En qué momento un pueblo empieza a serlo y quién tiene derecho a decirlo?
Por Derik Mazariegos
En una sala colmada de estudiantes, académicos nacionales e internacionales y autoridades comunitarias e indígenas de distintos territorios de Guatemala, Santiago Bastos presentó en la sede de Casa Herrera, en Antigua Guatemala, su libro Etnicidad y acción política. Escritos sobre pueblos indígenas y Estado en América Latina.
La actividad se realizó en el marco del Congreso Mundial de Antropología (WAU 2025), organizado por la World Anthropological Union, un encuentro que reúne cada tres años a investigadores, docentes y estudiantes de distintas regiones del mundo para dialogar sobre los desafíos contemporáneos de la disciplina. En esta edición, la primera celebrada en Guatemala, los debates se centraron en las desigualdades estructurales, los derechos colectivos, los conflictos por los territorios y las transformaciones del conocimiento desde el Sur global.
Junto a Bastos participó Edgar Esquit, historiador y académico maya Kaqchikel vinculado al Instituto de Estudios Interétnicos de los Pueblos Indígenas (IDEIPI) de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC). Esquit ha centrado su trabajo en memoria, pueblos indígenas y racismo estructural en Guatemala, y es una voz relevante en la reflexión sobre la identidad de los pueblos originarios.
En la conversación con Bastos asumió el papel de contraparte y lector crítico del libro, situando la discusión en el contexto político e histórico del país. Lejos de una presentación convencional, el evento se transformó en un espacio de debate vivo donde se discutieron las formas de pensar los pueblos, los marcos de identidad y la acción política en Guatemala y América Latina, a partir de conceptos que parecieran resueltos, pero que siguen siendo motivo de disputa.
Un título que provoca
El propio autor lo aclaró desde el principio: Etnicidad es un título provocador. Bastos explicó que eligió esa palabra no porque condense su pensamiento, sino precisamente porque es una categoría problemática, desgastada y muchas veces mal usada, pero útil para problematizar las formas en que se han nombrado y clasificado los pueblos.
El término, dijo, no representa una postura esencialista, sino una invitación al debate. “El libro no pretende imponer una idea, sino reunir textos escritos durante más de veinte años, en los que he intentado pensar la relación entre identidad y acción política sin caer en el esencialismo”, explicó. La palabra etnicidad, cargada de historia y de usos ambiguos, funciona aquí como una provocación: un modo de obligar al lector a preguntarse qué significa ser pueblo en contextos donde las categorías identitarias siguen funcionando como fronteras.
El libro, publicado recientemente en Chile, reúne artículos, ponencias y ensayos escritos por Bastos desde el año 2000. Al ordenar esos textos, el autor encontró que todos estaban atravesados por una misma inquietud: comprender los procesos políticos de los pueblos indígenas más allá de las etiquetas impuestas por el Estado o la academia.
“No fue un proyecto planeado”, comentó durante la presentación. “Me invitaron a publicar una selección, y cuando los textos se pusieron juntos, cobraron un sentido propio. Al final, resultó que sí había una propuesta de fondo”.
Esa propuesta parte de entender las identidades como procesos en movimiento, no como categorías fijas. En lugar de asumir que los pueblos existen como esencias dadas, Bastos propone pensarlos como construcciones históricas y políticas que se transforman en la acción. Una cosa, señala, es tener las condiciones para llegar a ser pueblo y otra muy distinta actuar políticamente como tal. Su trabajo, en ese sentido, cuestiona los esencialismos, los nacionalismos y las lecturas cerradas de lo indígena, sin negar las luchas por el reconocimiento y la autonomía. Más que definir lo que un pueblo es, el libro invita a pensar cómo se hace pueblo: cómo las comunidades se construyen a sí mismas en relación con el poder, la historia y el territorio.
Una conversación abierta
El conversatorio, moderado por Edgar Esquit, historiador y académico maya, tomó rápidamente la forma de un diálogo entre pares. Esquit describió el libro como un texto incómodo pero necesario, porque no solo revisa el papel de los pueblos indígenas en las transformaciones políticas, sino que cuestiona las categorías desde las cuales se les piensa.
