Cuando las leyes están en manos de corruptos
Autor: Jairo Alarcón Rodas
La justicia no requiere que los hombres permanezcan de brazos cruzados mientras otros destruyen la base de su existencia.
John Rawls
Conscientes que la convivencia en sociedad requiere de normativas que establezcan lo que deberá ser permitido de lo que no, se hace necesario un Estado de Legalidad que se inspire en el derecho. Pero, que se imponga un determinado cuerpo de leyes no significa que con ello impere la justicia, por aparte, no solo leyes que tiendan al bien común y a la armonía son necesarias, sino también, que sus legisladores y jueces actúen de forma imparcial, honesta.
La convivencia en sociedad surge para lograr el bienestar de cada una de las personas que deciden establecerla, no se funda para mantener los privilegios de unos a costa del trabajo de otros, lo que equivaldría a una forma ilegítima del Estado. Sin embargo, el establecimiento de los Estados puede ser detentado por formas perversas de gobierno, lo que determina que las normas, reglas y leyes favorezcan a determinados sectores y no a la sociedad en general, bajo el principio de igualdad ante la ley e igualdad de derechos y obligaciones, lo que corrompe el marco jurídico o, en algunos casos, su interpretación, quebrantando el principio de imparcialidad.
Las leyes, por lo tanto, no garantizan un Estado de Derecho, sí lo hacen cuando son el reflejo de las aspiraciones honestas de los miembros de la sociedad, cuando corresponden a los intereses legítimos de estos, cuando se identifican con los genuinos intereses, deseos y anhelos de los que la conforman, con miras a su bienestar y desarrollo. Las leyes cohesionan el accionar individual en sociedad para crear un ambiente de armonía o de discordia. Así, señala John Rawls: Idealmente, una constitución justa sería un procedimiento justo organizado para asegurar un resultado justo, sin embargo, eso no es lo que ha sucedido en Guatemala, en donde imperan los privilegios para unos.
En Guatemala, el marco jurídico paulatinamente ha sido socavado por personajes inescrupulosos que han hecho de la ley, la forma de saciar sus más oscuros intereses, así como preservar el sistema de privilegios. Lo que, aunado a que la Constitución de la República no corresponde a los ideales que dan vida a una sociedad pluricultural y, por ello, mantienen intacto al Estado criollo surgido tras la época independiente, sitúa cuesta arriba la posibilidad de un Estado de Derecho en el país. La ley, decía Cicerón, es la distinción de las cosas justas e injustas, expresada con arreglo a aquella antiquísima y primera naturaleza de las cosas, pero en Guatemala solo ha servido para mantener el actual estado de cosas.
La Corte Suprema de Justicia y La Corte de Constitucionalidad han sido permeadas por un siniestro plan orquestado por las élites del país, dada la forma en que constitucionalmente son electas. Basta con que las comisiones de postulación sean cooptadas para que su designación sea espuria, obedezca a intereses ilegítimos, lo que ha sido favorecido por el legado de una Constitución fruto de la crisis democrática que se ha vivido en Guatemala. No es de extrañar, por lo tanto, que jueces y magistrados atiendan a intereses personales y sectarios y se presten para hacer del imperio de la ley, una cruel y triste representación de un Estado fallido.
Las instituciones, por consiguiente, se corrompen con la llegada de personajes inescrupulosos y corruptos, por lo que es el capital humano, la calidad y honestidad de las personas que lleguen a tan alta magistratura, las que hacen la diferencia, las que dignifican las instituciones y no al revés como lo quieren hacer creer los defensores del estado actual.
El poder debería estar en el pueblo, pero cuando este tiene hambre, la importancia de consolidar la justicia pierde valor esencial y, al ocurrir eso, comprar voluntades resulta ser el medio más rentable para los que viven a expensas de los demás. El círculo vicioso se establece cuando la miseria e ignorancia convergen y el atreverse a pensar es inhibido y su lugar lo ocupa lo mágico y lo religioso que no solo adormece las conciencias, sino se convierte en obstáculo para los procesos transformacionales de un país.
Los seres vivos tienen late
nte el instinto de conservación de ahí que, cuando se ven en peligro, luchan con toda su fortaleza para satisfacer las necesidades vitales que los aquejan, no obstante, es en los seres humanos en los que, a través de la asimilación, se les puede inculcar valores superficiales, en donde el tener adquiere más relevancia que el ser, es a estos a los que se les puede alienar, se les puede engañar, discapacitar mentalmente, a modo que permanezcan encadenados a absurdos criterios sin notarlo, con relación a eso Robespierre señalaba, el secreto de la libertad radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes y en este país ese ha sido el proceder de sus gobernantes.
Así, para jueces y magistrados corruptos, como es el caso de muchos en Guatemala, retorcer la ley, servir al mejor postor, pervertir a la justicia, no les representa la más mínima dificultad e impedimento ético, por lo que han hecho del ejercicio de sus dignos cargos, un vergonzoso y deshonroso ejemplo de impunidad y corrupción.
Ante un Estado corrupto que impone injusticia e impunidad, la desobediencia queda plenamente justificada y el cambio de autoridades constituye una obligación. Qué se puede esperar, por lo tanto, de los que tienen detentada las instituciones de justicia en este país, a sabiendas que obedecen al Pacto de Corruptos, ¿qué se puede esperar de una Corte Suprema de Justicia que tiene más de dos años de usurpar funciones, cuando ya se ha cumplido su periodo constitucional, en complicidad con el Congreso de la República que se niega a sustituirla, como parte de la cooptación del país?
Los guatemaltecos tenemos la palabra entre continuar aceptando las acciones impunes de un gobierno perverso, que forma parte del Pacto de Corruptos o ya no permitir que eso continúe a partir de la unidad y la lucha inclaudicable para que eso cambie; la oportunidad se presenta con la opción de Bernardo Arévalo.
