El problema con Alemania

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Marco Fonseca

La intención de este blog es contribuir a la explicación del apoyo incondicional que Alemania le está dando a Israel en tres argumentos interconectados.

Primer argumento: «Escribir poesía después de Auschwitz es bárbaro»

Theodor Adorno, el prominente filósofo y sociólogo fundador de la Escuela de Francfort, tuvo una respuesta profundamente negativa y crítica ante el Holocausto. Su reflexión más famosa sobre el Holocausto se puede resumir en su aforismo: «Escribir poesía después de Auschwitz es bárbaro». Este comentario, que aparece en su obra «Prismas: la crítica de la cultura y la sociedad», no solo es una reacción a la inmensidad del horror del Holocausto, sino también una profunda crítica a la cultura que, en su opinión, había permitido que sucediera tal atrocidad. Aunque en 1947 Primo Levi haya falsificado la tesis de Adorno con su libro «Si esto es un hombre», memorias en tres partes de su cautiverio en el campo de exterminio nazi de Auschwitz. (ver https://ctxt.es/es/20150618/politica/1492/)

Pero Adorno argumentaba que después de Auschwitz, la cultura y el arte debían reconsiderarse radicalmente; las tradiciones culturales no podían continuar como si nada hubiera ocurrido. Y este pensamiento permeó su teoría más amplia de la «Dialéctica de la Ilustración», escrita junto con Max Horkheimer, donde examinan cómo la razón y la ilustración, que pretendían liberar a la humanidad, terminaron siendo herramientas de dominación y barbarie. De aquí nace la condena sumaria contra la Ilustración y su toda su herencia. (Algo que habría de ser retomado por el pocolonialismo y pensadores como Walter Mignolo)

Para Adorno la filosofía y la educación tenían igual responsabilidad en prevenir futuras atrocidades. En su obra «Educación después de Auschwitz«, Adorno sostiene que la educación debe fomentar la autonomía, la capacidad de reflexión crítica, y la resistencia a la autoridad para que tragedias como el Holocausto nunca se repitan. Consideraba esencial que la educación enseñara a los individuos a pensar críticamente y a cuestionar la autoridad para evitar que se conviertan en meros ejecutores de órdenes inhumanas. Pero este programa educativo solo fue realizado de modo parcial en la Alemania federal y para nada en la comunista. La limitada realización de esto habrá de manifestarse en los vaivenes y tendencias cutlurales, ideológicas y filosóficas contradictorias de Alemania que habrán de empeorarse después de la caída del Muro de Berlín.

Segundo argumento: la excepcionalidad de Alemania

El “Debate de los Historiadores” (Historikerstreit) en Alemania fue una controversia académica y pública que tuvo lugar durante la década de 1980 justo cuando Gorvachev estaba implementando la Perestroika en la Unión Soviética y, en Alemania, el canciller Helmut Kohl, de la democracia cristiana, empezaba a implementar el proyecto neoliberal. Este debate giró en torno a la interpretación y significación del Tercer Reich y el Holocausto en la historia alemana. Los principales temas de discusión incluyeron la singularidad del Holocausto, la comparación de los crímenes nazis con otros crímenes de masas, como los cometidos bajo el régimen de Stalin en la Unión Soviética, y cómo debería integrarse la era nazi en la narrativa histórica alemana. Yo aprendí y estudié este debate leyendo el trabajo The New Conservatism: Cultural Criticism and the Historians’ Debate” (1989) de Habermas, el más famoso estudiante de Adorno.

Los protagonistas del debate incluyeron a historiadores de distintas corrientes ideológicas en Alemania. Por un lado, figuras como Ernst Nolte (historiador del fascismo y el comunismo en la Universidad Libre de Berlín) sugerían que el genocidio nazi podría ser visto en el contexto de una reacción al terror estalinista y que, por tanto, los crímenes nazis no eran únicos, sino comparables a otros genocidios. Nolte también argumentó que el enfoque excesivo en el Holocausto servía para exculpar las acciones de otros regímenes autoritarios. Este argumento no echó raíces en Alemania.

El 6 de junio de 1986, Nolte publicó un artículo llamado Vergangenheit, die nicht vergehen will (“El pasado que no quiere pasar”) en el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung. Ese artículo era una síntesis de las ideas que Nolte ya había mencionado en conferencias que había dado en 1976 y 1980. En ellas concibió la idea de que los crímenes de los nazis fueron una mera reacción defensiva ante los crímenes de los soviéticos.

En oposición a estas ideas, otros historiadores y filósofos, como Jürgen Habermas, defendieron la singularidad del Holocausto y criticaron lo que veían como intentos de relativizar la culpabilidad alemana mediante la comparación con otros regímenes totalitarios. Habermas y sus seguidores abogaron por una confrontación crítica y honesta con el pasado nazi de Alemania, enfatizando la importancia de recordar y enseñar sobre el Holocausto para prevenir futuros genocidios y totalitarismos. Este argumento fue el que echó raíces en Alemania (y que recientemente llevó a Habermas a tomar una posición sionista, pro-israelí, muy problemática).

El debate tuvo importantes implicaciones para la política de memoria alemana y la educación histórica en Alemania. Influyó en cómo las generaciones posteriores de alemanes enfrentaron y procesaron el legado del nazismo, y también reflejó las tensiones en la sociedad alemana sobre cómo tratar su pasado traumático en el contexto de la Guerra Fría y la reunificación alemana. El Historikerstreit es un ejemplo clave de cómo la historia puede ser objeto de intensos debates ideológicos y cómo estos debates pueden tener un impacto duradero en la identidad nacional y la política de memoria de un país. El problema es que Alemania comenzó a sobrecompensar por su culpa, sobrevalorar la excepcionalidad de su historia y, en el proceso, a sacrificar el debate público sobre su historia, la historia de Israel y, como lo veremos pronto, la historia y realidad de Palestina.

