“Más mal que la primavera”: el amor y el amor romántico en Roque Dalton

roque

Por Daniela Lauria* y Pablo Solana**

Un libro levemente inédito              

Con el título El amor me cae más mal que la primavera, Dalton agrupó 29 poemas que dejó preparados en los últimos meses de 1973 antes de partir de Cuba con destino a su país de origen, donde se incorporaría a la guerrilla y sería ejecutado quince meses después. Hasta ahora, este poemario no fue publicado tal cual el autor lo concibió y se mantiene prácticamente desconocido fuera de El Salvador.

No se supo de su existencia hasta fines de los años ochenta, cuando los poemas se difundieron por primera vez en una revista salvadoreña llamada Istmo, que ya no existe. Después, fueron incluidos en dos antologías, hoy agotadas, que solo se publicaron en formato físico en El Salvador: En la humedad del secreto (1994), selección de Rafael Lara Martínez; y en el tomo III de No pronuncies mi nombre. Poesía completa (2008), a cargo de la Dirección de Publicaciones e Impresos de El Salvador. Sin embargo, el conjunto de poemas no fue editado como libro independiente. Tampoco la mayoría de sus poemas se incorporaron en las diversas recopilaciones que se realizaron en distintos países ni en las que circulan de manera libre en la red.

Dalton escribió estos poemas a partir de 1969. Los agrupó, los ordenó y decidió el criterio para su publicación en 1973. Entre una fecha y otra, pasó casi todo el tiempo trabajando en Cuba. Y, durante el último año, preparándose además para sumarse a la lucha guerrillera en El Salvador.

Ese último tiempo de su estadía en Cuba fue muy productivo. Redactó decenas de ensayos para las revistas Casa de las Américas, Tricontinental, Cine Cubano, Santiago, y para la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes, y la Unión de Periodistas de Cuba; guionó al menos tres obras de teatro; una de las cuales, llamada Caminando y cantando, se estrenó con cierto éxito en La Habana; empezó a escribir dos novelas que quedaron inconclusas, tituladas Dalton y CIA, y Miriam. Terminó varios libros, algunos publicados antes de su muerte como Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador (1972) y Las historias prohibidas del Pulgarcito (1974). Y también dejó listos Un libro rojo para Lenin (editado por primera vez en Nicaragua en 1986) y Un libro levemente odioso (1988).

Dalton contaba para ese entonces con un prestigio que traspasaba fronteras. En 1969, su libro Taberna y otros lugares había ganado el Premio Literario “Casa de las Américas” en la categoría Poesía. El jurado destacó la “avanzada representatividad de sus poemas en el contexto de la más actual expresión poética en lengua castellana”. Tenía a su alcance diversas posibilidades de edición. Ya había publicado –o estaba por hacerlo– en México y en Costa Rica (y, por supuesto, también en Cuba). En 1973, cuando terminó el poemario que difundimos de modo completo a continuación de este texto, mantenía contactos con editoriales en distintos países, tanto de América como de Europa. Le cuenta a Aída Cañas, su expareja, en una carta de junio de ese año: “Organicé las ediciones de Mármol para Italia, Francia y Estados Unidos, que si salen van a dar algunos pesos para ustedes. Te mandaré un detalle minucioso de cómo están las cuentas pendientes y las tramitaciones que se harán con nuevas posibles ediciones”. El amor me cae más mal que la primavera, sin embargo, fue el único de los poemarios que Dalton dejó ordenados para enviar a imprenta que no se publicó.

“Poesía, que no estás hecha sólo de palabras”

Un análisis exhaustivo de la obra de Dalton exige una dedicación que excede estas líneas. Ese esfuerzo se hizo, hasta el momento, de manera fragmentada: hay quienes estudiaron su poesía, pero no su obra ensayística; quienes abordaron su biografía sin poner el énfasis suficiente en su opción revolucionaria; y aún está vacante el estudio de su labor teórica en torno a los debates sobre el marxismo y la lucha armada. Se pueden consultar diversos trabajos, algunos disponibles en línea, para acercarse a los distintos aspectos de su vida y su producción literaria [1].

