Educación Superior

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Fernando Cajas

En América Latina, pero principalmente en Centro América se confunde la educación superior con la educación universitaria. Una de las razones es que nuestros países han sido por años elitistas y a las universidades solamente tiene acceso un pequeño grupo de la población. En efecto, Guatemala tiene un índice bajísimo de su población en la universidad, esto en Guatemala es sinónimo de educación superior, el 3.6%. El país es el paraíso de la desigualdad, donde un 1% de la población se llevan el ingreso de la mitad de la población y donde solamente el 3% de las empresas acumulan el 65% de los beneficios generados en el país según el informe de Entre el Suelo y el Cielo, de Oxfam. Ahora bien, cuando se dice que solamente el 3.6% de la población está en la universidad en Guatemala hay que considerar que son los que están en edad universitaria, entre 19 y 26 años. Este es el índice más bajo de América Latina de acceso a la Educación Superior.

                En Guatemala para ingresar a la Universidad hay que caminar un verdadero calvario. Desde hace dos décadas se realizan exámenes de admisión en las universidades, particularmente en la Universidad Nacional, la universidad del pueblo. A juzgar por las pocas estadísticas disponibles, la universidad del pueblo no es del pueblo porque a ella tienen vedada el ingreso un 98% de la población en general y un 96% de la población con edad universitaria. Estos bajísimos porcentajes de cobertura universitaria tienen muchas causas, como todo fenómeno social, pero se puede identificar: Los enormes problemas de calidad y cobertura de la educación primaria y secundaria, la escasa demanda de innovación científica y tecnológica de las empresas y fundamentalmente, para mí, la concepción errónea de que la educación superior es sinónimo de universidad porque no se promueve la oferta de programas de educación terciaria variados. Existe una ausencia de programas de educación técnica de nivel superior que no necesariamente son licenciaturas universitarias que son largas, caras e ineficientes muchas veces.

                Hay una enorme población que desea ingresar a las universidades guatemaltecas, 15 privadas y una estatal. La Estatal, la Universidad de San Carlos, USAC, Nacional y Autónoma, cubre menos del 50% de la demanda. Sin embargo, el índice de ingreso es bajísimo. O sea, el porcentaje de la población que llena requisitos para ingresar es aproximadamente de 10%. Este porcentaje varía de unidad académica en unidad académica y de año en año, porque hay unidades como el campus de Quetzaltenango, el mayor fuera de la capital, que apenas aceptó al 6% de los que solicitaron ingreso en el 2023 y que pasaron el calvario de pruebas de admisión obsoletas que no predicen en nada el éxito universitario y que solamente son un filtro que una sociedad elitista ha creado. Esto se repite en toda la USAC donde esto enorme problema social no se analiza, menos se resuelve, científicamente.

                Los graduados de secundaria hacen un examen al final de sus estudios de matemática y lenguaje. Matemática lo gana apenas el 10%. Con un sistema de educación cooptado por un capo llamado Joviel Acevedo, la formación científica del profesorado en general y de los profesores de matemática parece imposible. Este primer indicador muestra que, de todos los graduados, apenas del 10% tiene oportunidad de ingresar a alguna universidad, en general, y a la USAC en particular. O sea, de todos los de secundaria, ya el 90% se queda afuera porque no aprueban matemática. Con ese primer recorte, los graduados de secundaria buscan opciones universitarias porque no se ha pensado, no se ha diseñado un verdadero sistema de educación terciaria, esto es educación superior, que incluya licenciaturas pero que promueva fundamentalmente programas de formación técnica que le permitan a las personas incorporarse al mercado laboral de forma eficiente y rápida. Estos son retos enormes en Guatemala.

                Recapitulando, del total de graduados de secundaria el 10% aprueba matemática y aplica a estudios universitarios, aproximadamente. De estos, de nuevo, el 10% logra ingresar a la universidad y tristemente, de estos nuevamente, solamente el 10% se va a graduar. O sea, ya en la universidad inician sus largas licenciaturas las que tienden a durar 10 años, con bajísimos porcentajes de graduación. Este panorama de la educación superior puede resolverse si se plantea con claridad una mejor relación entre los subsistemas económicos y la educación superior entendida como educación terciaria con énfasis en formación técnica profesional, corta, eficiente, especifica. Para eso hay que recuperar a la Universidad Nacional que ahora está en manos de un narco rector que se impuso en el poder, quien hace de todo, menos mejorar la educación superior.

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