Tercer argumento: El crisol alemán y la prohibición del “uso público de la historia”

Si bien Alemania continúa reparando crímenes históricos contra Israel, ahora suprime brutalmente cualquier crítica dirigida al pueblo que una vez intentaron exterminar. Esto muestra un enfoque complejo, a menudo contradictorio, de su propia historia y presente y una tendencia crecientemente represiva a prohibir el uso público de la historia. Esto lo podemos apreciar desde los tiempos de Adorno hasta los tiempos de Habermas y, más todavía, durante el presente genocidio israelí contra el pueblo de Palestina. Como mínimo, esto debería estar siendo abierta y críticamente debatido en Alemania.

Pero Alemania está imponiendo un control represivo sobre activistas y críticos que defienden los derechos humanos en Gaza o que presentan una historia crítica de Israel, por temor a la inestabilidad, la pérdida de control y la ira israelí que resucita no solo su culpa por el Holocausto, sino el peligro de abandonar su excepcionalidad histórica. Ven toda solidaridad y simpatía con el pueblo palestino a traves del prisma del antisemitismo o del apoyo incondicional para Hamás. Como reporta Al-Jazeera:

El canciller Olaf Scholz se ha comprometido a apoyar a Alemania a Israel y ha prometido prohibir todas las actividades de Hamás en el país y atacar a los presuntos simpatizantes de Hamás.

Las protestas pro-palestinas en muchas partes del país, así como las banderas palestinas, los discursos pro-palestinos y el tocado palestino keffiyeh han sido prohibidos y las escuelas de Berlín han recibido permiso oficial para hacerlo.

Se ha informado de violencia policial contra manifestantes en las principales ciudades alemanas como Frankfurt, Munich y Berlín, donde la policía antidisturbios estuvo estacionada durante días seguidos en Sonnenalle mientras la ira contra el bombardeo israelí de Gaza se derramaba en las calles.

Mientras tanto, las instituciones culturales han informado de presiones para cancelar eventos en los que participen grupos críticos del Estado de Israel, mientras que la Feria del Libro de Frankfurt pospuso un evento destinado a honrar a la escritora palestina Adania Shibli por su libro A Minor Detail.

Las autoridades dicen que se están tomando medidas para proteger contra el desorden público y el antisemitismo. Un portavoz del Ministerio del Interior dijo a Al Jazeera que, si bien en Alemania se permite la libertad de opinión y la libertad de reunión, existen límites claros.

Recientemente, Nancy Fraser, profesora de filosofía y política en la New School for Social Research de Nueva York, gran intelectual que debatió con Habermas precisamente sobre la necesidad de una esfera pública democrática y quien argumentó que “el modelo habermasiano es históricamente falso, e inútil a los fines de contribuir a una teoría y una práctica críticas”, dijo que había sido cancelada por la Universidad de Cologne, que retiró su invitación a la Cátedra Albertus Magnus 2024, un puesto visitante que le había sido otorgado en 2022. La razón de ello es por el apoyo que Fraser expresó en 2023 como firmante de una carta de filósofos/as en apoyo a Palestina. El vergonzoso comportamiento de la Universidad de Cologne hacia Fraser ha confirmado la validez de los argumentos que Fraser misma esgrimió una vez contra el “model falso de la esfera pública” que Habermas había sido propuesto y que habían sido ampliamente absorbidos por la ideología dominante en Alemania.

Igualmente, Alemania sancionó recientemente al ex ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis quien participó en una conferencia de tres días en Berlín, en la que se suponía que se examinaría críticamente el apoyo militar alemán a la guerra de Israel en Gaza, cancelado por la policía, pero en donde la policía no permitió que impartiera su discurso. Varoufakis dijo en X que “el Ministerio del Interior de Alemania ha emitido un ‘Betätigungsverbot’ contra mí, una prohibición de cualquier actividad política. No sólo una prohibición de visitar Alemania sino también de participar a través de Zoom”.

La represión que Alemania está desplegando contra toda manifestación de apoyo para Palestina está socavando su propia esfera pública (como en la época de Weimar) y alimentando a la ultraderecha doméstica y en Israel. Alemania está, efectivamente, expiando un holocausto por medio de su apoyo a la perpetuación de otro. Y, en el curso de esto, está sacrificando un principio que ha regido su cultura desde los 1980s y que Habermas mismo había defendido con vehemencia durante su debate con Ernst Nolte, es decir, “el uso público de la historia”.

La contradicción en el comportamiento de Alemania refleja una cuestión más profunda: equilibrar la culpa histórica con los desafíos democráticos contemporáneos y los conflictos globales. Plantea dudas sobre la autenticidad de la expiación de Alemania por el Holocausto. Las lecciones de Adorno no fueron aprendidas. Las conclusiones del debate de los historiadores no procesadas. El debate público de la historia ha quedado prohibido.

El patrón alemán de reprimir la disidencia, incluidas las voces judías que hablan por la paz y los derechos humanos, sugiere un enfoque superficial de su propia y preocupante historia. La democracia real requiere, como mínimo, un diálogo abierto, disensión y libertad de expresión, no un apoyo adulador a Israel.

https://marcofonseca.substack.com

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