Temor por los migrantes
Autor: Jairo Alarcón Rodas
Ser civilizado significa ser capaz de reconocer plenamente la humanidad de los otros, aunque tengan criterios, pensamientos y hábitos distintos a los nuestros.
Tzvetan Todorov
En los albores de la humanidad, cuando estos eran cazadores y recolectores, tenían que recorrer grandes extensiones territoriales, cruzaron mares y ríos, desafiaron gélidas estepas, asfixiantes desiertos, cumbres y montañas, en busca de satisfactores para su subsistencia. El globo terráqueo les representó no solo un reto, algo más que una aventura, que mostró el espíritu explorador del ser humano.
Lograr el control de la naturaleza constituyó su primer reto, de ahí que, al asentarse en un territorio determinado, requirieron del establecimiento de sólidos núcleos sociales con base a la nueva condición, lo que trajo consigo no solo el comportamiento sedentario sino, también, los obligó a establecer reglas más claras y definidas para la cohesión de sus familias y de la sociedad, a partir de lo que Rousseau denominó el contrato social.
Buscar qué comer, en dónde resguardarse y con qué abrigarse motivó su accionar, a lo que le siguieron nuevas necesidades por satisfacer que hicieron más complejas sus relaciones sociales y, desde luego, su existencia. De ahí que, con el sedentarismo, se dio paso al concepto de territorialidad y, con este, al de nacionalidad y al de país. Lo que en el pasado fue territorio de todos, con la aparición de la noción de propiedad privada, pasó a ser de potestad de determinadas personas.
Sin embargo, las condiciones territoriales, las circunstancias favorables o adversas que afectan a las personas, continuaron marcando las pautas del comportamiento humano y de su accionar, motivando la estabilidad o la movilidad de las personas y, con ello, el deseo por migrar. El riesgo que eso representa no fue disuasivo, sí el aventurarse para lograr una vida mejor.
Ninguna persona se va del lugar que considera su hogar, su territorio, sin razón alguna, las migraciones desde Asia y la Polinesia, por el estrecho de Bering y el océano Pacifico hace poco más de 20,000 años, tuvieron su motivación y fue la búsqueda y encuentro de mejores condiciones de vida. El riesgo que corrieron los antepasados fue grande, pero a pesar de ello, se embarcaron en tal travesía. Así, la movilidad humana se ha repetido constantemente a lo largo de la historia; pese a la sectorización del mundo, al establecimiento de naciones y de países, al cierre de fronteras, el flujo migratorio continúa.
De Europa llegaron a América, los conquistadores y colonizadores, con el afán de obtener riqueza y prestigio. No encontraron tierras desoladas, por lo que, apropiándose de lo ajeno, por medio de la fuerza, a través de fusiles y cañones, lo lograron. Así, sometieron a los habitantes de esas regiones y se instalaron en esas tierras, las hicieron suyas. El extractivismo transcontinental y la explotación humana se convirtieron en la forma en la que esos países se constituyeran en temibles potencias colonialistas. Fue así como los países europeos, afianzaron su desarrollo económico, se convirtieron en lo que ahora son.
Las crisis económicas han sido la causa de los flujos migratorios, constituyendo una oportunidad para que muchos lograran una vida mejor. La gran hambruna de 1845 en Irlanda, como consecuencia de que los cultivos de papa fueran infectados por un hongo, conocido como la enfermedad de mildiu, forzó a que estos migraran a Estados Unidos. Mucho antes, colonos ingleses ya habían migrado a ese país en la búsqueda de mejores horizontes. Similares hechos ocurrieron en el centro y sur de lo que hoy se llama América. África, Asia y Oceanía no fueron la excepción, todos recibieron la presencia de migrantes.
Hoy las cosas han cambiado y muchos de los habitantes de América, de África, de Asia, de los países empobrecidos y con inestabilidad política, hacen lo propio, migran en la búsqueda de mejores condiciones de vida, de una existencia tranquila y estable para ellos y las de sus familias.
Se sabe que, para lograr su desarrollo, muchos países europeos empobrecieron a sus antiguas colonias, logrando lo que hoy son, pero no solo eso, dejaron un legado de explotación, muerte y corrupción, la que, hasta hoy, no han podido dejar atrás, lo que mantiene a esos países con escaso desarrollo y, consecuentemente, con mínimas posibilidades para que sus habitantes puedan alcanzar su bienestar.
En los países africanos, las guerras, la inestabilidad política, la corrupción, la dependencia que aún mantienen con sus antiguos colonizadores, los que continúan estableciendo las directrices a partir de gobiernos títeres, no ha permitido encausarlos por la senda del desarrollo económico para bien de sus habitantes. En Latinoamérica, una oligarquía criolla, la que ve cualquier indicio de progreso social para todos como comunismo, se convierte en lastre para el desarrollo.
