencia, son frágiles y muchas veces efímeros.
Por lo que, en donde la ignorancia está presente, se hace necesario poner límite a los criterios que surjan de ahí, ya que discutir con ignorantes, que creen tener la verdad, es perder el tiempo. Consecuentemente, los consensos requieren, medianamente, cierto margen de sensatez, de apertura a lo otro y de la confianza.
Inspirado en las reflexiones socráticas, todos los humanos son ignorantes, es eso lo que impulsa el deseo de aprender, la inquietante búsqueda permanente por conocer. No obstante, hay quienes piensan, en su ignorancia, que tienen la razón, que poseen la verdad de las cosas, son estos con los que no se puede lograr consenso. Por aparte, es más fácil seguir el guion que han escrito otros que aventurarse a redactar el propio.
En entrevista televisada por la BBC, en 1959, Bertrand Russell dijo: Me parece fundamentalmente deshonesto y dañino para la integridad intelectual creer en algo sólo porque te beneficia y no porque pienses que es verdad. No obstante, en el plano del ser de las cosas, este es el criterio que prevalece actualmente en el mundo, muchas personas anteponen sus intereses a la verdad, estimando que es verdadero lo que conduce al éxito, con ello dificultan el entendimiento y, desde luego, la posibilidad de lograr acuerdos, por lo que viven en un mundo de opiniones.
Converger en aspectos comunes, en aquellos que atañen a todo ser humano, desde la base de lo humano, compartir lo propio y lo nuevo que se ha adquirido a través de una comunicación efectiva, es imprescindible para el consenso, lo cual solo puede surgir por medio del concurso de la razón.
 

 
                     
                       
                       
                       
                      