Inteligencia y astucia

Autor: Jairo Alarcón Rodas

Hombres de paja que usan la colonia y el honor para ocultar oscuras intenciones. Tienen doble vida, son sicarios del mal. Entre esos tipos y yo, hay algo personal. Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad, viajan de incógnito en autos blindados. A sembrar calumnias, a mentir con naturalidad. A colgar en las escuelas su retrato.

Joan Manuel Serrat

Hace unos días un amigo me dijo, con relación a lo que está sucediendo en el país: Pienso que este es el presidente más perverso que hemos tenido, refiriéndose a Alejandro Giammattei, es corrupto, rencoroso, inescrupuloso e inteligente, recalcó. Al finalizar la conversación, me quedé pensando en los calificativos que expresó y con tres de los cuatro concuerdo plenamente, menos en el último y me dije, será que se le puede llamar inteligente al desempeño perverso de una persona que, como Giammattei, socava los recursos de todo un país, sacia sus vicios con la miseria y el sufrimiento de la población y lo hace con total impunidad. La inteligencia no puede ser eso.

Asumo, en primera instancia, que la inteligencia es la capacidad de resolver problemas, siguiendo un ordenamiento específico, no solo en la búsqueda de lograr objetivos y fines sin reparar en los medios. Sin duda, eso no sería posible sin el concurso de la razón y de un pensamiento lógico. Pero, qué representa resolver problemas para una persona, podría decirse que tal capacidad tiene que ver con inconvenientes que se le presentan, producto de su relación con su circunstancia, o bien, que este se ha forjado al cometer algún error en sus decisiones que le represente un inconveniente.

Pero, dado que la inteligencia no es un estado permanente en los seres humanos, pues si así lo fuera no habría dificultad alguna para estos en su desempeño, no cometerían equivocaciones, ya que, actuando de conformidad con la razón, como le corresponde a un ser inteligente, tendría solo aciertos. No obstante, muchas veces el accionar humano es espontáneo, impulsivo, se realiza sin la mediación de la razón y por eso incurre en errores que debe enmendar pues no son infalibles.

De ahí que los humanos no solo son sujetos racionales, que encaran y resuelven problemas a través de su intelecto, también poseen emociones, pasiones, voliciones, tienen intuiciones, de tal modo que pueden acertar o equivocarse. Sin embargo, tiene la posibilidad de reparar los errores que ha cometido, revisar experiencias pasadas para no cometer errores futuros. Ser inteligente es resolver dificultades dentro de un ámbito social que, en su resolución, no conduzca a otras.

Consecuentemente, la inteligencia debiera tener un componente ético; ya que es en un escenario social en el que se desenvuelve la mayor parte del accionar humano, debe contemplar a los otros, a eso se le llama inteligencia emocional que, como bien es sabido, tiene a la razón por guía.  Bajo el principio de la realidad, dice Marcuse, el ser humano desarrolla la función de la razón: aprende a «probar» la realidad, a distinguir entre lo bueno y lo malo, verdadero y falso, útil y nocivo. En esa distinción, de lo correcto e incorrecto, de la que tiene potestad la inteligencia humana, su accionar se enmarca en un ámbito ético.

Cosa diferente es la astucia, la que se define como la habilidad de comprender las cosas y obtener provecho o beneficio mediante engaño o evitándolo, descripción que coincide, en algunos aspectos, con la llamada racionalidad instrumental. Pero, al reparar con la inteligencia en aspecto como la veracidad y el engaño, se puede señalar que se puede obtener una lectura de una situación, de un hecho, pero al hacer acopio del embuste, de la maledicencia,  para alcanzar objetivos ilegítimos es lo que hace la diferencia entre la astucia y la inteligencia.

En el caso del presidente Giammattei, con su proceder ha demostrado hasta la saciedad, una total falta de respeto al pueblo de Guatemala e indudablemente, carencia de ética y de escrúpulos. No es de extrañar que sus acciones estén marcadas dentro del ámbito de la maldad, digna de personalidades disociadoras que, desde luego, pone de manifiesto su aversión social. Sin duda que las habilidades y astucia que posee el mandatario son bien recibidas por el Pacto de Corruptos, las pone al servicio del crimen organizado, enquistado en el Estado, para provecho exclusivo de ellos.

Y así, miente con naturalidad, miente cuando dice que en Guatemala existe independencia de los poderes del Estado y es bien sabido que el congreso, la Corte de Constitucionalidad, la Corte Suprema de Justicia, El Ministerio Público, el Procurador de los Derechos Humanos, incluso el rector de facto de la Universidad de San Carlos y gran parte del Consejo Superior Universitario, están coaligados, en manos del Pacto de Corruptos.

Giammattei miente cuando dice que no se ha enriquecido con fondos del erario nacional y es de conocimiento público las propiedades que ha adquirido para él y sus afines, miente cuando afirma que el país ha crecido económicamente y los indicadores de desarrollo humano, condiciones de pobreza, desnutrición infantil y desempleo, dicen lo contrario. Lo hace cuando afirma que entregará el poder al candidato ganador de las elecciones del 20 de agosto y orquesta, con la complicidad del Ministerio Público, una persecución sin precedentes, en contra del partido Semilla, para no hacerlo.

De ahí que, con el rencor que lo caracteriza, persigue, criminaliza, encarcela a los que considera sus enemigos, con la asistencia, claro está, de la red de corrupción enquistada en el Ministerio Público y el sistema de justicia del país. Es de resaltar que todo ese ardid en contra del pueblo de Guatemala no sería posible sin la participación de entes serviles, insensibles y deshonestos que se prestan a cumplir sus órdenes.

Un personaje, para el que el mentir constituye una normal forma de ser, de comunicarse, de proceder y, lo que es más grave aún, de dirigir a un país, no merece confianza alguna en lo que dice, en lo que hará ni merece el respeto de la población guatemalteca. Este presidente ha demostrado habilidad y astucia de cómo se puede llevar a un país a la crisis de gobernabilidad que actualmente se vive en Guatemala, producto de la corrupción en los tres poderes del Estado y, con ello, condenar a todo un país a la miseria.

Y así, con perversa habilidad, rencor y carencia de escrúpulos, el presidente Giammattei declara que procederá con honorabilidad y con apego a la ley, aunque la mayor parte de los guatemaltecos saben que será todo lo contrario. Y es que sus discursos no son más que la narrativa de un político deshonesto, que hace de la hipocresía una herramienta para la demagogia y, con claro cinismo, miente.

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