Ambos coincidieron en que el concepto de etnicidad es insuficiente para describir la complejidad de los procesos políticos en América Latina. “El título genera debate”, señaló Esquit, “pero el fondo del libro no es la etnicidad, sino las formas de acción y organización que los pueblos construyen a lo largo del tiempo”.
En ese sentido, Etnicidad y acción política… no busca fijar definiciones, sino abrir preguntas: ¿Qué significa hablar de pueblo?, ¿cómo se construyen las identidades colectivas?, ¿desde dónde se ejerce la acción política cuando las categorías institucionales se quedan cortas?
Bastos respondió con serenidad, subrayando que no hace falta ser esencialista para tener razón. “A mí los nacionalismos me dan miedo”, dijo, “porque tienden a homogenizar y a excluir. Los pueblos indígenas tienen razones suficientes para exigir sus derechos sin necesidad de llegar a esos extremos”.
La frase condensó el espíritu de su propuesta: el reconocimiento de que la lucha por los derechos no necesita apoyarse en identidades cerradas, sino en procesos políticos que se reinventan.
El debate sobre las identidades
Uno de los puntos más discutidos fue precisamente la forma en que las identidades colectivas se construyen históricamente. Bastos argumentó que los pueblos no son esencias inmutables ni entidades culturales fijas, sino sujetos políticos en movimiento. En su visión, las categorías étnicas, tal como las ha utilizado el Estado o la academia, con frecuencia reducen esa vitalidad a una imagen estática.
“Las identidades cambian, se transforman, se contradicen”, afirmó. “Y eso es lo que las hace reales. Lo contrario sería convertirlas en museo”.
Esquit coincidió con esa idea, aunque subrayó la dificultad de sostenerla en un país donde los discursos identitarios han sido al mismo tiempo estrategias de resistencia y de control. “En Guatemala”, dijo, “la etnicidad fue usada como un instrumento de clasificación estatal, pero también como una herramienta de lucha. Este libro nos obliga a mirar esas tensiones de frente”.
Ambos insistieron en que las categorías políticas deben pensarse desde los procesos, no desde los nombres. Bastos explicó que, si bien el título del libro utiliza la palabra “etnicidad”, su objetivo no es reafirmarla, sino dejar en evidencia sus límites. “Es una palabra que genera ruido, y eso está bien. Lo que me interesa es lo que ese ruido permite discutir: cómo los pueblos se construyen en el hacer, en la acción y en la historia”.
Política, análisis y crítica
Otro eje central de la presentación fue la distinción entre el discurso político y el discurso analítico, una separación que Bastos considera necesaria para evitar la confusión entre compromiso y descripción.
“El discurso político crea símbolos porque necesita movilizar”, explicó. “Pero el discurso analítico tiene que poder examinar esos símbolos sin creerlos literalmente. No se trata de traicionar una causa, sino de mantener la mirada crítica que permita comprenderla”.
Esquit amplió esta reflexión recordando que en Guatemala la academia nunca ha estado al margen del conflicto político. “Pensar en este país es un acto político”, señaló. “Y este libro lo asume con honestidad. No busca neutralidad, pero tampoco dogmatismo”.
En esa línea, Bastos recordó una cita de una cita, probablemente de Pierre Bourdieu o atribuida a él, que suele mencionar en sus clases: “Los investigadores sociales estamos llamados a ser los aguafiestas de las utopías”. No por cinismo, aclaró, sino por ética. “Nuestro papel”, añadió, “no es alimentar ilusiones, sino sostener la lucidez incluso dentro de las luchas que compartimos”.
Un contexto latinoamericano
La publicación del libro en Chile no fue casual. Bastos explicó que la idea surgió en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México, donde reside desde hace algunos años, a partir de su relación con investigadores mapuche, en concreto con el historiador Fernando Pairicán, quien lo invitó a participar en un encuentro sobre pueblos indígenas y relaciones étnicas. “Fue interesante ver cómo las discusiones que hemos tenido en Guatemala encuentran eco en otros territorios. No son los mismos procesos, pero las preguntas se parecen”, recordó.
