En un mundo donde impera la hipocresía, la justicia tiene precio
Autor: Jairo Alarcón Rodas
“¿Cómo les parece que estemos comprando petróleo a Venezuela? Al irme, Venezuela estaba lista para colapsar. Nos hubiéramos apoderado de ella. Hubiéramos tomado todo su petróleo. Pero ahora compramos petróleo a Venezuela. Estamos haciendo a un dictador muy rico. ¿Pueden creerlo?, nadie puede creerlo.”
Donald Trump
Qué hubiera sucedido si los ataque a las embarcaciones del mar Caribe, ordenadas por Donald Trump, hubiesen sido perpetradas por los gobernantes de la Federación Rusa, de China, de Corea del Norte o de Irán, desde luego que la indignación y furia de occidente sería enorme y se reflejaría en sanciones económicas para cualquiera de esos países.
El repudio sería por parte de la comunidad europea y, no solo por parte de ellos, muchos países del mundo, de organismos internacionales lo harían y la ONU manifestaría su reprobación a tales actos, al extremo que países llamarían a sus embajadores como muestra su repudio.
La doble moral de occidente acostumbra al doble rasero y a la hipocresía, que por un lado exige justicia, democracia y respeto a la dignidad humana a los países que se separan del círculo de influencia y, por otro, guarda silencio cómplice ante graves violaciones a los derechos humanos y a convenios internacionales por parte de sus socios.
Y es que, trasgrediendo toda norma del derecho internacional, el presidente de Estados unidos, Donald Trump ordenó atacar a cualquier embarcación “sospechosa”, que navegue por las costas del Caribe, cerca de la República Bolivariana de Venezuela y de Colombia, bajo el pretexto de que su administración no tolerará más el trasiego de droga que, según él, tiene su centro de operaciones en Venezuela, está dirigido por Nicolás Maduro a través del cartel de los Soles y el Tren de Aragua.
Sumamente preocupante es también, para la paz y la estabilidad en la región, que la administración Trump ha acumulado en el Caribe, cerca de Venezuela, el mayor despliegue militar en la zona en décadas, que incluye al Grupo de Ataque del portaaviones nuclear USS Gerald R. Ford, tres destructores con capacidad de lanzamiento de misiles, un submarino de ataque de propulsión nuclear y al menos diez cazas furtivos F-35 que operan desde Puerto Rico. Son claras las intenciones de invadir al país sudamericano y deponer a su presidente Nicolás Maduro.
Pero, claro está que el interés de la administración Trump no es acabar con el narcotráfico sino el de apropiarse, vil e impunemente, de las riquezas de Venezuela, como lo han hecho distintos gobernantes de Estados Unidos en otros países del mundo.
Ataca brutalmente a pequeñas embarcaciones, acusándolas de trasladar droga a su país y, a su vez, perdonar a Juan Orlando Hernández, ex presidente de Honduras, condenado a 45 años de cárcel por conspiración para importar narcóticos, portación o uso de armas de fuego, conspiración para importar armas de fuego.Es claro que el interés no es acabar con el narcotráfico, sino tomar el control del petróleo venezolano .
Pero cómo se dieron las primeras operacionesordenadas por Trump: El 16 de septiembre de 2025, el ejército estadounidense hundió, en aguas internacionales del mar Caribe, 3 embarcaciones supuestamente con droga. Los ataques han provocado la muerte de al menos 11 personas, según la versión de la Casa Blanca, siendo el inicio de las operaciones violatorias a los convenios internacionales perpetrados por el secretario de Guerra Pete Hegseth.
Posteriormente, y continuando con los ataques a las embarcaciones en el Mar Caribe, el 15 de septiembre 3 personas perdieron la vida, a los que le siguieron la del 19 de septiembre, la del 14 de octubre. El ejército destruyó por primera vez una embarcación el 16 de octubre muriendo 2 personas y sobreviviendo otras 2, posteriormente el 21,24, 27 y 29 de octubre. En el mes de noviembre las incursiones militares fueron el 1, 6, 15. En fin, según BBC News Mundo, han sido al menos 19 ataques que han provocado la muerte de al menos 75 personas en aguas internacionales.
Todas incursiones militares en la que no se respetó el principio fundamental de la presunta inocencia, fue violentado y, por el contrario, fueron ataques desproporcionados y abusivos en un mundo en donde prevalece la ley de la selva, en la que se impone el poder militar del más fuerte. Asesinatos en los que gran parte de gobernantes del mundo no ha dicho nada, continúan con un silencio cómplice.
