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Jairo Alarcón Rodas

La verdad es el desocultamiento del ente… Martin Heidegger

El criterio de verdad, que contradictoriamente para muchas personas es relativo, parte del hecho de que existe una correspondencia fiel entre la realidad y los datos de conciencia, lo que presume que las cosas existen independientemente de que se les perciba o no y que un sujeto puede hacerla coincidir con la lectura adecuada que realice sobre esta.

La realidad, que constituye el plano ontológico, es el origen de donde parte toda información que recoge intencionalmente cada persona para dar por resultado el conocimiento. En el universo real, las cosas se manifiestan y es el sujeto el que las puede conocer y describir. Sin embargo, tal representación puede ser acertada o incierta o ambigua, dependiendo de la forma adecuada o inadecuada de recoger esa información, lo que hace necesaria la existencia del criterio de verdad para esclarecer la diferencia entre el acierto y el error.

De tal manera, que una persona puede decir que llueve, lo que será verdadero si y solo si efectivamente está lloviendo, de lo contrario sería una mentira, es decir, estaría falseando los hechos. En este caso, lo dicho por el sujeto debe corresponder a lo que está sucediendo, para que diga la verdad. Por aparte, el conocimiento de la realidad no es un proceso sencillo, por el contrario, es sumamente complejo, que demanda de la persona que lo pretenda realizar, de mucho interés, de un método que le permita encontrar la verdad y de criterio.

Cabe resaltar que la realidad es compleja y su complejidad obliga a mecanismos complejos para conocerla, por parte de un sujeto. Al encarar la realidad, es pertinente preguntar qué es lo que se espera de dicho encuentro. Para un individuo pragmático, tendrá un fin práctico en donde la utilidad sea lo más relevante, es decir, sacar provecho de ella.

Así, por ejemplo, encuentro que la ruta de mi casa a mi trabajo tiene muchas variables, pero hay unas que me economizan más el tiempo, son más cortas que otras, son menos concurridas a ciertas horas, hay menos obstáculos y seguras, así que decido cual escoger de conformidad con mis intereses, evalúo si me son permisibles dentro del rígido horario que tengo en mi trabajo.

En ese caso, buscaré la ruta que sea más beneficiosa, útil a mis intereses, es decir, la que sea más corta, la que me represente el menor tiempo y sin ningún inconveniente previsible si mi interés es llegar pronto a mi destino, lo que no sería posible sin el conocimiento previo de las rutas y la evaluación de estas. Esta es la llamada racionalidad instrumental, en la que mi prioridad está en el objetivo que pretendo alcanzar, sin contemplar el impacto que eso pueda causar a los demás.

Lo mismo ocurre con el estudiante que busca la utilidad directa, la aplicabilidad en lo que se le enseña, solo mira el contenido inicial y su finalidad. En este caso, para ellos, es verdadero lo que conduce al éxito, la verdad se subordina al objetivo personal y los medios para lograrlo tienen poca o ninguna importancia.

De modo que el esclarecimiento de las cosas, su conocimiento dependerá de lo que se pretenda de ellas. Para el capitalismo, en el que lo importante es obtener riqueza, el impacto que pueda causar en los demás no importa ya que la finalidad es acumular bienes, obtener lucro de las cosas. El máximo beneficio con el mínimo esfuerzo o más bien, a través del esfuerzo de otros que no les es remunerado, es decir, la plusvalía que, en términos más simples, es la porción de producción que no les es remunerada a los trabajadores, sino que forma parte de la ganancia del patrono.

En ese caso, el conocimiento está en función de un interés sectario y la verdad, por consiguiente, pierde valor ya que no corresponde a los intereses de determinados sectores. Por ello, la verdad resulta ser peligrosa para el que la busque y proclame, y cobra relevancia la mentira. Sócrates fue castigado con la muerte por pervertir a jóvenes y tal delito consistió en pretender sacarlos de su ignorancia.

Políticos, diputados, funcionarios corruptos en Guatemala y otros lugares del mundo, mienten sobre la realidad social de sus países continuamente y, como aprendices o maestros en demagogia y expertos en el engaño, pretenden que lo que digan se perciba como verdad. Basta con tener un poco de cordura y de buen juicio, para darse cuenta de que lo que dicen no corresponde con los hechos. Ellos consideran como verdaderas las afirmaciones que hacen, aunque sean a todas luces falsas, ya que eso les da credibilidad en un ambiente en donde prevalece la ausencia de criterio y la ignorancia.

Las palabras adquieren credibilidad, dentro de cierto tipo de personas, a partir de la dosis de elocuencia y persuasión que se les imprima, por parte de quien las diga, la clave es ocultar la objetividad con un manto de engaño. Es por lo que la publicidad y la mercadotecnia se convierten en herramientas no solo de comerciantes sino también de políticos, quienes esperan que lo que digan tenga éxito. Para ello, investigan cuáles son las debilidades de sus grupos objetivos, de las personas a las cuales llegarán sus mensajes, descubren sus flaquezas emocionales, sus debilidades cognitivas.