Poner el foco en El amor me cae más mal… permite esbozar una interpretación también parcial, aunque poco explorada, sobre el modo en el que Dalton trató a lo largo de su obra poética el tópico del amor.

En los últimos años, su obra encontró en internet y en las redes sociales una vía legítima y válida de difusión masiva. Sin embargo, la réplica de sus poemas de manera imprecisa y descontextualizada impide comprender su poesía en el marco de sus condiciones de producción. En el caso de Dalton, obviar esa dimensión implica un serio riesgo porque sus versos son el resultado de una imbricación única, excepcional, entre su creatividad literaria y sus decisiones de vida; entre sus relaciones personales y su compromiso con la lucha por la revolución.

Para poner en contexto la lectura que presentamos, es útil apoyarse en la periodización que propone el salvadoreño Luis Melgar Brizuela, quien distingue una primera etapa de la poesía de Dalton desde sus inicios hasta el año 1964, un segundo momento que llega hasta 1973, y un tercero desde entonces hasta su muerte dos años después. Melgar Brizuela considera que El amor me cae más mal que la primavera forma parte del “segundo Dalton”, la fase más extensa y más experimental desde el punto de vista creativo, que abarca, además de este poemario inédito, los libros Taberna y otros lugares y Un libro levemente odioso.

“Para acostarse con la misma muchacha”

Veamos algunos versos de los poemas que forman parte del “primer Dalton”:

Mujer: hoy que amanezco
con un grito distinto entre las venas,
tomo tu mano musical, rodeo
con miel suave titánica la vida.
Hacia tu cuerpo y tu futuro parto desde mí mismo.
Advengo
hasta tu amor mundial. Avanzo y canto.

(Mía junto a los pájaros, 1958)





Abro mi anatomía primitiva
para que me fecunde tu sonrisa.
Amor,
amor,
¿qué me sucede cuando substituyes
la vibración nupcial que me despierta?
Encomiendo a tu cuerpo,
a tus secretos dones adversarios,
a tu manera de mirarme,
a tu brutal huida,
a tu tenaz ofrecimiento inacabado,
a tus ansias de amar que me adivinan
como un soldado atónito
encomiendo a tu sangre apresurada;
a tu total medida
que me deja el abrazo sin lugares (…)

(Tu misión, 1959)

De esa misma época es también “Aída, fusilemos la noche” (Aquí tenemos estas cuatro manos / y tenemos mi voz. / Nos respaldan tus ojos / y tu suave / manera de ir queriéndome), uno de sus textos más divulgados, escrito a los veinte años, en el que declara su amor y sella su compromiso con quien sería su primera pareja, su esposa, la madre de sus tres hijos y su colaboradora de mayor confianza hasta sus últimos días.

Junto a Aída Cañas, consecuente militante de la causa revolucionaria

Con el paso del tiempo, sin embargo, el propio Dalton renegaría del lirismo tradicional y del amor romántico que signaron esa etapa temprana de su poesía. En el poema IX de la serie titulada “Los Hongos”, que incluyó en el libro Taberna… (1969), bromea sobre el tema y afirma que algunos de aquellos versos “no los volvería a escribir”:

Acepto que mi poesía no es ya la de antes, la que gustaba tanto
al Padre Landarech (…)
Recuerdo nítidamente, por ejemplo,
que le envié por correo el primer poema de amor que hice en Cuba.
(…) El poema decía, más o menos, así:
´(…) ¡Oh dilatada heroína de mi espera! / De pronto te he visto. / Como de una raza lavada de toda mancha / se te miraban los perfumes /
así fueran una guirnalda circundándote. / Testimonio y estremecimiento de la Luz / en medio de la noche, / eras como la dulce espada de los niños guerreros / que amanecen dormidos bajo el rocío en días de cosecha. / Oh, halago de mi fiebre, / amor que por el amor me has victimado / la jerarquía de la rama nueva / sea contigo. / La soledad del desierto me aquejaba / pero hoy mi lecho será todopoderoso / ¡Oh deleitosa muerte de la búsqueda!´ /
Todo lo bonito que Ud. quiera, Padre, pero eso de “Oh, dilatada heroína de mi espera” no lo volvería a escribir aunque fuera imprescindible para acostarse con la misma muchacha.

