¿Cómo avanza el conocimiento en la teoría social y política?

Marco Fonseca
La idea de que el conocimiento “avanza” en la teoría social y política puede entenderse de varias maneras, pero esencialmente implica un proceso mediante el cual se desarrollan y refinan las comprensiones, el entendimiento, las interpretaciones y explicaciones de las estructuras sociales y los sistemas políticos. En este sentido, el avance podría referirse a la profundización de nuestra comprensión teórica, la mejora en la precisión de nuestras explicaciones o interpretaciones, o la capacidad de generar teorías más efectivas para guiar la acción y el cambio social.
Para la Teoría Crítica existe una “ventaja epistemológica” cuando adoptamos la perspectiva de los/as excluidos/as y este argumento se encuentra en el centro de varias corrientes del pensamiento crítico y la teoría social, incluyendo, pero no limitándose, a la teoría crítica, los estudios poscoloniales, y la teoría feminista. Varios pensadores/as sugieren que, al tomar la perspectiva de aquellos/as que están marginalizados/as o excluidos/as del poder dominante, podemos ganar una comprensión más profunda y crítica de las estructuras sociales y políticas. Y esto representa un avance en las formas de pensar no solo porque permite acceder a relaciones sociales que de otro modo permanecen ocultas, sino porque la naturaleza de los/as excluidos es algo que cambia y se rearticula con el desarrollo de distintas formaciones sociales. Qué es lo excluido es, por tanto, alque que varía o puede cambiar radicalmente con el correr de la historia.
Cuando el conocimiento se produce desde la posición de los grupos dominantes, tiende a reforzar sus propias estructuras de poder y legitimidad. Estos grupos tienen acceso a recursos que pueden influir en la producción y diseminación del conocimiento, como las instituciones académicas, los medios de comunicación y otras plataformas de discurso público. Sin embargo, al adoptar las voces y perspectivas de los/as excluidos/as, este conocimiento dominante puede ser desafiado. Esto no solo cuestiona la objetividad presumida de ciertos tipos de conocimiento, sino que también revela los intereses particulares que sirve dicha objetividad.
Adoptar la perspectiva de los excluidos puede revelar cómo ciertas relaciones de poder, que son opacas dentro del conocimiento dominante, operan para mantener ciertas estructuras de desigualdad y opresión. Desde esta visión crítica, el conocimiento no es visto como neutral, objetivo o universal, sino como algo que está intrínsecamente ligado a contextos específicos de interés, poder y dominación. Por ejemplo, los estudios subalternos, que se enfocan en las voces y experiencias de aquellos/as históricamente marginados/as, proporcionan herramientas conceptuales y metodológicas para entender cómo las narrativas oficiales pueden silenciar o marginalizar ciertas experiencias o identidades.
Este enfoque no solo critica las formas existentes de producción de conocimiento, sino que también propone alternativas más inclusivas y holísticas. Al incluir a los/as excluidos/as en la producción de conocimiento, se promueve una pluralidad de perspectivas que pueden llevar a una comprensión más concreta y justa de lo que históricamente se constituye como la realidad social. Esto implica una práctica de conocimiento que es dialógica y dialéctica, absolutamente histórica, y que reconoce múltiples formas de saber, particularmente los saberes locales, las experiencias vividas y las narrativas subalternas.
Es importante enfatizar que la adopción de la perspectiva de los/as excluidos/as tiene implicaciones prácticas y políticas significativas. Puede inspirar y legitimar formas de acción, resistencia y ruptura contra las estructuras de poder opresivas y las formas hegemónicas del pensamiento. Además, puede influir en la formulación y articulación de políticas públicas y estrategias de transformación y/o emancipación que sean más equitativas, que contribuyen al desarrollo por medio de la liberación y que verdaderamente atiendan a las necesidades y aspiraciones de los sectores historicamente cambiantes de la subalternidad y la exclusión. Estos son los sectores que tienen la clave del futuro.
Por tanto, la “ventaja epistemológica” de los/as excluidos/as no sólo es un desafío teórico a las normas establecidas del conocimiento, sino que también es una práctica emancipadora que busca transformar activamente las condiciones de injusticia y desigualdad a través de una comprensión más profunda y comprometida de las realidades sociales.
Desde la perspectiva de la teoría crítica, particularmente en la tradición de la Filosofía de la Praxis y de la Escuela de Frankfurt, el “avance” del conocimiento en teoría social y política se interpreta a menudo de manera diferente de cómo podrían concebirlo otras aproximaciones más tradicionales o positivistas. Los teóricos críticos como Max Horkheimer, Theodor Adorno, y más tarde Jürgen Habermas y Axel Honneth, han argumentado que el avance no debe medirse solo por acumulación de datos o por la elaboración de teorías descriptivas más precisas, sino por la capacidad de la teoría para contribuir a la emancipación humana.
Según Adorno y Horkheimer en su obra Dialéctica de la Ilustración, un verdadero avance en teoría social y política no puede basarse solamente en la racionalidad instrumental que busca controlar y manipular. Ellos critican cómo este enfoque ha dominado en la sociedad moderna, argumentando que lleva a la dominación en lugar de la liberación. Un avance genuino debe incluir la reflexión crítica sobre cómo los métodos y objetivos de la ciencia están entrelazados con intereses de poder y dominación.
Horkheimer, en sus textos sobre teoría crítica, enfatiza que una teoría verdaderamente avanzada debe tener un “interés emancipatorio”. Es decir, debe estar diseñada para ayudar a liberar a las personas de las formas de coerción y dominación que limitan su libertad y potencial. Esto implica un compromiso con la justicia social y la transformación política como criterios clave para el avance del conocimiento.