Al día siguiente de la presentación, en una pequeña cafetería del centro de Antigua Guatemala, mientras las ponencias del congreso continuaban en paralelo, Bastos retomó con calma esa historia. La mañana era tibia y el aire olía a café recién molido. Sobre la mesa, un par de cappuccinos dibujaban remolinos de espuma mientras hablaba del largo recorrido que reunió en el libro y del azar que lo llevó a publicarlo en una editorial mapuche en Chile.
Contó que durante su estadía en San Cristóbal de las Casas conoció a una estudiante mapuche que lo puso en contacto con Pairicán, y que a través de él llegó la propuesta de visitar Chile para un encuentro. “Fue muy interesante conocer el mundo mapuche desde dentro”, dijo. Durante aquella visita, Pairicán le propuso publicar una selección de sus textos escritos a lo largo de dos décadas.
El proceso de edición, recordó, fue colectivo: revisaron la selección, debatieron qué incluir y decidieron incorporar un texto sobre el oficio del investigador como epílogo, además de una introducción dialogada que ubica los temas desde una perspectiva latinoamericana.
El proyecto editorial, impulsado por una casa independiente mapuche, refleja una forma alternativa de producir conocimiento desde los pueblos mismos. “Me dijeron que mis textos sobre Guatemala podían servir para pensar los debates en Chile”, contó Bastos, “y así surgió la idea de hacer el libro. Me alegra que haya nacido de ese cruce”.
La edición incluye también una conversación introductoria y un epílogo sobre el oficio de investigar, donde Bastos reflexiona sobre los desafíos éticos de la investigación social. “El marco teórico”, afirma allí, “sirve para entender lo que ocurre, no para imponer lo que debería ocurrir”.
Para Bastos, la publicación significó mucho más que reunir viejos textos: fue una manera de revisar su propio recorrido intelectual y político desde otros territorios. La conversación en la cafetería se detuvo unos segundos mientras observaba la calle empedrada, antes de decir con una sonrisa tranquila: “Yo con que me lean en Guatemala soy feliz. Es donde uno tiene el corazón y la batalla. Pero si el libro llega a otros lugares, mejor”. Luego agregó que cada texto de Etnicidad y acción política… es también una forma de pensar en movimiento, una manera de escapar del esencialismo y de reconocer que los pueblos, como las personas, se transforman. “Las identidades cambian, se contradicen, se renuevan. Lo contrario sería convertirlas en museo”.
Esa claridad, dijo, le vino de años de trabajo entre diferentes realidades: del franquismo español al movimiento maya, de la academia mexicana al diálogo con los pueblos mapuche. Entender esas tensiones, explicó, lo llevó a ampliar los marcos sin romantizar ni simplificar. “Yo apoyo las luchas justas, pero mi papel no es repetir los símbolos, sino analizarlos”, comentó mientras giraba la taza en sus manos. Para él, la tarea del investigador no es consagrar certezas, sino acompañar los procesos sin perder lucidez.
El valor de un diálogo respetuoso
Más allá de los contenidos del libro, la presentación destacó por el tono del intercambio. Bastos y Esquit sostuvieron una conversación franca y pausada, sin evadir las diferencias teóricas ni las implicaciones políticas de sus posturas. “Poder discutir sin pelear”, dijo Bastos, “es algo que necesitamos recuperar”.
Para muchos asistentes, ese diálogo fue una excepción dentro de los espacios académicos actuales. Se trató de un debate que no buscaba imponerse, sino escucharse. Entre el público había estudiantes universitarios, jóvenes investigadores y representantes comunitarios, quienes destacaron la pertinencia del tema en el contexto presente, cuando las discusiones sobre identidad, territorio y poder siguen siendo urgentes.
