Urge recuperar la política

Zurdo

Miguel Ángel Sandoval

Hace algunos años escribí un libro al que puse como título “Recuperar la política o perder el país”, no exageraba. Afirmo ello ahora, casi diez años después, pues lo que en ese momento era parte del análisis de unos pocos, ahora es la certeza de muchos, acaso miles. Hablo de la implosión del sistema de partidos políticos. Nada hay que pueda ocultar la debacle de las diferentes denominaciones. Unos cayeron de forma franca y clara en el negocio de moda, inspirado acaso por las novelas colombianas o mexicanas, otros cedieron al chantaje puro y simple del gobierno en ejercicio. Algunos a la práctica fácil de medrar a costas del presupuesto nacional sin ningún tipo de pudor.

Lo cierto del caso es que el sistema de partidos políticos sucumbió. Es un hecho incontrovertible. Como en todo, siempre hay las excepciones. Pocas, sin mucha resonancia, pero de que hay, hay. No existe partido político que tenga un centro de estudios políticos reconocido. De la misma forma no hay un grupo político que tenga una escuela de gobierno municipal para los alcaldes. Corre parejo con los diputados. Sin formación política, con escaso conocimiento de unas cuantas leyes y con la repetición de lugares comunes sobre “los pesos y contrapesos”, o con la idea de que la democracia es esto o es aquello. Pero de manera general, la mayoría de políticos en lugar de dar argumentos serios lo que hacen es abusar de calificativos, groserías, gritos. No sé de políticos que se animen a escribir sobre su ideología o sus propuestas programáticas. Es la aridez intelectual.

En los años de las últimas 4 o 5 legislaturas, hubo una especie de reflexión sobre el rol de los jóvenes. El resultado fue lamentable. De 160 diputados, cada legislatura cambio en unos 100. Y en un momento se aposto por los jóvenes. Es la época de los “dipukids”. La mayoría no pudo entender que pasaba en el congreso y ni siquiera su rol de diputados, se rindieron ante la corrupción. De nuevo, no hablo al tanteo. De todas formas, hay siempre la excepción que rompe la regla.

La mayoría de ellos sin sustento social, sin estructuras reales, sin programas de referencia, sin atisbo de ideologías. Aunque lo más notable es su distancia de los sectores sociales. Las bases ha sido un lugar común para hablar de los supuestos afiliados, cuando no de acarreados a cambio de alguna prebenda. Es el reino de las franquicias electoreras no de los partidos políticos de verdad. Los clásicos de la ciencia política que dieron vida a teorizaciones sobre lo que son los partidos y su rol en sociedades que transitan por senderos democráticos, no aprobaron el examen de las realidades de nuestro país.

Ahora bien, no basta con señalar todas estas falencias en el sistema de partidos políticos. Hay en ello una enorme responsabilidad de otros sectores. Para empezar, están los empresarios que como todo mundo sabe, invierten sumas importantes en los candidatos y partidos, que les pueden garantizar las prebendas que tienen desde toda la vida. Entre las cuales la nominación de ministros de finanzas o economía y otros cargos semejantes, así como el derecho de picaporte en casa presidencial, Pero esto es de dominio público. Ya hubo una disculpa pedida por un buen grupo de empresarios, que, ante tanta evidencia presentada por la Cicig, aceptaron haber dado dinero de manera ilegal a campañas políticas.

Otros actores en esta debacle son los medios de comunicación. Para estos, dar espacio a los políticos de pacotilla es parte de su oficio. La prensa ocupa un palco en el congreso, siguen las sesiones de forma presencial, pero a la hora de interrogar a los que hacen los corchos en el hemiciclo son blandos, y dicen cosas bonitas y ocultan las feas… Y esta el rol de las juventudes que, distraídas por las redes sociales y otros fenómenos de la época, se abstienen de participar y de exigir sus derechos que los “políticos” les roban impunemente.