Únicamente el presidente de Colombia ha alzado la voz ante las ilegales acciones perpetradas por la armada estadounidense, denunciando que los ataques de la administración de Donald Trump en el Caribe, son un «delito de lesa humanidad. Pienso que lo que se ha hecho en el Caribe es un asesinato sistemático que es un delito de lesa humanidad», ha afirmado el dirigente colombiano en un mensaje publicado en su cuenta de la red social X.
Al interior de Estados Unidos, han surgido cuestionamientos a dichas operaciones militares. De ahí que legisladores republicanos y demócratas sugirieron que oficiales militares estadounidenses podrían haber cometido un crimen de guerra en la ofensiva de Trump contra embarcaciones en el Caribe después de que un informe de prensa dijera que, durante uno de esos ataques, se ordenó un ataque posterior para matar a los sobrevivientes. Sin embargo, no es el primer acto de ese tipo que el ejército de ese país ha perpetrado en el mundo.
Un informe realizado por el diario The Washington Post del viernes 28 de noviembre afirmaba que el secretario de Defensa, Pete Hegseth, había dado una orden verbal para matar a todos los que se encontraban a bordo de embarcaciones sospechosas de tráfico de drogas, y que esto llevó a un comandante militar a llevar a cabo un segundo ataque para matar a quienes habían sobrevivido. Acción que constituye un crimen en todo el sentido de la palabra, que acostumbran a ejecutar los países que actúan impunemente en el mundo, como es el caso de Estados Unidos.
Pasar por alto tal hecho, no denunciarlo y condenarlo, es aceptar que en cualquier momento y por cualquier motivo, una poderosa nación pueda asesinar impunemente a cualquier persona en el mundo, inclusive cuando no represente amenaza alguna. Lo que no es nuevo, basta recordar la persecución a la que fue sometido Julian Assange por revelar que el ejército estadounidense había matado a cientos de civiles en Afganistán, en incidentes no denunciados.
Y al igual que en el genocidio cometido por el ejército israelí bajo las órdenes de Benjamín Netanyahu, la comunidad europea no ha mostrado su inconformidad ni ningún ápice de repudio por tales hecho. No le ha impuesto ninguna sanción ni exigido que cesen tan criminales incursiones del ejército estadounidense en costas del caribe.
Todo lo contrario, sucedería si tales agresiones y violaciones a los tratados internacionales provinieran de países catalogados como hostiles. Si no, basta recordar las sanciones que pesan sobre países como Rusia, Irán, Corea del Norte, Venezuela y Nicaragua por mencionar algunos.
La hipocresía del llamado mundo occidental se manifiesta a través del doble rasero que los caracteriza, en el que se tilda de dictaduras y de violadores de los derechos humanos a determinados países, pero cuando se trata de gobiernos que consideran aliados, no dicen nada ante los crímenes que cometen y las violaciones a las normas internacionales y a los derechos humanos.
El colmo del cinismo se muestra cuando, recientemente, en el sorteo de los grupos para el mundial de futbol del próximo año, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino premia a Donald Trump con el Premio FIFA de la Paz. De esa forma, Trump es reconocido “por su incansable esfuerzo por promover la paz”. Es repulsivo que el presidente de una nación, que ordena atacar a cualquier embarcación en el Caribe y asesinar a sus tripulantes violando toda norma del derecho internacional, sea honrado con tal galardón.
Cabe recordar que Infantino es el mismo que expulsó a Rusia de toda competencia internacional, por la incursión de ese país en Ucrania, pero, curiosamente, se ha negado a sancionar a Israel por el genocidio de niños, mujeres y ancianos, en Palestina. Y todavía hay personas que creen que el deporte está exento de la política.
Y así, en concordancia al intento de invasión estadounidense a Venezuela, para remover a un gobernante que consideran hostil, el Comité Noruego del Nobel premia con el Nobel de la Paz a una incitadora a la violencia y de favorecer las incursiones militares en su país.
Sin duda, como lo señalara Eduardo Galeano, el mundo está al revés y no solo eso, es un planeta en donde prevalece una sórdida hipocresía de muchos gobernantes, los que anteponen sus intereses económicos ante la justicia, la dignidad y la paz en el mundo.
Seguir tolerando las acciones emprendidas por Donald Trump en el Caribe, no denunciarlas significa, como lo señalara Gustavo Petro, que se terminó con el concepto de soberanía nacional y el concepto de derecho internacional y, no solo eso, es ponerle fin a toda idea de civilidad en el mundo.
