Érase una vez un planeta azul

Autor: Jairo Alarcón Rodas

El que nos encontremos tan a gusto en plena naturaleza obedece a que ésta no tiene opinión sobre nosotros.

Friedrich Nietzsche

Calores extremos, sequías, inundaciones, ventiscas, tifones y huracanes, temperaturas extremas, cambio climático, catástrofes, muerte, son suficientes motivos para reflexionar y dar un giro a las perniciosas actitudes humanas que están dañando el medio ambiente y del que muchos son los responsables directos.

La industrialización, que propició la consolidación del capitalismo con su ideal de progreso y confort, trajo no únicamente el desarrollo de la tecnología de las comunicaciones para la comodidad de las personas sino, también, la explotación desmedida, no solo de los recursos naturales sino, también del hombre por el hombre.

La crítica al capitalismo liderada magistralmente por Karl Marx, junto a los anarquistas y filósofos del socialismo utópico, reveló lo que traería consigo para la humanidad el sistema para el que la preservación de la vida y los recursos naturales solo tienen importancia como medios para obtener riqueza, complacer excesos y el poder para unos pocos. El capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y a los seres humanos, señaló Marx.

Grandes industrias, fábricas, surgieron, sustituyendo la producción artesanal por la mecanizada. Como consecuencia, cobró importancia la búsqueda y utilización de materia prima extraída de la naturaleza, como el carbón mineral para usos industriales, así como el gas natural. La exploración de la tierra, de los recursos naturales, para la búsqueda tanto de minerales preciosos como energéticos, necesarios para el funcionamiento de las máquinas, cada vez más sofisticadas, empleadas en las fábricas, aumentó considerablemente y, con ello, la explotación del suelo tomó un giro sin precedentes.

Fauna y flora sufrieron las consecuencias del acelerado desarrollo industrial y del irracional afán de lucro por parte de los capitalistas. Como resultado de ello, grandes regiones de territorio virgen, de bosques de selva, con su fauna y flora, sucumben ante el incesante interés por el progreso. El desarrollo industrial significó generación de riqueza y comodidades para unos pocos y miseria para muchos, así como daño al medio ambiente.

Consecuentemente, la deforestación, el uso indiscriminado de pesticidas, los residuos industriales que llegan a parar a ríos, lagos y mares, el uso de combustibles fósiles, la producción industrial está contaminando aceleradamente el medio ambiente, pues no existe responsabilidad, cuidado ni interés en preservarlo por parte de los contaminadores.

Según el último informe presentado por OXFAM, Confederación Internacional de Ayuda Humanitaria, señala que el 1 % más rico de la población mundial generó en 2019 la misma cantidad de emisiones de carbono que los 5000 millones de personas que componen los dos tercios más pobres de la humanidad. Estas emisiones desmedidas causarán 1,3 millones de muertes más sobre lo previsto asociadas al calor. La mayor parte de estas muertes tendrán lugar entre el 2020 y 2030.

Siendo, en su orden, los sectores que más contaminan, el sector energético, producto del uso de combustibles fósiles, el alimentario, la ganadería y la agricultura, la moda, los textiles. Así, el planeta sufre la irracionalidad humana producto de los excesos, que no contempla los daños que pueda causar el desarrollo industrial irresponsable.

Fundamentalmente, al capitalismo le interesa generar riqueza y, para ello, explota sin piedad a la naturaleza y, desde luego, a la mano de obra, a los trabajadores. No le interesa tomar en cuenta el impacto que su apetito ilimitado de lucro pueda causar en la naturaleza, en el medio ambiente y, con ello, el daño permanente a los seres vivo, a la existencia de los seres humanos. En sí, a la vida en general y junto a ello, al planeta.  Ese es el actuar irresponsable que únicamente piensa en beneficios a corto plazo.

El último informe sobre el medioambiente publicado por Naciones Unidas señala: Nos estamos envenenando y estamos envenenando el planeta. Y en palabras del relator especial sobre la cuestión de las obligaciones de derechos humanos, relacionadas con el disfrute de un medio saludable, asegura que la intoxicación de la Tierra se intensifica, sin que ello sea motivo de atención por parte de la opinión pública. Es decir que hay muy pocos a los que les interesa el daño que se le hace al planeta y que trabajan en revertirlo.

Los países industrializados, las grandes potencias, a partir de las políticas de Estado que desarrollan, nada o muy poco hacen para reparar y regular el uso de los recursos naturales, el impacto nocivo de sus industrias al medio ambiente y las obligaciones responsables que se deben tener con el lugar en donde habitamos.

De hecho, continúa el informe de Naciones Unidas, una de cada seis muertes en el mundo está relacionada con enfermedades causadas por la contaminación, una cifra que triplica la suma de las muertes por sida, malaria y tuberculosis y multiplica por 15 las muertes ocasionadas por las guerras, los asesinatos y otras formas de violencia. Naciones Unidas.

La contaminación atmosférica es el mayor contribuyente ambiental a las muertes prematuras, al causar unos siete millones de ellas cada año. Informe de febrero del 2022. A pesar de ello, no hay respuestas satisfactorias de los países industrializados para abordar la problemática que sufre la naturaleza del planeta.

Los cambios radicales en el clima continuarán afectando la vida, pues no existe la voluntad en sus dirigentes, en los habitantes, en mejorar el uso de los recursos naturales y cesar con la contaminación ambiental. Y así, más pronto que tarde, se recordará a la tierra como el que un día se le consideró un planeta azul. Y la calidad de vida para la humanidad será cada vez más pobre, así al igual que para toda forma de vida.

Es este el planeta, el que cumple con las condiciones para que puedan habitar los seres humanos dentro del vasto universo conocido y, tristemente, se le ha descuidado y explotado irracionalmente para preservar los privilegios de unos pocos. Mientras tanto, muchos seguirán sufriendo las consecuencias de esa irresponsabilidad a través del hambre, de las enfermedades y de la muerte. Y así como lo dijo el Jefe Seattle: Todo lo que le ocurra a la Tierra le ocurrirá a los hijos de la Tierra.

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