Un modelo basado en la confianza

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Mynor Martínez

Una de las experiencias más impactantes de mi viaje a China, es observar cómo existe una sociedad basada en un modelo de confianza y a pesar de que no es una sociedad perfecta, si llena los requisitos necesarios para ser una civilización donde se convive adecuadamente. Y para darme a entender quiero plantear ejemplos claros a lo que me refiero.

Lo primero, es experimentar la tranquilidad de saber que nadie nos va a robar nuestras pertenencias. Es increíble presenciar cómo los servicios de encomiendas dejan un envío en cualquier lugar, sin necesidad que la persona esté presente. Llegan al punto indicado le confirman en que parte del parque o una calle le dejaron su pedido y este no desaparecerá, porque aquí nadie toca lo que no es suyo. Y así es para casi todo lo que sucede en este país, no hay delincuencia y menos aún asesinatos.

A esto se le añade la confianza de saber que se va a cumplir con la palabra, ya sea para un acuerdo, un convenio o una cita, eso permite que las personas ahorren tiempo, no entren en conflicto y se eviten pérdidas. Aquí se tiene la consigna de que todos son responsables de sus actos y que no necesitan un capataz para cumplir con sus responsabilidades. Es casi una cuestión de honor.

Al ver esta conducta tan generalizada, me di a la tarea de investigar cuáles podrían ser las causas de esta conducta social, a lo cual llegué a algunas conclusiones que voy compartir.

Lo primero es que, en China como en otros países de Oriente, existe una milenaria tradición taoísta, budista y confucionista, estas corrientes de pensamiento abogan por el respeto y la dignidad, lo que está implícito en la cultura y la sociedad. Muchos creen que por ser un país comunista no existen religiones o filosofías, por el contrario, existe un gran respeto por su tradición, así las personas puedan decir que son no creyentes.

También observé la existencia de una fuerte presencia de la seguridad y el servicio público. Hay cámaras por todos lados, hay vigilancia y rápida reacción de las autoridades. Un caso que experimenté, fue la situación de una colega latinoamericana, que sin saberlo, al cocinar con mucho aceite, activó la alarma de incendios. El humo que emitía su cocina envió una señal de alerta a los bomberos y la policía, quienes llegaron de inmediato sin que ella los llamara.

El tercer aspecto que ayuda a la confianza social es el tema de la educación y el consumo de información. En este país la gente tiene un alto nivel de formación, pero no sólo es a nivel técnico, también abarca la enseñanza de la tradición, los buenos hábitos y los valores. Aquí los medios de comunicación no pueden transmitir cualquier tipo de información, no existen periódicos amarillistas, ni hay demasiadas distracciones como en nuestros países. Si bien existen las redes sociales, ellos limitan sus contenidos y están atentos a que estas no se excedan en temáticas permisivas, cosa que a mí me parece sano.

Yo soy de la opinión que: “la información es como la comida, si se consume mucho contenido “chatarra”, eso enferma a las personas, por el contrario, si la gente consume información y comida sana, estas se constituyen en alimento”.

Por último, considero que vivir en una sociedad de abundancia refuerza esta conducta. Todo este engranaje es el resultado de vivir en una organización basada en la justicia social, donde se comparten los frutos del trabajo, los negocios y la planificación del gobierno a largo plazo. Esto provoca que la gente observe que su liderazgo ofrece buenos resultados y se mantiene la paz social.

Si bien en China han existido casos de corrupción estos son castigados, incluso si la situación es extrema hasta con la pena de muerte, situación que podrá ir contra los derechos humanos, pero que al final persuade a los grupos de poder para que no se excedan en sus acciones.

No sé si mi apreciación sea la correcta, habría que profundizar, pero al ver los efectos tan palpables sólo puedo compararlo con nuestros países latinoamericanos, donde la base de nuestras relaciones son la desconfianza y el conflicto permanente.

Con el hecho de vivir tras rejas y alambre de púas para que nadie entre a nuestras casas, de tener miedo de caminar por las calles porque podemos sufrir un asalto, de sentir que el sistema de gobierno nos defrauda, que el sistema financiero nos estafa y más preocupante aún, vivir en un constante conflicto social por el abuso de poder, que bajo el manto de la corrupción se roban el erario nacional… todo esto me pone en que pensar.

No quiero decir que en China todo sea perfecto, pero por sus resultados experimentados de primera mano, he sacado estas conclusiones. Esto ayuda a entender que en el mundo hay un lugar donde las cosas caminan bien y que, del otro lado, las conductas sociales, económicas y políticas no dan los mismos resultados.

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