Ese arrepentimiento es contemporáneo a la escritura de los poemas que integran El amor me cae más mal…, que expresan una mirada sobre el amor con la que, como veremos más adelante, el “segundo Dalton” parece sentirse más a gusto.

No hace falta resaltar la importancia de todo verso que se descubra, o que se pueda rescatar del olvido, si se trata de la obra de un poeta de la talla de Roque Dalton. Los motivos inexplicables por los cuales el poemario no se editó vuelven aún más relevante su difusión. Si lo que se busca es analizar el lugar que ocupó y el sentido que fue adquiriendo el tópico del amor en su obra, es imprescindible prestar especial atención a esta serie de textos poco conocidos.

Antes de detenernos en los poemas que dan cuenta de su experiencia y su mirada más radical (de la literatura, de la revolución y también de los vínculos sexoafectivos), es justo aclarar que en su obra las remisiones al amor exceden por mucho la noción de amor romántico.

Un amor eficaz

Desde su poesía temprana aparecen referencias al amor filial, familiar. La mención a su madre destaca entre ellas como en “Oíd” (madre, mi madre, madre, / la única bella sombra / capaz de odiar a todo el que me cerró con motivos / la ventana en el rostro). Pero otro aspecto, que en un principio permite pensar en la influencia que ejerció sobre Dalton el poeta peruano César Vallejo, irá prevaleciendo a medida en que avance su obra: hablará del “amor a la vida”, como en el poema de sus primeros años “Compañero perenne” que dedica a Miguel Ángel Alfaro:

“(…) manteniendo la llama
del amor a la vida.
(Y es que amar a la vida
es odiar la miseria)”.

También escribe “Al olvido tenaces dimos muerte completa / viajeros de la misma religión amorosa” (“Para cuando la muerte…” en Los pequeños infiernos, 1962), frase que se acerca al concepto de amor eficaz propuesto por el cura guerrillero colombiano Camilo Torres, a quien Dalton se referirá varias veces en sus poemas clandestinos.

En sus ensayos de Praga vuelve al mismo planteo: “Amor a la humanidad, el mejor método para llegar a la verdad y una fuerza que asegura la realización de la esperanza: ¿se puede concebir otra base mejor para la poesía?” (“Recuento en Praga”, 1967). Esta cita anticipa la idea que Dalton debatirá con el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal (también sacerdote católico) acerca de la necesidad de tomar las armas “por amor a la humanidad y al bien social” (“Apuntes de dos encuentros con Ernesto Cardenal”, 1972). Es justamente en ese punto donde reside, para Dalton al igual que para Camilo Torres, la “eficacia” del amor al prójimo: el compromiso no debe quedar sólo en las palabras, sino que también se deben asumir los riesgos del combate. No es casual que la noción del amor más allá de los vínculos de pareja o filiales surja en el salvadoreño asociada a referentes religiosos: él mismo reconocerá su formación jesuita, que no dejará de influir en su poesía y en su concepción del mundo. El cristianismo de liberación fue una de las corrientes determinantes en la constitución de las organizaciones guerrilleras de aquel entonces.

Los sacerdotes revolucionarios Camilo Torres y Ernesto Cardenal

En Dalton, sin embargo, el amor a la humanidad se expresa condicionado por su opción ideológica que le impone realizar un determinado recorte. El “bien social” no será resultado de la buena voluntad del género humano en su conjunto, sino de “los mendigos, los marihuaneros, los indocumentados, los primeros en sacar el cuchillo, mis hermanos”. De allí que uno de sus textos literarios más clasistas se llame, precisamente, “Poema de amor”:

Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como “silver roll” y no como “golden roll”),
los que repararon la flota del Pacífico en las bases de California,
los que se pudrieron en las cárceles de Guatemala, México, Honduras, Nicaragua por ladrones, por contrabandistas, por estafadores, por hambrientos
los siempre sospechosos de todo (“me permito remitirle al interfecto por esquinero sospecho soy con el agravante de ser salvadoreño”),
las que llenaron los bares y los burdeles de todos los puertos y las capitales de la zona (“La gruta azul”, “El Calzoncito”, “Happyland”),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo de las picadas del escorpión o la barba amarilla en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.