La teoría crítica sostiene que el avance del conocimiento está intrínsecamente ligado a la praxis, la aplicación práctica de la teoría para fomentar cambios sociales. Habermas, por ejemplo, desarrolla esta idea a través de su teoría de la acción comunicativa, donde el avance se ve en la mejora de las condiciones de diálogo y entendimiento mutuo en la esfera pública, facilitando así una forma más racional y menos coercitiva de interacción social.
Axel Honneth, otro teórico crítico y discípulo de Habermas, ha enfocado su trabajo en la idea de reconocimiento como un elemento central de la justicia social. Para él, el avance del conocimiento en teoría social implica entender mejor cómo las luchas por el reconocimiento pueden fomentar la justicia y la solidaridad social.
A nuestro juicio, sin embargo, es desde la vertiente gramsciana de la Teoría Crítica que podemos abordar más críticamente la cuestión del “avance” del conocimiento en teoría social y política.
Antonio Gramsci nos ofrece una perspectiva rica y profunda para entender el “avance” del conocimiento social y político a través de sus conceptos de subalternidad, hegemonía, intelectuales orgánicos, y la educación como praxis emancipadora. Desde la visión de Gramsci, el avance del conocimiento no es simplemente la acumulación de hechos o teorías más refinadas, sino un proceso de empoderamiento y transformación social de los grupos subalternos que desafía y cambia las estructuras de hegemonía y poder existentes.
Para Gramsci, más concretamente, el conocimiento avanza cuando contribuye a la formación o al desafío de un sentido común diferente y desafiante del sentido común hegemónico. Desde el sentido común hegemónico el dominio de clase, género o raza es algo visto como producto de opciones libres, es decir, como algo que se logra no solo mediante el uso de la fuerza sino también, y de manera crucial, a través del consenso. El objetivo de este consenso, que se logra en gran medida por medio de la educación, la cultura y el liderazgo ideológico, es que la gente acepte como cuestión de principio, incluso felicidad, su propia dominación.
Según Gramsci, las clases o grupos dominantes mantienen el poder no solo mediante la coerción directa sino también integrando sus intereses y perspectivas en el sentido común de los grupos subalternos, haciendo que sus ideas sean vistas como naturales y universales, como parte de las ideas de los grupos subalternos mismos. En cierta medida, lo opuesto también es válido, es decir, las ideas de los grupos dominantes también son las ideas de los grupos subalternos con quienes coexisten en una relación de poder al estilo del “señor y el siervo” en la dialéctica de Hegel. El avance del conocimiento ocurre, por tanto, cuando los grupos subalternos y/o sus intelectuales orgánicos/as cuestionan y transforman estas “verdades” aceptadas, promoviendo nuevas formas de entender el mundo que pueden desafiar el status quo.
Los intelectuales orgánicos, según Gramsci, son aquellos que surgen de los mismos grupos subaltenros que representan y trabajan para articular sus ideas y necesidades. Este no es un proceso natural, sino que es un proceso de encubación y cultivación de una intelectualidad comprometida con los intereses y perspectivas de los grupos subalternos. En contraste con los intelectuales tradicionales que tienden a mantener el orden existente, los/as intelectuales orgánicos/as juegan un papel clave en el avance del conocimiento al desarrollar y difundir nuevas ideas que son esenciales para el cambio social y político. Este avance no se trata solo de teorías abstractas sino de conocimiento que está profundamente conectado con las luchas prácticas y cotidianas por la emancipación social. Por ello es que la conexión entre teoría y práctica no es un principio abstracto, sino que es un condición del conocimiento mismo.
Gramsci ve la educación, tanto pública como autónoma, no solo como la transmisión mecánica e instrumental de conocimientos sino como una praxis, es decir, una actividad que vincula la teoría con la práctica emancipadora. La educación avanzada o universitaria, en este sentido, debe fomentar la capacidad crítica y transformadora de los/as individuos/as, ubicarlos dentro de sus mundos vitales y sociales, concientizarlos/as sobre las relaciones de poder que impiden o permiten el avance del conocimiento y del desarrollo social, permitiéndoles cuestionar y trascender las estructuras de poder existentes. Este tipo de educación pública y autónoma es crucial para desarrollar una conciencia crítica entre los grupos subalternos, lo que Gramsci considera esencial para cualquier cambio revolucionario.
Gramsci también destaca la importancia del cambio cultural como parte del avance del conocimiento. Este cambio implica la creación de una nueva cultura popular que reemplace las normas, valores y expectativas impuestas por la cultura dominante. Por esta razón Gramsci dedicó mucho tiempo a sus estudios del “folklore” popular y argumentó que, visto desde la filosofía de la praxis, la idea era lograr que todos/as se conviertieran en filósofos/as orgánicos/as. Este aspecto del avance del conocimiento es fundamental porque prepara el terreno para rupturas, transformaciones y articulaciones políticas y económicas más profundas.
Gramsci nos proporciona, entonces, una comprensión del “avance” del conocimiento que es intrínsecamente político y conectado con las luchas por el poder desde abajo. Según él, el verdadero avance ocurre cuando el conocimiento contribuye a la emancipación de los grupos subalternos y desafía las estructuras de poder y dominación. Esto se logra a través de la crítica de la hegemonía existente, la promoción de nuevos intelectuales orgánicos, y una educación que vincula profundamente el aprendizaje con la acción transformadora.
Fuente #RefundaciónYa
