Golpe a golpe

Mario Rodríguez Acosta
Las semanas de agitación y la posterior calma aparente que se vive en el país, anticipan un inminente conflicto político que pretende obstaculizar de forma definitiva la transición. El plan de Giammattei y el acuerdo con elementos corruptos para impedir el acceso al poder de Bernardo Arévalo sigue su curso, mejor coordinado, más persistente y alineando a todos los sectores de interés en un función de dicho objetivo.
Consuelo Porras, herida en su orgullo, está personalmente a cargo de dirigir y manipular el golpe desde la posición que le otorga el Ministerio Público. Utilizando todas las herramientas a su disposición, desafía a las propias instrucciones judiciales, interpretando la ley a su antojo para encontrar la manera de revertir la situación. Y para ello no escatima recursos y se posiciona claramente contra el pueblo.
Es un plan meticulosamente orquestado. Tanto el grupo corrupto como la alianza criminal que operan el golpe de manera coordinada saben perfectamente el costo que tiene dejar en el poder a un advenedizo. Su objetivo es conservar y consolidar lo ya alcanzado: impunidad, corrupción y autonomía en la gestión del Estado, con la intención de perpetuar el sistema de beneficios que han creado a su medida, por eso su apuesta máxima es evitar que Bernardo asuma, o en todo caso impedir que pueda gobernar y tenerlo a tiro en los próximos dos años. Ambas apuestas están sobre la mesa.
Por un lado, se unen para elogiar la perseverancia de la fiscal y avivar la descalificación del adversario en una campaña mediática que prepara el terreno en la opinión pública para lo que viene, generando con ello un clima de hostilidad hacia cualquier cosa asociada con Bernardo Arévalo y Semilla. Por otro lado, fortalecen sus recursos en las instancias legales y políticas para obstruir la transición y obtener el espacio para anular las elecciones e imponer al candidato más corrupto entre los corruptos. En todo caso solo quedan dos escenarios que deben resolver está situación en los próximos dos meses y ambos son catastróficos.
Bernardo Arévalo probablemente asumirá el poder el 14 a las 14:00, pero a un costo considerable. Estará severamente limitado y enfrentará a una fiscal con poderes renovados que le complicará la vida, sin olvidar un congreso plagado de corruptos que seguirán manteniendo la mayoría política, impidiendo cualquier cambio significativo. A esto se suma el G8 más recalcitrante y opuesto a todo cambio que beneficie a las mayorías, más la narco política que al final es quién está asumiendo el costo de la represión y ahora cuentan con el respaldo de la oficialidad corrupta del ejército que puso todo su estructura de inteligencia al servicio del golpe de estado.
El escenario pesimista es un golpe de estado judicial preparado para diciembre, cuando todo el mundo está pensando en las fiestas de fin de año y las reservas del movimiento indígenas se hayan agotado. Un golpe que implicaría anular las elecciones, evitar que los diputados electos de Semilla asuman y nombrar a dedo al sucesor de Giammattei, garantizando la continuidad de Consuelo Porras y asumiendo el control total del país a través del amigo intimo del presidente, Miguel Martínez, con eso garantizan las fortunas y su disfrute eterno.
Por eso la única solución viable para esta crisis es derrotar al grupo oligárquico y reaccionario que respalda tanto a la fiscal como a Giammattei en el poder, lo que incluye a la oficialidad corrupta y vinculada con el genocidio en el ejército, parte de la alianza narcotraficante que controla el poder local y la justicia, gestionando los apoyos internos para respaldar la transición. No hay de otra. Es ahora o nunca.