Estos versos integran el libro Historias prohibidas del Pulgarcito, escrito durante los mismos años en los que fue tomando forma El amor me cae más mal…

“Donde empiezan los líos”

La poeta Lil Milagro Ramírez, determinante en la poesía del “último Dalton”

Pero al motivo amoroso le quedará, aún, un último giro de reconceptualización que se verá plasmado en el “tercer Dalton”, el de las Historias y poemas de una lucha de clases (ese fue el título que Roque Dalton dio al libro que finalmente se conoció como Poemas Clandestinos). Allí se hace eco de los planteos provenientes de la segunda ola feminista. “El sexo es una categoría política”, apunta como epígrafe del poema “Para un mejor amor”, y agrega la autoría de esa cita para no dejar dudas: Kate Millett [2], una escritora y activista feminista estadounidense que había publicado en agosto de 1970 Política sexual, libro en el que plantea la tesis que el poeta salvadoreño retoma de esta manera:

Nadie discute que el sexo
es una categoría en el mundo de la pareja:
de ahí la ternura y sus ramas salvajes.
Nadie discute que el sexo
es una categoría familiar:
de ahí los hijos,
las noches en común
y los días divididos
(él, buscando el pan en la calle,
en las oficinas o en las fábricas;
ella, en la retaguardia de los oficios domésticos,
en la estrategia y la táctica de la cocina
que permitan sobrevivir en la batalla común
siquiera hasta el final del mes).
Nadie discute que el sexo
es una categoría económica:
basta mencionar la prostitución,
las modas,
las secciones de los diarios que sólo son para ella
o sólo son para él.
Donde empiezan los líos
es a partir de que una mujer dice
que el sexo es una categoría política.

Porque cuando una mujer dice
que el sexo es una categoría política
puede comenzar a dejar de ser mujer en sí
para convertirse en mujer para sí,
constituir a la mujer en mujer
a partir de su humanidad
y no del sexo,
saber que el desodorante mágico con sabor a limón
y jabón que acaricia voluptuosamente su piel
son fabricados por la misma empresa que fabrica el napalm,
saber que las labores propias del hogar
son las labores propias de la clase social a que pertenece ese hogar,
que la diferencia de sexos
brilla mucho mejor en la profunda noche amorosa
cuando se conocen todos esos secretos
que nos mantenían enmascarados y ajenos.

El enfoque que impregna el poema es marxista, porque apunta al corazón del orden político y económico capitalista, pero también es feminista, porque lo que cuestiona es la implicancia de ese orden en el sexo, en la división de roles de género y en la consecuente subordinación de la mujer. Esta novedad conceptual en su obra va de la mano de un recurso estilístico que ya había empleado previamente en otros poemas, como es la inclusión de un epígrafe que orienta la línea argumentativa del texto, una forma de intertextualidad manifiesta habitual en escritos razonados, pero más extraña e inesperada en la poesía.

Este poema figura bajo la autoría del único nombre de mujer que Dalton crea en este libro, Vilma Flores. A diferencia de los seudónimos, los heterónimos a los que el poeta apela dan voz a distintas personas, con sus propias identidades y modos de ver y significar el mundo, como da cuenta en los datos biográficos consignados de cada uno de lxs personajes-autorxs a lxs que atribuye los poemas que componen el libro. Se trata de un procedimiento literario que otro escritor altamente valorado por los poetas del siglo XX, el portugués Fernando Pessoa, implementó a lo largo de toda su obra de manera magistral.

Las breves líneas que se proporcionan sobre Vilma Flores, la supuesta autora de la poesía inspirada en el feminismo de Millett, brindan indicios certeros en torno de la fuente de influencia del poeta. Dice de Vilma que “fue primero estudiante de Derecho pero abandonó su carrera para trabajar en una fábrica textil y poder participar en la organización de la clase obrera de manera total. Nació en San Salvador, en 1945”. Quien se corresponde con esta descripción es la militante revolucionaria Lil Milagro Ramírez, fundadora del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), organización de la que Roque formaba parte activa cuando escribió los poemas clandestinos. Sobrevivientes del ERP relatan que él y ella fueron pareja durante ese último tiempo de sus vidas. Roque fue fusilado en mayo de 1975, y Lil Milagro fue secuestrada por los militares salvadoreños un año después, quienes la mantuvieron secuestrada hasta que se supo de su muerte en 1979.

