Crisis en la conducción del Estado

Fernando Cajas
Lo que vivimos ahora es el resultado de acciones anteriores, no en el sentido de que hay una causa A y habrá un efecto B. No. Somo seres históricos complejos que vivimos en sociedades históricas y complejas. Lo que hay es una serie de eventos E que probabilísticamente podrán condicionar, no determinar, otra serie de posibles escenarios S. El momento que vivimos ahora en Guatemala tiene ese conjunto de causas complejas, C, algunas identificadas ya por sociólogos y analistas y otras quizás aún no están identificadas. Lo cierto es que, si damos dos miradas, una micro y luego una macro, en el tiempo y en el espacio social, podremos aprender de nuestra historia y saber con
alguna certeza donde estamos para decidir a donde queremos ir.
La reciente historia de octubre 2023 refleja un posible punto de inflexión en la resistencia guatemalteca. El Paro Nacional fue un evento singular considerando que se dio una respuesta generalizada a la convocatoria de los 48 Cantones, una organización indígena beligerante cuya estructura comunitaria le permite flexibilidad y capacidad de convocatoria local pero que en el caso de octubre pasado su liderazgo fue nacional. Como toda acción social, el Paro Nacional tuvo efectos deseados, no deseados y otros no imaginados. Si bien el objetivo explicito planteado por los 48 Cantones fue la renuncia de Consuelo Porras, Rafael Curruchiche y Fredy Orellana aún no se ha logrado, este evento social puede ser el origen de un movimiento social que le de aliento a la débil democracia guatemalteca.
El Paro fue único en la historia nuestra ya que fue convocado por un movimiento indígena que tuvo liderazgo para sostenerlo varias semanas. Fue único, porque este evento social promueve espacios sociales de participación nacional más allá de los grupos locales. Se sumaron otros pueblos, otras etnias, otras culturas y hubo actividad rural y urbana impresionante, donde destaca el movimiento de los vecinos de la colonia Betania. El Paro tuvo participación de muchos grupos que coincidieron en la lucha contra la corrupción y el hastío con Giammatei y su desgastado gobierno golpista. Sin embargo, como era de esperarse, llegó el cansancio y el desabastecimiento de tal forma que hubo que levantar la medida. Eso no significa fracaso, para nada.
Un movimiento social es un conjunto sistémico de luchas en contra, o a favor, de una práctica que se percibe dañina, o benigna, para un grupo social. El movimiento social puede ser en contra de la corrupción, Guatemala, puede ser en contra la minería a cielo abierto, Panamá, en contra del capitalismo depredador, China, en función de un mundo más justo, en contra de la invasión israelita, Palestina. De acuerdo a Vakaloulis “la noción de movimiento social indica la persistencia de una interacción antagónica prolongada que va más allá del momento crítico de conflictos puntuales. Hace referencia pues a efectos de expansión y contagio, de repercusión intra e intersectorial, de desplazamiento de escala, de difusión desordenada de las disposiciones de protesta”.
En otras palabras, el movimiento debe ser sostenido. Entendería yo entonces que el Paro Nacional, los Bloqueos, la protesta frente al Ministerio Público, son elementos de un posible movimiento social. Estas protestas puntuales tendrán que estructurarse alrededor del objetivo de la renuncia de los tres golpistas, renuncia que cada vez se ve menos importante porque conforme avanza el tiempo el golpe de estado se ejecuta. Ahora que avanzan en diferentes juicios, todos incongruentes, en especial el ultimo del caso de la Universidad Nacional, USAC, donde se sacaron de los pelos la existencia de una estructura criminal que asocia la toma de la USAC con el partido Semilla, parece que les quedan pocos argumentos, malos inventos, casos prefabricados de forma estúpida lo que se debe asociar a un reacomodo del mismo Pacto de Corruptos, que anda corriendo para restructurar la Corte Suprema de Justicia, preparar un presidente sacando al vicepresidente, hacerle juicio a los magistrados electorales y cerrar con el juicio USAC contra Arévalo y Herrera.
Una mirada micro refleja el nacimiento de un movimiento social que pueda ir más allá de la lucha contra la corrupción y proponer un Estado diferente, un orden constitucional diferente, una estructura de poder diferente, unas leyes electorales diferentes que no obliguen al ciudadano a seleccionar a los mismos. Pero una mirada macro refleja una lenta, lentísima evolución hacia el reconocimiento de la naturaleza de nuestras propias identidades. Desde la Conquista, con la imposición Criolla y con la emergencia de la diferencia indio-ladino consolidada en la revolución liberal de 1872, revolución que funda los grandes capitales y latifundios hasta le revolución de 1944 que inicia un proceso de modernización de la economía y que no logra cuajar junto con 30 años de lucha armada porque claramente hay enormes contradicciones y desigualdades estructurales.
Los Acuerdos de Paz dan un cese al fuego con la posibilidad de crear un nuevo contrato social, pero no se logra porque la clase pudiente, como siempre, se los pasa por el arco del triunfo y los gobiernos de turno, siempre sirvientes del CACIF, también. La solicitud del gobierno de Portillo para que Naciones Unidas intervenga para afrontar la corrupción da como resultado la Comisión Internacional Contra la Corrupción e Impunidad, CICIG, la que descubre como opera la corrupción en Guatemala a través de los grandes empresarios quienes se aterrorizan y sacan a la CICIG. En sus carreras entregan el poder a Jimmy Morales, un payaso alcohólico que solamente es títere de los corruptos y estos ceden ante los encantos de Giammatei, quien recibe un Estado débil, desmantelado, desinstitucionalizado, atrapado entre las redes de la corrupción, del narco y del hedonismo libertino.
El Estado entonces quedo sin timón, sin dirección. Las instituciones cooptadas agarraron sus propios clientes y establecieron sus propios negocios. Los poderes del Estado, el Ejecutivo, el Judicial y el Legislativo ya no fueron independientes y no proveyeron un sistema de pesos y contra pesos. El deseo de la Constitución de un Tribunal Supremo Electoral, TSE, fue violado porque el quedó a merced del ejecutivo y luego de los caprichos de su majestad Miguelito. Hay desorden institucional en este momento. La llegada de Miguel Martínez al congreso para decir quien quedaría en la corte suprema refleja una intervención impensable del descaro con el que el o ella cree que se menaje nuestro gobierno. El tipejo se ve a si mismo como el jefe de jefes.
El movimiento social que se construye tiene una enorme posibilidad ya no de sacar a los tres golpistas, eso ya no importa, lo que importa es que salvemos nuestra débil democracia e iniciemos un proceso real de reconocernos mutuamente, de aceptar nuestra enorme diversidad cultural, el reconocimiento de los diferentes pueblos que valientemente integran este nuevo movimiento social por la liberación de Guatemala y que sentemos las bases para una nueva democracia, una que reconozca diferencias, una que sepa ayudarnos a respetarnos entre nosotros mismos. Ese país que soñamos lo estamos sembrando ahora. Para eso es esta defensa por la democracia. Para eso nos oponemos al golpe de estado: Para tener un mejor país. Vamos Guatemala. O es ahora o no será nunca.