La diferencia entre un rico y un pobre en Guatemala es ostensiblemente grande, lo que es refrendado por la organización internacional no gubernamental de cooperación para el desarrollo OXFAM al señalar que, a pesar de ser uno de los países más ricos y diversos de América Central, Guatemala padece uno de los niveles de desigualdad más altos del planeta. El 1% de las personas más ricas tienen los mismos ingresos que la mitad de la población del país. El empecinamiento de una oligarquía intransigente que ve el crecimiento y desarrollo de un país a razón del incremento de su riqueza.
Recientemente, informes de prensa internacionales traen consigo la noticia de que muchos turistas en Barcelona fueron hostigados por habitantes de ese lugar, bajo las consignas: regresen a sus países, ya no los queremos aquí. Tal asedio también ha ocurrido en otros lugares de España. Por otra parte, Donald Trump promete, si es electo por segunda vez presidente de Estados Unidos, desplegar la deportación de migrantes sin precedentes, la población conservadora de ese país, incluso los que hace poco ostentaba la calidad de indocumentados, apoyan la idea pues ya no quieren más migrantes indocumentados en el país.
Pese a ello, las migraciones continúan mientras permanezcan las mismas condiciones en los países de origen de los migrante. Y es importante insistir que las guerras, la falta de oportunidades, el hambre, fuerzan a muchos a salir de sus países en la búsqueda de seguridad para sus vidas y de oportunidades para su bienestar. Sin duda que los países más desarrollados son los que brindan las mejores condiciones para los migrantes y en el caso de los países latinoamericanos, con la inestabilidad política y la corrupción que muchos adolecen, Estados Unidos representa su primera opción.
En el tema de la migración, desde luego tiene dos caras como el de las monedas. Para los que migran constituye una oportunidad, para los que residen en los países en los que hay mayor flujo de migrantes, una amenaza. Recordemos que la diversidad cultural se convierte en obstáculo, ya que la integración de los migrantes muchas veces no se da y cuando hay radicalismos culturales, el problema se agrava. De ahí que migrantes quieren comportarse como regularmente lo hacen en su país de origen, continuando con sus costumbres, tradiciones, su forma de ser, muchas de ellas que resultan inaceptadas en los países a los que han llegado.
Estará infundado el temor por los migrantes, si cada uno de los que transita por el mundo, en la búsqueda de mejores condiciones de vida, lo hiciera pensando como Diógenes de Sinope cuando expresó, soy ciudadano del mundo, me apego a lo humano; si todo fuera así, no habría problema ya que respetarían las reglas, normas y leyes del país al que han decidido residir, caso contrario, los problemas surgirían.
Las diferencias culturales son tan grandes que fue noticia que, en Alemania, debido a la falta de consensos entre la población nativa y los migrantes, se llegó al extremo de pretender crear un califato en Hamburgo, el pasado 27 de abril, las imágenes que mostraban a islamistas en el centro de Hamburgo coreando consignas fundamentalistas y portando mensajes como «El califato es la solución» hicieron sonar las alarmas en Alemania. Los migrantes han crecido tanto, que se sienten con el derecho de imponer su ley y sus costumbres.
La diferencia entre las migraciones del pasado y las de ahora es que los migrantes, actualmente, se enfrentan a su detención, encarcelamiento y expulsión del lugar al que pretenden migrar, establecida internacionalmente como legítimamente legal. En cambio, los migrantes del pasado, pese al choque cultural que trajo consigo el encuentro con otras culturas, no tuvieron tales impedimentos, es más, se impusieron a través de medios violentos y del exterminio, en algunos casos, de sus adversarios. Ahora los migrantes del pasado se vuelven sumamente hostiles con los del presente.
Así, el temor por los migrantes también tiene un componente étnico racial ya que muchas personas mantienen el resabio del término razas y, desde luego que, para ellos, existen unas superiores a otras. Escuchando a una española de raíces africanas decir, el español medio nunca nos va a ver como españoles, pues nuestros antepasados no nacieron aquí, pero si fuera un Lamine Yamal, estrella actual del fútbol español, a él si lo consideran español, es el doble rasero, de que si conviene las cosas se ven de distinta forma.
Las condiciones económicas que afectan actualmente a muchos países, el caso de las guerras, del cambio climático, la recesión económica, agudizan el problema de la migración en países que los reciben, pues comienzan a tener problemas económicos y las oportunidades laborales decrecen para sus habitantes y así, cuando sienten que la situación les afecta, cuando se ven amenazados en su seguridad económica y laboral es cuando la hostilidad aflora, como la que se está mostrando en gran parte de los países desarrollados del mundo y lo que ocurre con los turistas en España y más recientemente en Italia, solo es un ejemplo.