De ahí que, apelando a las emociones, a los juicios de valor, a lo que se deba decir en el contexto en donde se diga y con un público idóneo, cobra mayor relevancia, para aquellos estrategas de la manipulación y el engaño, los disfraces de la verdad, la manipulación y la alienación. Cada uno ve el mundo con el cristal con el que le conviene, más bien con la intencionalidad, ligereza o profundidad con el que lo haga, dependiendo de lo que espera de ello.

¿Alcanza el ser humano a comprender lo que es la realidad? Desde luego que sí, pero no en su totalidad, ya que ésta se transforma continuamente, es fuente inagotable de conocimiento. Las tres dimensiones con las que los humanos ven la realidad se amplifican a partir de los descubrimientos en el campo de la ciencia y de los instrumentos de medición que han sido creados por la inteligencia humana para obtener una imagen más certera del cosmos. Prueba de ello es la nanotecnología la que, por medio del conocimiento de la física cuántica, ha podido construir mecanismos que sorprenden al ojo y entendimiento humano.

Preguntándole a un alumno de Ciencias de la Comunicación cómo es que su teléfono celular puede hacer tantas cosas, tener tantas funciones, me responde lacónicamente, es “magia”. Sus alcances cognitivos, en cuanto a tecnología, no le permiten comprender cómo funciona su mecanismo ni le interesa. Eso sucede con la mayoría de las personas pues no están obligadas a saber el mecanismo interior de las cosas, pero sí deberían admitir su existencia. La ignorancia sobre un fenómeno o hecho no presupone un milagro.

Por lo que no comprende que es a partir del conocimiento de la física, de lo que son las partículas elementales, su desenvolvimiento y los nuevos descubrimientos en nanociencia, que los científicos han aportado de información valiosa a las ciencias aplicadas, que posteriormente la técnica utiliza para la fabricación de toda una gama de aparatos, equipos electrónicos, utensilios de insospechables alcances, lo que ha posibilitado el surgimiento de las maravillas tecnológicas que ahora se encuentran en manos de millones de personas que, como el dinero, todos lo usan pero pocos comprenden lo que es.

Tales avances de la ciencia no hubieran sido posibles sin las lecturas precisas que los científicos hacen sobre la realidad y, desde luego, la posible correspondencia entre los datos de conciencia y los fenómenos que se suscitan más allá de esta, a partir del conocimiento, con los fenómenos que acaecen en la realidad. El desarrollo de la tecnología no es producto de un hacer a partir de la nada, de una creación a partir de la nada, sencillamente es tener cierto control sobre la naturaleza, saber su comportamiento en determinadas circunstancias para obtener resultado satisfactorios.

Alfred Tarski planteó el criterio de verdad, en el que un enunciado, una oración es verdadera en X si y solo si es satisfecha por todos los objetos con que se ha definido una interpretación de X y falsa si no es satisfecha por ninguno, lo que equivale a decir que existe una relación semántica entre lo que se dice, a partir de un lenguaje determinado y los objetos a los cuales se hace referencia, la cual no puede entrar en contradicción.

La formulación básica de ese criterio de verdad se encuentra en la lógica de Aristóteles, cuando señalo que: Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, eso es falso; decir de lo que es que es y de lo que no es que no es, eso es verdadero. Y todo resulta porque muchas expresiones pueden entrar en contradicción lógica, por lo que este criterio de verdad obliga a que sea satisfecho semánticamente para no dar lugar a las paradojas o antinomias de la razón.

Si el criterio de verdad con el que avanza la ciencia no hubiera sido posible, todo sería vago e incierto, ya que es a través de éste que se han establecido leyes, principios generales, que permiten a los seres humanos adentrarse más allá de lo manifiesto y lo aparente de la naturaleza.

No obstante, la complejidad de la comprensión y el conocimiento de las cosas que corresponden a la realidad determina que la verdad sea transitoria, con relación a eso, Karl Popper consideraba que una teoría no es verdadera en sí misma, sino la mejor explicación que tenemos en un momento dado. De modo que la verdad, no obstante ser objetiva, parte de una realidad concreta que cambia continuamente, no es absoluta, siempre hay algo que decir sobre las cosas, lo que renueva el criterio de verdad de las cosas.

En fin, es la verdad la que hace la diferencia entre el caos y el orden, entre el acierto y el engaño, entre el avance y el fracaso, sin embargo, a pocos les interesa, se conforman con las suposiciones arbitrarias subjetivas que circulan intencionalmente en el ambiente, continuando así en un mundo de sombras y de engaños.

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