Tu recuerdo siempre presente
Autor: Jairo Alarcón Rodas
Conservé intacto en la memoria el medio en que vivía. La atmósfera en que se desarrolló mi infancia, el aire, la luz, el color del cielo, el sabor de la tierra, eso yo mantuve. Lo que la memoria me devuelve son esas sensaciones.
Juan Rulfo
Los ausentes, que por un tiempo fueron presentes, no dejan de existir en los recuerdos de aquellos que tuvieron conciencia de sus vidas. Y así, a razón de lo importantes que fueron y son para los que continúan en la vida, permanecen en su memoria. Cuánta razón tuvo Cicerón cuando dijo: La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos.
Sin embargo, tristemente, solo por un tiempo continuarán viviendo en aquellos que inscribieron cada momento compartido y su presencia, en los recuerdos que guardan en su memoria, ya que estos también dejarán de existir en algún momento. Curiosamente, solo la muerte, calma en definitiva las ausencias que deja la muerte.
Pese a que los que continúan vivos se enfrentan cada instante a nuevas experiencias y vivencias, se resisten a olvidar a aquellos que fueron parte importante de sus vidas. Por ello, a pesar de la definitiva ausencia, los que se han ido permanecen presentes en los recuerdos de los vivos.
¿Qué sería de la existencia de los que se quedan sin los recuerdos de los seres a los que se les ha amado? Si fueran borrados, arrancados de sus vidas en el momento de su partida, si eso fuera posible, parte de su historia se esfumaría, lo que originaría confusión, agobio, desconcierto y, por aparte, el compartir sentimientos únicamente sería posible, con aquellos que continúan existiendo, sin la plena seguridad de que eso ocurriera estando ausentes.
Sin embargo, los seres humanos acumulan experiencias, siendo parte de su registro personal, que las guardan como parte esencial de lo que son y lo que permite darles continuidad a las cosas, por lo que, solo un accidente podría borrar de su historia personal lo vivido, los vínculos creados, los gratos y tristes recuerdos, las alegrías, los sentimientos establecidos, las querencias.
Así, guardan saberes, experiencias, recuerdos y sentimientos acumulados desde su nacimiento y durante todo su trayecto por la vida. Es eso lo que los hacer ser lo que son, configurar su historia. Tales recuerdos les permiten orientarse, actuar en el mundo, compartir sentimientos y, por momentos, los gratifican, pero también, les causan angustia y dolor, les indican que están vivos.
Por tal motivo, hay momentos en la vida que nuestra existencia se siente mutilada, con un vacío profundo que nos estremece, provocándonos un indescriptible dolor. Uno de esos instantes es la ausencia definitiva del ser al que hemos querido intensamente, el que ha posibilitado nuestra existencia, el que ha permitido nuestra presencia en este mundo o, sencillamente, el que nos ha brindado el cariño para poder subsistir en medio de adversidades y bondades, nuestra madre.
Consecuentemente, resaltar al ser con el que se ha compartido tantos momentos, que pudiendo ser muchos o pocos han sido intensos, profundos, desinteresados, honestos, es un acto de justicia. ¿Qué hubiese sido de nuestras vidas si no contáramos con la presencia de la mujer que nos ha otorgado la vida, la que humildemente llamamos madre?
Existiendo un vínculo innato, que no necesariamente es el que une a un hijo a su madre, aunque sea significativamente importante, pues, a pesar de las conexiones biológicas, herencias, códigos genéticos, rastros incuestionables, son la serie de momentos compartidos en donde la abnegación y cariño de la madre se hace presente. Decía Erich Fromm, el amor de una madre es como la paz. No necesita ser adquirido, no necesita ser merecido. Y con su partida, algo de esa paz interior la perdemos, sin poderla recobrar.
Familiarizados con la presencia de los seres más cercanos y especialmente del ser que nos ha brindado la oportunidad de vivir y, no solo eso, de ser lo que somos, a través de sus cuidados, con su ausencia no solo tomamos conciencia de lo fatal que es la muerte, sino del dolor que causa la ausencia de un ser amado.
Es por la pérdida del ser al que se la ha querido entrañablemente, al que se le ha amado, que ir del corazón a los asuntos, como dice el verso de Miguel Hernández, resulta ser un angustioso regreso al mundo rutinario, al que sabemos que ya le hace falta algo.
Así, huérfanos del continuo amor de nuestra madre, con el vacío existencial que nos condujo el inobjetable destino, de la fatal lógica de la vida, tras su pérdida, y pese a los argumentos de la razón, rehusamos aceptar su ausencia. A pesar de ello, continuamos viviendo con el silente dolor que llevamos dentro, tras la mutilación que ha sufrido nuestra existencia.
La muerte es un paso tan simple, necesario y fatal en la vida de todo ser humano. Pero, a pesar de ello, es tan difícil aceptarla, sobre todo la de aquellos con los que se han tejido sentimientos sublimes y su presencia le ha dado vida a la nuestra. Quizás no reparamos en toda su dimensión, lo que representa la ausencia total, es decir, lo que significa la muerte, hasta darnos cuenta de que la separación física, la no presencia, será para siempre.
Que su partida es definitiva, que ya no estará, que físicamente no estará entre nosotros, nos hace reflexionar en lo efímero que es la vida y lo inesperado, muchas veces, de la muerte. Ser conscientes que lo que desaparece tras la muerte es para siempre, para nunca más volver, constituye una oportunidad para valorar la vida.
Ahora que ya no hay encuentros vívidos, abrazos, sonrisas, besos, palabras de aliento, consejos, queda en su lugar únicamente su recuerdo y la nostalgia de que ya no serán posibles esos momentos. A pesar de ello, son los registros de los momentos vividos, los compartidos con nuestra madre, los que vuelven para alivianar los duros momentos de nuestra existencia.
La muerte, aunque es un inobjetable paso biológico de todo ser vivo, existencialmente para algunas personas es incomprensible y para muchos, inaceptable. Por todo eso quiero decirte: estás presente mientras los días de mi vida continúen estando vigentes y las imágenes de tu recuerdo sigan tan vivas como hasta hoy lo ha sido, un día yo seré recuerdo y espero causar las alegrías que tú aun me das.