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Por Fernando Cajas

Ahora que el Tribunal Supremo Electoral se viste de primera comunión. Ahora que la Corte de Constitucionalidad ampara a Semilla, todo parece ser que empieza la calma y nos dirigimos a una segunda ronda electoral entre Sandra Torres de la Unión Nacional de la Esperanza, UNE; y Bernardo Arévalo del Movimiento Político Semilla; SEMILLA. Pero no nos confundamos. Estas solamente son las apariencias. El Pacto de Corrupto se levanta luego del golpe que le dieran los resultados inesperados de las elecciones.

                Históricamente Guatemala ha sido gobernada, y es gobernada, por una clase pudiente que se hizo de recursos desde la Colonia y que se ha consolidado y ampliado levemente. Esas familias pudientes que gobiernan, oligarcas; dueños del país, abogados desde la creación de la república, luego ingenieros, luego industriales, pero siempre comerciantes, ha vendido y comprado a esta patria nuestra a su sabor y antojo. Estos, los jefes del ejecutivo, el legislativo y el judicial, son el verdadero poder detrás de las elecciones.  A ellos hay que agregar a los nuevos ricos, hechos por trabajo «honrado», empresarios exitosos que se han hecho de recursos extrayendo la sangre de este país y que ahora se ven incomodados por el narco local e internacional que exige una cuota de poder. Estos son los jefes.

                La retórica actual es que Semilla ha logrado convencer a la población de un cambio. Yo creo que es al revés. La población exige un cambio y Semilla está donde está no puramente por méritos propios. Semilla debe entender su papel histórico y reconocer que no está donde está por esfuerzo propio sino más bien por una serie de situaciones sociales que lo ubican como la esperanza que tenemos los guatemaltecos. Si Semilla no reconoce humildemente esta situación, volveremos a caer en el autoritarismo, el nepotismo, el miedo, la indiferencia y ahondaremos la pobreza, que ya es reflejada en los bajísimos indicadores de desarrollo humano.

                El discurso actual es que tanto la UNE como SEMILLA van a la segunda vuelta en un ambiente de equidad y libertad. Es más, la candidata de la UNE, Sandra Torres, se dio el lujo de «detener» su campaña política para competir en condiciones de «igualdad».  La Corte de Constitucionalidad, CC, de repente se vuelve buena. De repente el director del Registro de Ciudadanos defiende la honestidad. De repente el Tribunal Supremo Electoral, TSE, defiende elecciones honestas. Todos estos actores sociales, desde Sandra Torres hasta el TSE, pasando por la CC, han dado amplias muestras de corrupción previa y por lo tanto, al menos yo; no muy les creo y menos cuando al mismo tiempo se da un allanamiento en el TSE, lleno de ilegalidades y ridiculeces. ¿Cómo va a ser que los magistrados del TSE no se pronuncien abiertamente antes esta ilegalidad? ¿Por qué los magistrados, que llegan allí inventando títulos y por corrupción, ni siquiera defienden su institución?

                ¿Para qué tanta alharaca? ¿para qué dejar en el imaginario social esta intervención militar? ¿para qué presentar al TSE como el defensor de la democracia en Guatemala? ¿para qué la CC ahora sí, disque, defiende la justicia?  ¿Para qué?

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