El ambiente mezcló el interés académico con la conciencia política. Las palabras “pueblo”, “acción” y “proceso” aparecieron una y otra vez como claves que ayudaban a entender el alcance del libro. No se trataba únicamente de discutir teoría, sino de reconocer que la política de los pueblos también se expresa en el pensamiento crítico y en la producción de conocimiento.
Pensar los pueblos desde el presente
Bastos explicó que su propuesta no pretende ser una teoría cerrada ni un modelo aplicable. La entiende como un marco, una manera de observar los procesos sociales desde su historicidad. Durante la conversación señaló que los pueblos no se definen una vez y para siempre, sino que se hacen en el tiempo, en la práctica y en las luchas.
Esa reflexión conecta con los debates actuales sobre la reconstitución política de los pueblos en Guatemala, donde las identidades y las formas de autoridad cambian de manera constante. Aunque el autor no mencionó casos específicos, sus palabras resuenan con la realidad de muchas organizaciones y comunidades que hoy formulan sus demandas desde nuevos lenguajes, combinando tradición y modernidad, cultura y política.
Esquit retomó esa idea y comentó que la fuerza del pensamiento crítico está en no renunciar a la complejidad. Dijo que las categorías pueden cambiar, pero que las preguntas siguen siendo las mismas: quiénes somos, desde dónde actuamos y cómo nos reconocemos en la historia.
Ambos coincidieron en que el papel de las ciencias sociales es acompañar esos procesos sin intentar simplificarlos. Para Bastos, el investigador no es un juez ni un traductor, sino alguien que busca comprender cómo se producen las formas de vida colectiva.
Una publicación con relevancia política
El libro Etnicidad y acción política…, publicado recientemente en Chile y que próximamente será editado en Guatemala por la editorial Maya Wuj, coincide con un momento decisivo para el país. Los debates sobre Estado, identidad y poder no se limitan a los espacios académicos, sino que atraviesan la vida cotidiana, las calles y los territorios en disputa.
En 2023, el Paro Nacional Indefinido convocado por autoridades indígenas y comunidades marcó un punto de inflexión en la defensa de la democracia. Aquella movilización reafirmó que los pueblos son actores políticos en ejercicio de su derecho a decidir y no simples figuras culturales reconocidas por el Estado.
Esa misma energía continúa presente en distintos territorios. En el nororiente del departamento de Guatemala, el pueblo Xinka mantiene una resistencia prolongada frente a los proyectos extractivos. Desde la emblemática lucha de La Puya hasta las experiencias de memoria y comunicación comunitaria en Santa Rosa, las comunidades siguen defendiendo su derecho a la tierra, al agua y a la vida. En el oriente, el pueblo Ch’orti’ impulsa articulaciones que cruzan las fronteras de Guatemala y Honduras para proteger su territorio ancestral y reafirmar su autonomía. En el occidente, el pueblo Tz’utujil de Santiago Atitlán ha protagonizado un proceso inédito junto al Tribunal Supremo Electoral (TSE) para declarar vacante el cargo de alcalde municipal, un hecho que refleja la fuerza de las autoridades indígenas en la vida política local.
Estos acontecimientos confirman la vigencia del planteamiento de Bastos. Los pueblos no pueden entenderse como entidades inmóviles o esencias culturales heredadas. Son procesos políticos en permanente construcción, atravesados por la historia, el conflicto y la búsqueda de justicia. Su libro no pretende clausurar el debate, sino ampliar las posibilidades de pensar colectivamente. No ofrece una teoría cerrada, sino una forma ética de observar las transformaciones sociales desde quienes las protagonizan.
Durante la presentación, Bastos recordó que las ciencias sociales deben contribuir a abrir las conversaciones y no a restringirlas. Sus palabras resonaron entre los asistentes, que respondieron con un aplauso sostenido, más cercano a un comienzo que a una despedida. Afuera, el eco de las luchas territoriales parecía recordarlo con claridad. En Guatemala, pensar sigue siendo un acto político y, al mismo tiempo, una forma de esperanza.
Fuente Prensa Comunitaria
