Mírame a mí, siendo otro y yo mismo a la vez

JAIROaLARCO

Autor: Jairo Alarcón Rodas

Evidentemente, el problema es que este “otro” que me hace frente es, en un sentido, yo, y en otro, no-yo –la reduplicación de mí mismo que tiene lugar durante este encuentro inicial establece, por ende, algún otro que no soy yo.

Judith Butler

La racionalidad tiene la peculiaridad que, por medio de la reflexión intelectiva, origina diálogos internos, soliloquios, cavilaciones íntimas que mediatizan las acciones, que detienen la espontaneidad, que frenan el ímpetu de las personas, dado que permite evaluar lo que se hará antes de hacerlo. Consideraciones que dan lugar a los juicios, a los razonamientos y a los pensamientos, como la forma de bosquejar, interpretar y reflejar la realidad, es decir, ser conscientes del todo. 

De ahí que ser consciente es tener la capacidad de reconocer la realidad, darse cuenta de uno mismo, de los propios actos y sus consecuencias, y estar al tanto de lo que sucede en el entorno. Es el demonio socrático, la voz interior que advierte sobre cuáles son las acciones positivas y las negativas en toda acción. De tal modo que, al estar conscientes, también se posee la capacidad de decidir, que resulta ser también un atributo moral.

Consciencia y conciencia son posibles mediante diálogo interno. Por lo que, si se entiende por consciencia la apropiación o reconocimiento interno o externo o el conocimiento reflexivo de uno mismo, de los propios pensamientos, de los sentimientos, del entorno y la capacidad de reflexionar sobre la realidad, que da lugar a las decisiones y a la acción, ello corresponde también a la conciencia, entendida como una decisión moral. 

Consecuentemente, la capacidad del ser de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella, resulta ser la consciencia, en cambio, la conciencia es una aptitud o facultad para discernir que se manifiesta en estado consciente, por tanto, atribuye este mismo carácter a su acepción, pero con significado ético o moral. Al final una conduce a la otra, ya que, al ser conscientes, el poder elegir, de decidir es posible.

En La dialéctica de lo concreto, Karel Kosik, siguiendo el planteamiento del materialismo dialéctico sobre el conocimiento, plantea que la conciencia posibilita que el sujeto no solo sea agente de conocimiento sino, también, objeto de conocimiento. Es, además, reflejo y proyección, asimila y transforma. Es decir, registra y construye, toma nota y planifica, refleja y anticipa; es al mismo tiempo receptiva y activa, señala Kosik. De modo que es a partir del diálogo interno, en la reflexión con uno mismo, lo que establece el resultado de la lectura sobre la realidad, sea certera o incierta. 

Cómo es que se toma contacto con el mundo exterior, con lo otro, cómo se inicia el conocimiento. Los sentidos propician el inicio, pero es el intelecto el que le da seguimiento a tal información, es el que la ordena y decide la configuración que se tendrá de lo percibido. Sensaciones e impresiones que dan por resultado las ideas simples, que el intelecto las convierte en ideas complejas, según el modelo empírico plateado por el filósofo David Hume. 

Pero, será que la apropiación del mundo, por parte del sujeto, solo es posible a través de la sensación y de su interpretación racional o es como lo indican los intuicionistas, que el conocimiento de la cosa en sí solo es posible a partir de la intuición que, para hacerlo, elimina todo tipo de símbolos, anula el diálogo interno, pone en paréntesis a la razón, lo que los antiguos griegos llamaban εποχής (epoché) epojé, no para alcanzar la imperturbabilidad, como la que buscaba Pirrón de Elis, sino como el medio para alcanzar y acceder a la experiencia de los fenómenos tal como se manifiestan en la conciencia, de forma más directa y pura, sin la mediación de marcos teóricos o preconcepciones  como lo señalara Edmund Husserl. 

Sin embargo, un cosa es acertar con lo otro, lo que Henri Bergson llama simpatía con la cosa, y otra, muy distinta, el poder decidir lo que es, criterio que únicamente se logra a través de la deliberación, de la reflexión intelectiva, es decir, poniendo en marcha el diálogo interno. Al ser uno mismo objeto de conocimiento de sí mismo, hay una separación, sin serlo, entre el yo que observa y juzga y el que es juzgado, ambos forman la identidad que se escinde para desarrollar un diálogo interno que, en la práctica, da lugar a los actos morales y sobre estos, a la ética.