Poeta desde edad temprana al igual que Dalton, hija de padre maestro y madre profesora, criada en una casa llena de libros, Lil Milagro efectivamente había estudiado Derecho y nacido, al igual que ficticia Vilma Flores, en 1945 en San Salvador. En 1966, mientras cursaba sus estudios universitarios, dos de sus poemas ya habían sido publicados en el número 60 de Cultura. Revista del Ministerio de Educación de El Salvador, donde se referían a ella como “la más joven poetisa salvadoreña en la actualidad”.

“En una facultad aún con poca presencia femenina en donde las muchachas nos maquillábamos con cuidado y nos fijábamos en un bonito vestir, a ella parecía no importarle esas cosas”, relata su amiga Miriam Medrano, realzando su incipiente rebeldía respecto de los roles de género. “Simone de Beauvoir le iluminó el pensamiento con la igualdad de la mujer frente al hombre”, recuerda Dagoberto Gutiérrez, compañero de militancia de Lil durante aquellos años, y agrega que ella era “jefe guerrillera, maestra del pensamiento, instructora de la paciencia, amaba la poesía por encima de todo y la revolución fue siempre su sueño”.

¿Fue a través de ella que Dalton pudo conocer las lecturas feministas que comenzaban a circular en los años 70 en EEUU, y que solo era factible que llegaran a un país como El Salvador a través de los selectos ámbitos de cierta intelectualidad? Es lo más probable, ya que, clandestino en su país, clandestino también los últimos meses en Cuba, y habiendo vivido en la isla los años previos, resulta muy difícil de imaginar otro origen para una referencia de ese tipo. No era, en absoluto, fácil toparse con esas ideas en La Habana, menos aún durante los años del Quinquenio Gris (1971-76), como se denominó a ese período de rigidez cultural e ideológica de la Revolución.

Otro indicio de la identidad de la joven poeta salvadoreña que se esconde detrás del heterónimo de Vilma Flores surge del “Tercer poema de amor”:

A quienes digan que nuestro amor es extraordinario
porque ha nacido de circunstancias extraordinarias
diles que precisamente luchamos
para que un amor como el nuestro
(amor entre compañeros de combate)
llegue a ser en El Salvador
el amor más común y corriente
casi el único.

No caben dudas de que el “amor entre compañeros de combate” que Dalton propone en sus últimos poemas clandestinos alude al que sostuvo con Lil Milagro en esos meses turbulentos previos a su muerte.

“Lo que falta”

El amor me cae más mal que la primavera parece operar como una especie de bisagra entre el romanticismo inicial y el quiebre estilístico y conceptual que experimenta a partir de la época de Taberna… y que, como vimos, da un nuevo giro en los planos de la forma y del contenido en sus últimos escritos. El desplazamiento en el modo de concebir y tratar poéticamente el amor y los vínculos de pareja encuentra su correlato en la trayectoria política y militante del poeta, que incluye, por supuesto, sus relaciones afectivas.

Junto a la directora teatral Miriam Lezcano, su compañera durante los últimos años en La Habana

Este conjunto de poemas, preparado para ser impreso como libro, se inicia con una inequívoca dedicatoria: “A Miriam”. La destinataria es Miriam Lezcano, una talentosa directora teatral de 30 años en ese entonces, graduada en actuación en la Escuela Nacional de Arte de Cuba, licenciada en Historia en la Universidad de La Habana, que años más tarde viajaría a completar su formación al Teatro de Arte de Moscú. Roque estuvo en pareja con ella durante sus dos últimos años en Cuba, entre 1971 y 1973. Además de haberle dedicado el poemario, Dalton proyectó una novela que llevaría su nombre como título, la que finalmente por falta de tiempo no concretaría. A Miriam se refiere en sucesivas cartas como “mi amor”, “cabecita de fósforo” (era pelirroja), “mi culito blanco” (en las fotografías se puede advertir su piel extremadamente clara). A partir de abril de 1973 ya no se verían más: el poeta debió pasar los últimos meses aislado, completando su preparación para el paso a la guerrilla.

