Persistir en la diversidad

JAIRO3

Autor: Jairo Alarcón Rodas

Soy humano y, por lo tanto, nada de lo humano me es ajeno.

Terencio

Unos de los principios de la lógica formal, es el principio de identidad, el cual señala que todo ser es idéntico a sí mismo, por lo que no hay dos que sean iguales. Por muy parecidos que parezcan dos personas, no llegan a ser la misma, como consecuencia y utilizando las palabras de Parménides, el ser es, el no ser no es, por lo que, lo que es no puede no ser. No hay personas repetibles, cada una tiene particularidades que las caracterizan y las distinguen de los demás, cada una ocupa un espacio y tiempo específico.

Así es que, a partir del principio de identidad, se puede seguir que cada individuo tiene su propia particular esencia, que lo identifica atendiendo a sus cualidades específicas, rasgos físicos, deseos, inquietudes y aspiraciones. No obstante, si se hace referencia a los seres humanos, a pesar de los aspectos específicos que los identifican como individuos, como toda especie, deben tener algo en común, que los caracterice y los distinga de los demás seres vivientes que habitan en la tierra. Es el entramado de su naturaleza biológica y sociohistórica, que comparten los humanos, lo que los hace ser lo que son y, por lo tanto, si no lo tuvieran serían otra cosa, no serían humanos.

Así, lo común y lo diverso son parte de la condición humana, es el crisol que los caracteriza, pero pensar diferente no significa hacerlo al margen de lo humano, con la diversidad de ideas se puede enriquecer la interpretación del mundo, es parte de la dialéctica del pensamiento, sin embargo, igualmente se puede perder el avance cognitivo si tales construcciones están asentadas sobre criterios perversos y maledicentes, pues opinar no significa tener la razón.

Los consensos surgen a partir de criterios compartidos y no sobre la base de la divergencia, aunque se inicié con esta, por lo que se logran acuerdos en algo, a partir de comprender, que lo aceptado, es la mejor solución a un problema común. Consecuentemente, para que exista comprensión, entre criterios distintos, tiene que haber argumentaciones y refutaciones que son posibles, a través de la racionalidad.

El ser humano tiene como característica esencial, que puede pensar, que elabora construcciones abstractas de su entorno y de sí mismo, lo que da lugar a lo certero y a lo fallido. Esa serie de propiedades simbólicas le otorgan la posibilidad de establecer una comunicación más efectiva, luego, es ese proceso intelectivo el que lo distingue de los demás, su grado de racionalidad.

Sin embargo, muchos no ejercen esa facultad, limitando su actitud crítica, siendo, por aparte, la emotividad la que interfiere en la interpretación sobre la realidad, a partir de los juicios de valor, por lo que la comprensión del mundo se dificulta, al distorsionarla con la llamada racionalidad subjetiva,  condición que puede establecerse y fomentada, en función de determinados intereses ideológicos, esquemas preestablecidos, guiones que se deben seguir, en concordancia con los beneficios del sistema.

¿Cómo es que una misma especie, la humana, tenga tanta diversidad de criterios sobre la vida, la existencia, las formas de manifestarse, de valorar las cosas? La respuesta está en la construcción cognitiva que realizan, que da lugar a las expresiones culturales. Es el andamiaje que elaboran, de su entorno, su interpretación, lo que hace la diferencia, en el que no solo opera el razonamiento, sino también, aspectos valorativos. Y, en consecuencia, se ve la realidad de acuerdo con la medida que tiene cada individuo, es eso lo que le da la interpretación particular, lo que deriva la diversidad de criterios sobre las cosas.

La comprensión particular sobre lo otro, da lugar también, a una forma de manifestarse y de expresarse, no obstante que todos ven las mismas cosas, ya que la realidad es una y el escenario en donde se desenvuelven, es común para el que se encuentre dentro de él. Cada individuo tiene intenciones, apetencias, inquietudes, preferencias, lo que lo distingue de los demás, pero no pueden existir criterios tan disímiles, tan diversos que no permitan la convergencia, la unidad de criterio, la posibilidad del encuentro.

Actualmente, sectores progresistas y defensores del liberalismo individualista, convergen en exaltar la diversidad, el derecho individual a la autodeterminación, a la decisión de pensar diferente, de ser distinto y a que sea respetada tal decisión. No obstante, la diversidad de criterio no puede salirse del canon de lo humano y de lo permisiblemente humano.

Qué es entonces lo humano y lo permisiblemente humano. Lo humano es aquello que caracteriza a la especie y posibilita su permanencia y desarrollo; siendo lo permisible,  básicamente todo aquello que no esté en contra ni en detrimento de los derechos inalienables de la especie establecidos a través del consenso, más aún, aquello que vulnere su dignidad, entiéndase entonces que lo ético, debería prevalecer en el momento que se decide convivir en sociedad, que se establece el tácito contrato social y, por consiguiente, un individuo no puede hacer lo que se le dé la gana, si con ello, vulnera los derechos de otra persona.

¿Cómo ponerse de acuerdo, si no es en los términos que permitan la cohesión social, si no es a partir de lo común que les atañe a sus miembros desde el ámbito de lo humano? No es exaltando las diferencias, sino a partir de lo común, lo propio de la esfera pública, en donde esos rasgos cobran singular importancia. He ahí que, las afinidades entre los seres humanos son mucho más valiosas que las diferencias, que puedan establecerse, pues son estas, las que sientan las bases para que criterios distintos, se puedan armonizar con vistas al bien común y, desde luego, a reforzar la dialéctica del pensamiento.   

Por lo tanto, siendo lo racional y lo ético lo que posibilita, en un ambiente común, conjuntar la diversidad de criterios, el marco de referencia, para el logro de los consensos y los acuerdos, deberá surgir, a partir de los argumentos y las refutaciones, en donde la responsabilidad, el respeto y la justicia tienen que prevalecer. Persistir en la diversidad, siempre y cuando, esos criterios no se alejen de la condición humana ni vulneren tal dignidad.

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