Autor: Jairo Alarcón Rodas
Los cuervos arrancan los ojos a los muertos cuando ya no les hacen falta; pero los aduladores destruyen las almas de los vivos cegándoles los ojos. Epicteto
Desde que la intención y los intereses hacen presa de la opinión de las personas, todo se subjetiviza disolutamente. Como consecuencia, los discursos que concuerdan con lo que cada uno considera ser los correctos o, simplemente, que coincidan con aquello que provea de un beneficio personal, son aceptados sin reniego. Así, por ejemplo, para una persona de derecha, todo individuo que hable bien sobre la libre empresa, el emprendimiento, el egoísmo empresarial, es considerada una buena persona, inteligente y apreciada, cosa contraria resulta para una de izquierda.
Son las opiniones las que imperan en el mundo y en sociedades en donde el criterio permanece ausente, se puede crear la opinión a modo de exaltar a los perversos y denostar a los honestos. La elocuencia puede establecer que la mentira resulte verdad y esta, mentira. Cuán difícil es establecer la objetividad de los hechos o del criterio certero sobre las cosas cuando no se cuenta con las herramientas pertinentes para lograrlo, cuando la conciencia está adormecida o alienada.
Las opiniones se vierten y en la mayor de las veces subjetivamente, alejadas de lo que constituye el conocimiento que, cabe destacar, no es absoluto, se construye continuamente, estableciendo lo que Federico Engels dijera en La dialéctica de la naturaleza que, a la dialéctica de la naturaleza le corresponde la dialéctica del pensamiento o, lo que es lo mismo, el devenir de la realidad solo puede ser comprendido a través de un pensamiento dinámico.
Decía Karel Kosik: En el mundo de la pseudoconcreción el lado fenoménico de la cosa, en el que ésta se manifiesta y oculta, es considerado como la esencia misma, y la diferencia entre fenómeno y esencia desaparece. Lo manifiesto puede mostrar, pero también ocultar las verdaderas intenciones de las personas, sobre lo que son, de modo que se puede engañar si no se sigue el método adecuado de juzgar lo manifiesto.
Así, entre este mundo de opiniones e incertidumbres, lo que se dice puede tener cierto grado de autenticidad como de mentira, es ahí donde la hipocresía se hace presente y con esta, el engaño. La hipocresía es una conducta que implica fingir cualidades o sentimientos opuestos a los que realmente se sienten o experimentan. Esta manifestación de falsedad y engaño genera incomodidad y falta de confianza en las personas que son víctimas de ella. Y a veces se finge sin necesidad aparente, simplemente por opinar, por decir algo, por aparecer en el tema a discusión.
En el argot popular se dice que no hay muerto malo, por muy perniciosas que hayan sido las acciones de una persona en vida, aparentemente todo se olvida cuando muere y surge la hipocresía, la cual resalta lo inadmisible y todo para opinar, para decir algo, para quedar bien y ser noticia. Se les olvida a estas personas que los muertos ya no están y que cualquier opinión expresada resulta ser irrelevante e intrascendente para ellos.
Algo que se exprese tiene sentido cuando la persona de la que se hace mención está con vida y no ya fallecida. Se puede pretender quedar bien con los deudos, pero a ellos poco les sirven esas palabras, frases que por su circunstancia resultan ser efímeras y de poco valor significativo. En este caso, lo mejor es permanecer en el silencio en vez de aparentar lo que no se siente. Ser inauténtico, acomodarse a las circunstancias camaleónicamente constituye una más de las perversiones humanas.
Las personas trascienden por sus ideas, por el legado que han dejado en las mentes y en las actitudes de las personas en las que han influido positivamente, las cuales, con sus acciones, marcan la diferencia. Hay personas que, con lo que hace o hicieron, han contribuido al establecimiento de un mejor mundo, de una mejor convivencia en el planeta y, por ello, merecen ser destacados, honrados, sin llegar a manifestar un culto a la personalidad, que cabe decir, es una ciega inclinación ante la autoridad de algún personaje, ponderación excesiva de sus méritos reales, conversión del nombre de una personalidad histórica en un fetiche. Ya que las personas trascienden por sus ideas, por el legado que han dejado, por sus obras y es eso es lo que merece ser difundido.
Las virtudes de las personas no son valoradas en su justa dimensión en sociedades corruptas, en las que los valores humanos se han socavado y por consiguiente premian la corrupción, la hipocresía y la mentira. En esas sociedades proliferan aquellas personas que se caracterizan, como alguna vez dijo Eric Hoffer, por morder la mano que los alimenta y usualmente lamen la bota que los patea.
La hipocresía es la mejor forma de sobrevivir en un mundo que se encuentra en las actuales condiciones y con las vigentes reglas del juego, en donde lo superficial se destaca sobre lo esencial y el tener es valorado sobre el ser, en donde lo humano es desvalorizado y el fin justifica los medios. De ahí que, en tales circunstancias, lo importante es sobrevivir y hacerlo a cualquier costa sin importar que con ello se pierda la dignidad. Al no tener una visión crítica sobre las cosas, no se pueden evaluar los errores a los que arrastra el sistema.
Sin embargo, tal condición no es justificación para que se admitan tales actitudes, más bien debería ser motivo de reflexión para el cambio de comportamiento. La autenticidad debería tener más valor que lo políticamente correcto, sin embargo, es esto último lo que prevalece actualmente. La sinceridad es una cualidad que debería ejercitarse para el esclarecimiento de las cosas, para el establecimiento de diálogos en función de los consensos, de lograr acuerdos. No obstante, es el enmascaramiento de la realidad y, con ello, la manipulación, lo que constituye una virtud.
Decir lo que no es, edificar una visión del mundo sectaria, que aprisiona, que no permite conocer las cosas como son, debería ser desterrada del pensamiento humano a través de un proceso educativo liberador, que evidencie la tautología existente entre el conocimiento y la ética.