En El amor me cae más mal… se observa una mirada más descontracturada y flexible sobre los vínculos amorosos y sexoafectivos que la que pudimos apreciar en el primer Dalton:

“Responsabilidad”

Salí a cazar muchachas con un arpa
y endomingadas flechas de melcocha.
El amor yo lo busco
de las proposiciones de amor me defiendo.
A mi alrededor pueden cacarear las mozas
más perfectamente peludas
que yo retiraré mi anzuelo
y ofreceré ramilletes de pompas de jabón.
Yo toco el piano con mi dedo más memorable.
El amor es una fiera que se suicida
frente a la jauría jadeante.

“Guerra”

Mi verdadero conflicto
hondureño-salvadoreño
fue con una muchacha.

“Epigrama”

                                                         A M.L.

Somos la pareja menos infinita y menos adánica
que podría encontrarse en estos últimos treinta años de historia.

Desde el punto de vista muscular
apenas hemos hecho poco más que dos perros.
Desde el ángulo cultural
hemos despertado bien pocas envidias.

Pero este amor nos ha devuelto mejorados al mundo
y, entre nosotros, inolvidables.

Ahora vamos a hacer que alguien sonría
o paladee un pedacito de dulce tristeza
hablando de nuestro amor en este poema.

Aunque Miriam era su relación más estable en ese momento, lo cierto es que hay varios poemas dedicados a otras mujeres: A María del Carmen; a B. C.; a C, in memoriam; a una muchacha checa llamada Zdena; y en el resto de las composiciones no se priva de dejar rastros de la diversidad de sus gustos y opciones a la hora de explorar vínculos diversos de sexo y de amor. En cuanto al estilo poético, acompaña esta nueva manera de representar el amor, menos idealizada, con pasajes en los que predomina el tono humorístico, la (auto)burla e, incluso, la ironía.

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Notas:

[1] En Las brújulas de Roque Dalton, Luis Melgar Brizuela realiza un detallado análisis de su obra poética. De allí tomamos la periodización a la que hacemos mención en este texto, aunque, vale aclarar, que eso no implica una coincidencia con las categorías y los juicios que el crítico vuelca en el examen más específico de la obra de Dalton. El archivo en PDF de ese libro se puede consultar o descargar acá. En El ciervo perseguido, Luis Alvarenga realiza una biografía que ayuda en gran medida a contextualizar la poesía de Dalton en clara y explícita sintonía con sus elecciones de vida. Una versión digitalizada de ese libro se puede consultar o descargar acá.

[2] En las ediciones impresas de Poemas Clandestinos el apellido que figura en el epígrafe aparece como Mills en lugar de Millett. Este detalle abre distintas posibilidades de interpretación: uno, Dalton pudo haber elegido jugar con el cambio sutil, en un libro donde recurre a múltiples heterónimos y ningún nombre es el que es; dos, simplemente pudo haberse equivocado al escribirlo; o tres puede tratarse de un simple error de transcripción de unos manuscritos que, recordemos, se corresponden con su estadía en la guerrilla y las dificultades de la clandestinidad. Sin embargo, la precisión de la cita no habilita dudas respecto de la autora. En su libro Política Sexual (Ediciones Cátedra S.A., 1995, pág. 68) Millett afirma: “El esbozo siguiente, que cabría describir como «unos cuantos apuntes encaminados hacia una teoría del patriarcado», se propone demostrar que el sexo es una categoría social impregnada de política”.

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* Daniela Lauria es doctora en Lingüística (Universidad de Buenos Aires) e investigadora del Conicet (Argentina). Su última publicación es Lengua y política. Historia crítica de los diccionarios del español de la Argentina (Eudeba, 2022). Administradora del Observatorio Latinoamericano de Glotopolítica en Facebook

fuente Lanzas Y Letras

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