Pero el tema señalado no es exclusivo de nuestro país. En el Perú tenemos ya por lo menos una década con una especie de implosión mayúscula del sistema político de manera general. Varios presidentes que sucesivamente son depuestos, juzgados, condenados y en prisión. En esto es de gran relevancia el rol de los grupos de interés, que prefiero no denominar partidos políticos, pues como en nuestro caso, no merecen ser definidos con esa categoría. En ese país se está consumando con todas las falencias del mundo, una suerte de desgobierno alejado de la gobernabilidad por los caprichos del congreso. Aquí se utilizan fórmulas que, por suerte no existen en nuestro país. Todo para generar una situación permanente de ingobernabilidad, que sea propicia para todo tipo de negocios, contando con la cobertura de las instituciones. Es la de nunca acabar.

El hartazgo es de tal envergadura que en las últimas manifestaciones encabezadas por lo que se denomina generación Z, de jóvenes hartos de la vulgaridad de los congresistas, de los grupos políticos, y en general de la clase “política”, hacen aparecer en las concentraciones de indignados, la consigna “Que se vayan todos”, y esto no hace referencia solo a los lideres de los grupos denominados políticos, sino que en general a todo el estamento político. En otras palabras, la ingobernabilidad creada o estimulada por los grupos políticos, da como resultado, que en ese país se estén dando las condiciones, desde lo profundo de la sociedad, para la depuración de sus instancias de gobierno.

La consigna “que se vayan todos” tiene su origen en las grandes movilizaciones en Argentina en el 2001. Si se recuerda, un expresidente de ese país tuvo que salir desde su residencia o desde la casa de gobierno, vía helicóptero pues las multitudes desbordadas buscaban hacerse justicia por su mano. Es lo mismo que vimos hace unas pocas semanas en Nepal. Es el hartazgo de los llamados políticos que tiene a las sociedades al borde de la paciencia.

En nuestro país las sucesivas crisis, las permanentes burlas a los ciudadanos, las medidas cargadas de cinismo que vienen desde el legislativo (como el grotesco auto aumento) nos sitúan al borde del inicio de un proceso de depuración. Pero también, ese hartazgo se produce, cuando se tiene la certeza que los organismos de justicia hacen lo contrario a las funciones que un día les fueron delegadas. Ahora es la impunidad a que campea en la mayoría de judicaturas y otras instancias.

. Por ello para los sectores sociales y los grupos académicos o intelectuales, así como para pueblos indignas y autoridades ancestrales, es difícil identificarse con la política de los partidos franquicia. Esa es una de las razones que llevan al Frente Amplio por la Democracia, que se cocina a fuego lento integrado por sectores sociales, académicos, lideres indígenas, mujeres, entre otros, a ver con recelo la relación con los partidos, a los que se mira como una herramienta no como un proyecto político. Son las cosas de la vida real, no las intenciones de unos cuantos.

No obstante, ello, el destino del país y la apuesta de cerrar el paso a lo que se denomina el pacto de corruptos, plantea como una necesidad un entendimiento, alianzas y relaciones amplias y francas de cooperación. Se parte de la certeza que ninguna fuerza aislada tiene opciones reales en el evento del 2023. Es entonces la realdad y la frialdad en el análisis la que impone un giro en la conducta de aislamiento, sectaria o de imponer condiciones. Una de las vertientes de es la recuperación de la política pasa por una nueva visión sobre las alianzas, los acuerdos, los acercamientos, los proyectos comunes.

El llamado a recuperar la política, que planteaba en el libro citado*[1], sigue teniendo vigencia. Los bochornos cotidianos del congreso no son una expresión de la política, ni de principios o valores éticos. Son la forma vulgar que en nuestro país se entiende por algunos la labor política, con el uso y abuso de las normas legales del país para cumplir con propósitos espurios.

La política que queremos recuperar, es donde los principios, la ética entre otros valores, guíen a las personas que intentan hacer de la vida y función pública, que eso es la verdadera política, el lugar en donde prive el bien común no los negocios de los personajes que hoy ocupan un lugar que no les corresponde. Reitero:  Recuperamos la política o perdemos el país. De nosotros depende hacerlo.


[1] Recuperar la política o perder el país.

  Miguel Angel Sandoval.

 F&G editores. 2017.

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