Fue la posibilidad de dialogar con uno mismo lo que determinó, por ejemplo, que Sócrates, al darse cuenta de su ignorancia, buscara el saber y, con ello, diera origen a la antropología filosófica con el enunciado que dice “conócete a ti mismo”. Frase que encierra gran parte de su filosofía y que muestra que solo aquel que se conoce realmente, que se observa y analiza con objetividad, que se convierte a sí mismo en objeto de su propio conocimiento y discernimiento, se puede dar cuenta de sus carencias, de lo que le hace falta y, por consiguiente, puede decidir superar esas deficiencias a partir del aprendizaje, del conocimiento. 

El conocerse a uno mismo, el intentar saber lo que uno es, no solo brinda la posibilidad de establecer las potencialidades y las debilidades que cada uno posee, si el auto análisis se realiza con objetividad, pero también, se puede correr el riesgo que, dicha observación conduzca al auto engaño, ya que el ignorante piensa que todo lo sabe y, sabiéndolo, no requiere de ningún tipo de conocimiento, de aprendizaje. 

Agustín de Hipona, en uno de sus soliloquios, precisa sobre la importancia de ir al interior de uno mismo, pues es ahí en donde se encuentra la verdad. No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre la cima de tu ser, te elevas sobre tu alma dotada de razón. Pero, el volver a uno mismo significa buscar, a partir de reflexiones internas, respuestas a lo propio y a lo ajeno.

Para conocer la realidad, qué importancia tiene analizar, reflexionar sobre uno mismo, buscar en el interior de sí, deliberar y a partir de ahí, descifrar el mundo, conocer las cosas como son y no solo eso, recapacitar antes de actuar, razonar o será que eso no es posible por esa vía, ya que el encuentro con las esencias, que conduce al acierto, solo es posible en la inmediatez, en romper con la razón, siguiendo la ruta de la intuición, que elimina todo tipo de símbolos y suspende el diálogo interno, es decir, toda reflexión. Sin duda que reflexionar conduce a evaluar escenarios y, con ello, buscar la solución más adecuada para el acierto.

La anendofasia es la condición en la que una persona no tiene un monólogo interior o «voz» en su mente cuando piensa. Si las personas que tienen esa condición no pueden hacer de sus actos el resultado de una deliberación interna, cómo es que logran comprender la realidad. Han de optar por otra forma de hacerlo, en la que la intuición está presente.

Se estima que un 5 a 10 por ciento de la población del mundo carece del recurso de poder deliberar a través de soliloquios, a partir de dialogar internamente con uno mismo, para decidir actuar, carecen de ese recurso para procesar la información por lo que desarrollan otras estrategias cognitivas, como el uso de imágenes o conceptos abstractos, para procesar y organizar la información de manera funcional. Si hago esto puede ser que cometa una imprudencia de modo que debería de hacer esto otro, es la forma común de tomar una decisión y actuar evaluando los pro y contras de posibles escenarios.

Dentro del chamanismo Tolteca, Juan Matus, en las conversaciones que tuvo con el antropólogo Carlos Castañeda, le indicó que es imprescindible silenciar la voz interior que narra y juzga constantemente, para abrirse a una percepción más directa y auténtica del mundo y de uno mismo, lo que coincide con el planteamiento de lo fenomenológico de Husserl, que señala la importancia de poner entre paréntesis a la razón, eliminando los prejuicios sobre la realidad, los condicionamientos preestablecidos y captar inmediatamente las esencias de las cosas, en una acción llamada, según Husserl, relación noética-noemática.

En tal sentido y dado que las esencias no pueden conocerse a través de la razón, dado los impedimentos planteados por Emanuel Kant, podría ser la intuición la que permite su conocimiento, siendo el acto intuitivo la comprensión inmediata de la realidad que se adquiere de forma espontánea, sin necesidad de razonamiento o análisis previo, y se basa en procesos inconscientes, experiencias previas y la capacidad de reconocer patrones. Pero, sin la capacidad de deliberar, de poner en uso a la razón y reflexionar, qué sería la existencia humana ya que no habría para él, falla alguna, siempre acertaría.

Al acertar por medio de la intuición, a través de la suspensión de juicio, al no haber desaciertos, la posibilidad de decisión desaparece y, con ella, la condición de humanos pierde su valor, pues la libertad de elección ya no sería. Por el contrario, El mirarse a uno mismo, el poder juzgar lo que uno es, el mantener un diálogo interno entre el yo que juzga y el que ejecuta, es lo que le da valor a la existencia humana, es lo que les da el carácter moral a sus actos que, en una existencia con solo aciertos, no sería posible.

Mirarse a uno mismo, siendo otro y yo a la vez, emprender un diálogo interno, con serenidad y objetividad, reflexionar con criterio,  no necesariamente es la vía para el conocimiento de las esencias de las cosas, pero sí para el esclarecimiento de la verdad.

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